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La Lupa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Las grandes tecnológicas y la falta de empatía con sus plantillas

Amazon, Meta o Twitter se han hecho gigantes en 20 años y al primer atisbo de crisis lanzan olas de despidos sin reconocer errores de gestión

En las últimas semanas las plataformas globales de tecnologías de la información han anunciado ingentes despidos de trabajadores sin la menor sensibilidad. Esos empleados, que con su trabajo han contribuido a que sus propietarios estén en las listas de multimillonarios, ven como al primer amago de crisis les tratan con la misma empatía de los dueños de las macrogranjas con sus animales, a los que quieren tanto como marque el precio de la carne en el mercado de futuros de Chicago.

Las grandes plataformas tecnológicas (Amazon, Meta o Twitter), que en poco más de 20 años han pasado de la nada a encabezar la lista de mayor capitalización del mundo, se encuentran por primera vez en la tesitura de encoger su balance y parece que se están cebando con sus empleados. Los jóvenes deberían tomar nota del comportamiento de esas compañías que con frecuencia salen como las mejores para trabajar. Cuando se analizan los casos concretos se evidencia ausencia de alma y exceso de marketing.

1. Jeff Bezos: caridad y despidos. El pasado 14 de noviembre, Jeff Bezos, presidente-fundador de Amazon y principal accionista de la compañía, anunciaba en una entrevista con la CNN que planea donar “la mayor parte” de su fortuna, que se estima en más de 120.000 millones de dólares, a organizaciones e iniciativas vinculadas a la lucha contra el cambio climático y que trabajan “por unificar a la humanidad frente a las profundas divisiones sociales y políticas”. Enternecedor testimonio.

Esa misma mañana (quizás por eso), The New York Times publicaba que Amazon planea despedir a 10.000 trabajadores, lo que equivale al 3% de su plantilla fija. La argumentación es que el crecimiento del comercio electrónico durante la pandemia supuso un incremento de plantilla, pero esto ya pasó. Sin embargo, los datos muestran lo contrario que Amazon sigue aumentando las ventas (+15% en el tercer trimestre), aunque el margen cae por la presión de la inflación sobre los costes. De enero a septiembre, Amazon ha perdido 3.000 millones de dólares, pero esto se debe a que el desplome de casi el 90% del valor de su filial Rivian, fabricante de vehículos eléctricos, le ha provocado un agujero de 14.000 millones de dólares

Por tanto, quizás esos despidos tengan más que ver con las apuestas industriales de Amazon que con la coyuntura. Si fuera por las expectativas macro estaríamos ante unas rescisiones de contratos preventivas ante el amago de recesión, consecuencia de la agresiva subida de tipos de interés aplicada por la FED para frenar la inflación.

Amazon tiene un acreditado currículo de malas prácticas laborales. Hasta el punto de que la búsqueda en Google de su nombre y esclavitud arroja 3,7 millones de referencias. La primera es de la escritora Donna Leon, que en una reciente entrevista en El País dijo que los esclavos de hoy son “la gente que trabaja en almacenes de Amazon, esa gente que simplemente no tiene opciones”. Hay una amplísima literatura sobre la gestión de personas y la persecución de derechos, como el de sindicalización, dentro de esta compañía. Tanto es así, que en Estados Unidos sólo hay un almacén que haya conseguido tener representantes sindicales, el JFK8, el principal centro de distribución de la compañía en Nueva York. Sin embargo, su patrón se permite el lujo de decir sin recato que va a luchar contra las divisiones sociales. Es este tipo de cinismo el que permite mezclar caridad y despidos sin rubor.

2. Elon Musk: militancia y autodestrucción. Bezos se esfuerza para que sus trabajadores no se organicen y Musk quiere que le adoren. Llegó despidiendo por correo electrónico a unos 7.500 trabajadores, la mitad de la plantilla, después trató de recuperar a algunos: los había echado por error. Luego mandó un comunicado con la nueva política de recursos humanos: 100% presencial, las excepciones las firmará él mismo, y trabajo duro. O lo tomas o te vas. Muchos, conocedores de sus teorías sobre la semana laboral de 80 horas, abandonaron temiendo que Musk les exija, más que compromiso, militancia con los deseos del dueño.

La gestión de los recursos humanos o los amagos de cobrar a los usuarios verificados son consecuencias de los propios excesos de Musk. Sabía que compraba una compañía en pérdidas operativas y aun así pago 44.000 millones. A los pocos días de llegar, Twitter se desangra en anunciantes, usuarios y empleados. No le queda otra que dar un giro a las cuentas y a la estrategia, tiene que reinventar Twitter para justificar su osadía, algo en lo que nada han tenido que ver los trabajadores caídos.

3. Mark Zuckerberg. ética y metaverso. “Me equivoque y asumo la responsabilidad”, dijo el presidente ejecutivo y fundador de Meta (Facebook, Instagram y Whatsapp) cuando anunció el despido de 11.000 empleados, el 13% de la plantilla. Los problemas de Meta tienen que ver con la caída de ingresos y con la megainversión en el metaverso, que por el momento es un pozo sin fondo. Meta ha tenido un descenso de beneficios del 52% en el tercer trimestre, pero lo peor es la caída de casi el 70% en Bolsa en lo que va de año, lo que indica la pérdida de expectativas.

Zuckerberg mandó a sus empleados una carta que es la antítesis del comportamiento de Musk. En Meta hubo buenas palabras para los que se van (“no estaríamos donde estamos sin vuestro duro trabajo, y os agradezco vuestra contribución”) y para los que se quedan (“tomamos estas decisiones para asegurarnos que nuestro futuro sea sólido”). La nueva política de gastos va a suponer, además de los despidos, un duro recorte a los beneficios laborales y hasta del espacio en oficina, obligando a compartir mesa entre los compañeros.

Todo esto lo dice el mismo que sabiendo, por informes internos, que Instagram tiene impacto muy negativo entre los adolescentes, ya que presenta un mundo tan feliz que les hace sentirse incómodos con sus cuerpos y sus vidas. El mismo que fundó Facebook, seguramente la red social que más ha contribuido a la desinformación y a la expansión de los regímenes políticos iliberales.

Lise Buyer, analista del sector tecnológico, explicaba a la BBC Mundo que el paso atrás que están dando las empresas tecnológicas es consecuencia del exceso de dinero que recibieron a destajo para un crecimiento sin fin. Quizás aquellos que pusieron miles de millones confiando en que se multiplicarían como las células vuelvan a valorar las empresas por lo que ganan y no por lo que gastan en marketing, como pasó en la burbuja de las puntocom. Cuando les dé el ataque de realismo, quizás hagan caer a los gurús que se inventaron las empresas y pongan a duros gestores con lápiz en la oreja que dejen en bromas los actuales recortes. Da la sensación de que ha habido mucho crecimiento y poco desarrollo.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense

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