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Cine y Derecho
Tribuna
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'Perdición' y el derecho de seguros

Se trata de una obra maestra del cine clásico, con una perfecta conjunción de un guión milimétrico, interpretaciones magistrales y una fotografía excepcional

Perdición
Perdición

Perdición (Double Indemnity), dirigida en 1944 por Billy Wilder, se basa en una obra de J.M. Cain. Fue adaptada al cine por el propio Wilder y otro gran escritor de novela negra, Raymond Chandler. Narra la historia de un agente de seguros, Walter Neff (Fred MacMurray), que se deja engatusar por la esposa de un magnate del petróleo, Phillys Dietrichson (Barbara Stanwyck), para asegurar al marido a través de una póliza de accidentes y después asesinarle, simulando una caída desde un tren, y cobrar así la indemnización del seguro. Los problemas para la pareja aparecen cuando el compañero de Neff, responsable de la investigación del siniestro, Barton Keyes (Edward G. Robinson), comienza a investigar el siniestro, dado que la póliza de seguro contenía una cláusula de doble indemnización para este tipo de accidentes.

La película es un icono, junto con otras dos inolvidables películas del año 1944: Laura, de Otto Preminger, y La mujer del cuadro (Woman in the window), de Fritz Lang. Esto más tarde se calificaría estilísticamente como cine negro o film noir. Todos los elementos característicos del film noir están presentes en Perdición y marcarán futuras obras de otros directores a lo largo de los años 40 y 50, como la fotografía expresionista en blanco y negro, la figura de la femme fatale, una suerte de angustia en el protagonista masculino (un hombre corriente, que se deja engatusar para planificar el crimen), las sombras en la noche, los encuadres oscuros y claustrofóbicos, el humo de los cigarros y puros de los protagonistas, la ciudad rodada en escenarios naturales...

Wilder teje una historia perfecta, con diálogos memorables entre los tres principales actores, que hicieron que el propio J.M. Cain indicase que la película era mucho mejor que su cuento.

La película se narra con la voz en off del protagonista, hablando a un dictáfono para relatar la historia en un largo flashback. “Lo maté por dinero y por una mujer. No conseguí el dinero. No conseguí a la mujer”. El personaje de Barbara Stanwyck responde al icono de mujer fatal en el cine negro, que desde la primera escena, observando al agente de seguros desde la escalera y cubierta por una sola toalla, teje en torno a él una telaraña para atraparlo en sus redes, manipularlo y hacerlo cómplice del asesinato de su marido. Edward G. Robinson da vida al inspector de siniestros, un personaje que cada vez que aparece les “roba” la escena a los demás actores. Con una inteligencia excepcional, y un instinto ("el enanito que lleva dentro") para detectar los fraudes, se encuentra siempre con un plus de autoridad frente a todos los demás, y se nos describe también como “consciencia” de Walter Neff, a quién aprecia y para quién desea un futuro más estable, como si de un padre se tratara.

Desde el punto de vista legal todos los elementos del contrato de seguro aparecen en la película y pueden ser expuestos a través de la misma. La figura del tomador y del asegurado, que en Perdicion es coincidente; el beneficiario del seguro, que tiene un derecho autónomo e independiente del asegurado; la forma en que se perfecciona y documenta el contrato; la propuesta y la póliza de seguro, así como la prima del seguro; la obligación de no agravar el riesgo por parte del asegurado o el deber de indemnizar de la aseguradora, que también tiene la potestad de investigar las causas del siniestro. Todo ello se refleja a largo de los 107 minutos de duración de Perdición, pero de una forma tan interesante y amena que se convierte, por fortuna para los aficionados al cine y al derecho, en una sesión improvisada de derecho de los seguros.

En conclusión, una obra maestra del cine clásico, con una perfecta conjunción de un guión milimétrico, interpretaciones magistrales, fotografía excepcional y la música de Miklós Rózsa, que han hecho de la película un clásico de referencia, pero que a la vez, y transcurridos 75 años desde su estreno, goza de una modernidad sorprendente y ha inspirado muchísimas obras del noir posterior.

Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres

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