El dolor que sufre Europa acabará valiendo la pena
La crisis energética se agrava y hay problemas con la deuda. Pero al final la región puede salir geopolíticamente fortalecida
La Unión Europea se enfrenta a un período duro a medida que empezamos a sentir los efectos de los altos precios de la energía y los problemas de la deuda reaparecen. La combinación de crisis, provocadas por la invasión de Ucrania por parte del presidente Vladimir Putin y el fuerte endeudamiento en un momento de tipos de interés artificialmente bajos, pondrán a prueba al bloque.
En cierta forma, las dificultades actuales son más difíciles de gestionar para la UE que la crisis del euro de hace una década. En aquel entonces, el Banco Central Europeo (BCE) pudo mantener los tipos de interés bajos y comprar deuda pública. Eso ahora no es una opción. De hecho, el BCE acaba de duplicar los tipos hasta el 1,5%, y aún hay más por venir.
Es más, la UE se enfrenta a una crisis estructural derivada de los altos precios de la energía. Los países altamente industrializados, como Alemania, deberán reestructurar sus modelos económicos. Las tensiones entre los Gobiernos aumentan. Por ejemplo, a principios de octubre Francia canceló una reunión conjunta del consejo de ministros con Alemania.
Pero las crisis también tienen su lado positivo para la región. La UE podría tener la energía más barata y limpia del mundo a mediados de la década de 2030 y es probable que salga reforzada desde el punto de vista geopolítico.
Los líderes de la UE se felicitaban a principios de año cuando se unieron para condenar la invasión de Putin, imponer sanciones a Rusia y apoyar a Ucrania. Pero no se pensaron bien las consecuencias económicas de que Rusia cortara las exportaciones de gas al bloque.
Los Gobiernos actuaron de forma excesivamente indiscriminada con los paquetes de apoyo que dieron a sus consumidores y empresas para amortiguar el golpe de la subida de los precios del gas. Como consecuencia de ello, la demanda de gas no se redujo tan rápidamente como podría haberlo hecho. El coste de esos paquetes de apoyo también está aumentando la deuda pública. Por otra parte, los Gobiernos no han hecho lo suficiente para preparar a sus poblaciones para los tiempos difíciles que se avecinan. Esto aumenta el riesgo de reacciones populistas en los próximos años.
La solidaridad empieza a resquebrajarse. Francia ha bloqueado un gasoducto a través de los Pirineos desde España. Y Alemania gastará 200.000 millones de euros para rescatar a sus consumidores y empresas, lo que ha llevado a otros países a quejarse de que Berlín distorsiona el mercado único de la UE al dar a sus empresas una ventaja injusta.
A pesar de ello, los líderes de la UE lograron algunos avances en la resolución de sus diferencias en una cumbre celebrada a principios de octubre. El impresionante esfuerzo para garantizar más gas de fuentes no rusas, además de un clima inusualmente benigno, ha contribuido a reducir los precios del gas a un tercio de los vertiginosos niveles de finales de agosto, aunque siguen estando cinco veces más altos que hace dos años.
Al mismo tiempo, la UE ha acelerado su transición para abandonar los combustibles fósiles. De este modo, dispondrá de energía barata y limpia a partir de mediados de la década de 2030. Aunque muchas empresas tendrán que reubicar sus actividades energéticas en la década siguiente, el bloque debería estar bien situado para la revolución industrial verde que vendrá después.
El dinero barato permitió a los Gobiernos endeudarse en la última década sin pensar demasiado en cómo lo devolverían. Las recientes subvenciones a la energía se producen poco después de los enormes paquetes de ayuda concedidos durante la pandemia de Covid-19.
Los líderes de la UE ya se quejan de los elevados tipos de interés, y Giorgia Meloni, la nueva primera ministra italiana, criticaba al BCE la semana pasada. Pero el banco central no puede evitar subir los tipos de interés, aunque quisiera no hacerlo. La inflación en la zona euro alcanzó el 9,9% en septiembre.
La alta inflación ha tenido el beneficio secundario de reducir la deuda pública como proporción del PIB. Pero si las expectativas de inflación se afianzan, los inversores exigirán una rentabilidad mayor por tener bonos del Estado, lo cual elevará aún más el coste de los préstamos.
Las convulsiones que los vigilantes de los bonos provocaron en Reino Unido después de que su efímera primera ministra, Liz Truss, intentara aplicar una política fiscal laxa constituye una lección útil para los países de la UE. Pero a los Gobiernos les seguirá resultando difícil frenar el gasto o recortar los impuestos. Temen la reacción de los votantes si no ayudan a su población a hacer frente al aumento del coste de la vida. Y tienen por delante grandes necesidades de inversión: por ejemplo, para financiar la transición verde, reforzar las defensas militares y ayudar a pagar la reconstrucción de Ucrania.
Las instituciones de la UE se esforzarán por evitar que los problemas de la deuda se conviertan en una crisis en toda regla. El BCE ha prometido impedir que los tipos de interés que pagan los distintos Gobiernos de la zona del euro diverjan demasiado, siempre que su deuda sea sostenible.