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Cine y Derecho
Tribuna
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'Match point', sobre la justicia y el azar

La película plantea la cruda realidad de que hay muchos delitos pueden quedar sin castigar. Para evitarlo, hay que reforzar nuestro sistema judicial

El director de cine Woody Allen durante el rodaje de una de sus películas.
El director de cine Woody Allen durante el rodaje de una de sus películas.REUTERS

“Aquel que dijo que era mejor tener suerte que talento conocía la verdadera esencia de la vida”. Con esta frase comienza Match Point, la primera de las tres películas denominadas “la trilogía británica” (junto a Scoop y El sueño de Casandra), que realizó Woody Allen a finales de la primera década del 2000. La película se centra en la historia de Chris Wilton (Jonhattan Rhys Meyer), un jugador profesional de tenis venido a menos, que aspira a entrar en una adinerada familia, los Hewett, contrayendo matrimonio con Chloe Hewett (Emily Mortimer) la hija del fundador del poderoso imperio empresarial (papel reservado para Brian Cox). Chris consigue acceder a la exclusiva familia y prosperar dentro de la empresa familiar, pero pronto su atracción por Nola Rice (maravillosa Scarlett Johansson) una actriz americana novia del hermano de Emily, podrá frustrar sus planes arribistas. Una serie de acontecimientos llevarán al protagonista a la decisión de asesinar a su amante para seguir disfrutando de su cómoda posición en la alta sociedad inglesa.

La película supone una revisión de la estupenda Delitos y Faltas que Allen dirigió en 1989. No obstante, desaparece en Match Point el tono tragicómico de aquella película, ya que esta última es rodada en forma de thriller, en tres claros actos, como las óperas que integran su banda sonora, y que funciona como un perfecto mecanismo, abandonando cualquier atisbo de comedia que tan propio le es al autor neoyorquino. No obstante, están presentes en la cinta los temas clásicos del director como la fugacidad del amor, la ambición humana, la crítica a la banalidad de las clases adineradas, o el papel de la suerte o el azar en nuestra existencia.

Las localizaciones en Londres y una excepcional fotografía de la ciudad, las interpretaciones de un reparto en estado de gracia, un guión muy trabajado del propio Allen y las reminiscencias del film a obras de directores clásicos como Alfred Hitchcock o Fritz Lang hacen de la película una de las obras maestras de la filmografía de Woody Allen. El personaje protagonista se inspira también claramente en el Tom Ripley de Patricia Highsmith, basculando en todo momento entre la amoralidad y el engaño, pero con miedo a ser descubierto por quienes le rodean tal y como la ocurre al protagonista de la Crimen y Castigo, de Fedor Dostoievski, novela que también tiene su influencia en la cinta.

La película plantea la innegable y cruda realidad de que hay muchos delitos que, por las circunstancias que les rodean, pueden quedar sin resolver y sin aplicárseles una pena, y que hay criminales que, por su estatus social, su condición o su buena suerte, no son descubiertos y, por lo tanto, no reciben su castigo. Si esos criminales, además carecen de una mínima moral que les lleve a tener resentimientos por los actos cometidos, esos delincuentes no solo quedan sin castigo, sino que deambulan por nuestra sociedad pudiendo sentirse cada vez más libres e impunes para delinquir debido a la ausencia de pena por sus delitos.

Para evitar lo anterior es necesario reforzar nuestro sistema legal y judicial, hacer que la justicia se aplique a todos por igual y tenga los medios necesarios para poder ser un instrumento que realmente ayude a la convivencia social y sean los menos delitos posibles aquellos que queden sin investigar, juzgar y castigar. En un momento de la investigación del crimen en Match Point los policías indican “un buen motivo no es una prueba”, y es la dificultad en probar los hechos delictivos lo que, en ocasiones, como ocurre, en el film, permite al azar jugar su baza y evitar que un crimen pueda ser resuelto y se haga justicia.

Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres.

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