Cómo es la ciudad ideal (para un arquitecto)
No hay un modelo ideal, pero aquellas urbes que se acercan al bullicio, a la vida y a un cierto caos son las preferidas por aquellos que las conciben
Confiesan que pocas veces se han parado a pensar cómo debería ser la ciudad ideal, pero lo que sí tienen claro es que les gustan las urbes con vida, incluso con caos. “Me encantan los centros históricos, las ciudades con historia detrás, me gustan las casas antiguas, perderme por esas calles, que me dan libertad, porque los otros espacios al aire libre suelen estar direccionados. Las ciudades históricas no se pueden copiar, hay que entender su naturaleza”, comenta el arquitecto portugués Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952), ganador del premio Pritzker 2011, que cree que hay que huir de “las ciudades higienistas”.
A su lado se encuentra Rafael de La-Hoz (Córdoba, 1955), que añade que el papel de las ciudades tradicionalmente ha sido el de resolver problemas cotidianos. “De las ciudades me gusta que no se traicionen a sí mismas. Cuando una ciudad quiere imitar a Dallas o ser lo que no es, es cuando surgen los problemas. No hay que ser pretencioso nunca”.
Recuerda De La-Hoz el comentario de Ricardo Bofill cuando definió a Zaragoza como un cruce de la carretera Madrid-Barcelona con el río Ebro. “Siempre que esa ciudad no se traicione a sí misma, sabiendo cual es su origen, será auténtica. Es lo que le sucede a Oporto”, explicó el autor, entre otras obras, del Distrito Telefónica, del Campus de Repsol y de la reforma del Mandarin Oriental Ritz.
La conversación con CincoDías se celebró esta semana en el club Matador, horas antes de la presentación del cortometraje El sentido de la arquitectura en el Teatro Real de Madrid, estreno al que acudieron los protagonistas –salvo Ricardo Bofill, fallecido el pasado mes de enero, y al que sustituyó su hijo, Pablo Bofill, que no pudo llegar a esta entrevista, y Carme Pigem, del estudio RCR Arquitectes–, con el que Kronos Homes, la marca de promoción residencial de Kronos, festeja su octavo aniversario. Al estreno también acudió una de las embajadoras de la firma, Támara Falcó, que en el mismo escenario en el que posaron los arquitectos, reapareció, en una comparecencia multitudinaria, para confirmar su ruptura con su prometido, Íñigo Onieva.
Si algo ha cambiado la pandemia es la relación con los espacios interiores y exteriores. “Se ha visto que eran necesarios los espacios exteriores para vivir, y es algo que cada vez se valora más. Lo que no hay es una ciudad modelo, pero aquellas que más me atraen son las que tienen vida, como Burdeos o Gante, que tienen una medida perfecta”, opina Rafael Aranda (Olot, Girona, 1961), del estudio RCR Arquitectes, Premio Pritzker 2017. Cita como ejemplo el de su localidad natal, que antes era un cul de sac [una carretera sin salida] y ahora es una ciudad abierta, entre otras razones, porque cuenta con universidad. “La ciudad necesita de todos los estratos. La universidad ha ayudado porque la gente joven da vida, pero ese modelo no es sostenible en ciudades tan pequeñas”.
A Souto de Moura le gusta Madrid, “porque tiene una fuerte identidad, tiene carácter”. En cambio lamenta la pérdida de personalidad de la caótica Nápoles: “han cerrado el tráfico en la zona del puerto, ahora hay gente haciendo footing y es triste”. El caos, cierto caos, asegura que es sano.
Porque el concepto de ciudad limpia de contaminación es, según De La-Hoz, “una catástrofe, porque eso significa que el paradigma es el campo”. Una ciudad más limpia, más segura y más verde se aleja del modelo de este arquitecto, que se pregunta: “¿desde cuando Nueva York es limpia y segura? Hay ciudades que han tenido su ocaso y todas las progresan, pero lo que es modélico no sirve para la arquitectura”.
La decadencia de las ciudades también llega por la falta de población. “Esto se ve en las crisis, que es cuando la gente emigra a lugares con más futuro. Hay un programa del Gobierno de Portugal para que la gente vaya al interior, donde cada vez hay más viejos”, matiza Souto de Moura. Sobre este punto ahonda De La-Hoz: “me fascina lo que dice Eduardo, porque también es el problema de la España vacía. Portugal es una línea de 20 kilómetros porque el resto no existe”. En cambio, hay ciudades, asegura el portugués, que se desarrollan al calor de las universidades, como le sucede a Braga, que cuenta con “un campus enorme”.
Lo que no está bien, señala Aranda, es desgranar los estudios universitarios por diferentes localidades. “No tiene sentido”. Pero esto solo ocurre en Europa, prosigue De La-Hoz, porque en Estados Unidos son todo campus. “Allí, la ciudad es la perdición, el vicio, el pecado, y no se puede educar a la gente en la perdición, por eso se crean campus al margen de las ciudades”. España ha copiado también este modelo, creando universidades alejadas del centro de la ciudad. “Yo en París quiero ir a La Sorbona, y perderme por el barrio latino”, concluye.
La arquitectura perdura en el tiempo. “Es la memoria de la historia y la vestimenta de la humanidad”, asegura Ricardo Bofill al comienzo del documental, que añade que, además, es “la estructuración del espacio y el tiempo, lo que lleva a hacer edificaciones que sobrepasan tu propia vida”.
En palabras de Carme Pigem, de RCR, la arquitectura nace de un sueño. El mismo que se plasma en el proyecto y que para Bofill comienza en el momento de sentarse frente al papel en blanco. El mismo papel al que Souto de Moura quiere trasladar la realidad para transformarla con el pensamiento. Todo, con un objetivo que también comparte Rafael de La-Hoz: que el proyecto y su entorno sean indivisibles: “Es un modo de vida, es un modo de entender el mundo, de verlo de interpretarlo”. Para Aranda, no hay medias tintas: “No es un medio para vivir, sino una forma de vida”.