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La inversión en la crisis del agua no llega siquiera al vaso medio lleno

Plantación de árboles promovida por Zinkia en Gran Canaria.
Plantación de árboles promovida por Zinkia en Gran Canaria.

Los cerca de 2.000 especialistas del agua que se reúnen esta semana en Estocolmo tienen motivos para sentirse agraviados. Muchos de los asistentes a la Semana Mundial del Agua en la capital sueca —organizaciones no gubernamentales, diplomáticos, proveedores de servicios y grandes empresas multinacionales— llevan años advirtiendo de que el cambio climático provocará escasez de agua e inundaciones catastróficas. Con grandes partes de Europa, China y América marchitas y resecas este verano —en muchos casos apenas un año después de sufrir inundaciones—, había muchas caras de desánimo, pero también una sombría determinación de recordarle a la gente las soluciones existentes y encontrar otras nuevas. El problema es que, tras años haciendo caso omiso y una escasez crónica de fondos, el vaso de la inversión en la crisis del agua no llega siquiera a estar medio lleno.

Por término medio, los países gastan solo el 0,5% del PIB en cuestiones relacionadas con el agua, según el director mundial del agua del Banco Mundial, Saroj Kumar Jha. Mientras tanto, quienes financian la tecnología climática tratan a este recurso como el hijastro no deseado: un inversor mencionaba que, mientras que el año pasado se invirtieron más de 50.000 millones de dólares en nuevas empresas dedicadas a las energías renovables, la reducción de emisiones y similares, la tecnología del agua apenas recibió unos 400 millones de dólares, aunque esta cifra está empezando a aumentar.

Las empresas también están dando un paso más, sobre todo las relacionadas con la agricultura, que a escala mundial representa más del 70% de todo el uso de agua dulce. El acelerador 100+, centrado en el agua y el clima, creado por AB InBev junto con Coca-Cola, Colgate-Palmolive y Unilever, ha proporcionado hasta ahora a unas 70 nuevas empresas un capital inicial de hasta 100.000 dólares cada una.

Tanto ellas como sus rivales están gastando más en la protección de las cuencas hidrográficas en las que operan sus fábricas, y ahora ya empiezan a cuantificar los beneficios financieros y sociales. Un estudio de la consultora Bluerisk sobre 22 centros operados por Danone, Coca-Cola, Nestlé y Ecolab, que realizaron inversiones en silvicultura, infraestructuras hídricas, agricultura regenerativa y similares, reveló tanto una gran cantidad de agua ahorrada como una media de cuatro veces el llamado retorno social de la inversión, una medida financiera que incluye el impacto social. Otro estudio llevado a cabo por WaterAid mostró que el absentismo se redujo hasta un 29% cuando las empresas invertían en agua limpia y aseos en el lugar de trabajo y en las comunidades.

El problema es que a menudo se trata de proyectos piloto que no se reproducen a gran escala, o, como decía un gracioso, las empresas suelen cometer "actos aleatorios de conservación". La innovación y la inversión en agua aumentan, pero también lo hacen las incidencias por exceso o falta de agua provocadas por el calentamiento global. Para combatirlo hace falta abrir los grifos financieros.

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