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Las tribulaciones de Johnson ocultan profundas divisiones en Reino Unido

Los posibles sucesores del primer ministro encontrarán las contradicciones de su política difíciles de resolver

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AFP

Se vislumbraba el final de Boris Johnson. El control sobre el poder del primer ministro británico, [que anunció ayer su dimisión] se ha esfumado tras la dimisión de dos altos cargos de su gabinete que han puesto en entredicho su capacidad. Pero el debate sobre su idoneidad para el cargo esconde profundas divisiones sobre una serie de cuestiones políticas. Un nuevo líder se encontrará con que son aún más difíciles de conciliar.

La última vez que dos ministros dejaron el Gobierno un mismo día, en 2018, fue por su desacuerdo sobre cómo Theresa May estaba gestionando el Brexit. Johnson fue uno de ellos. Lo sorprendente del éxodo del martes fue la ausencia de desacuerdos sobre las políticas aplicadas. En su lugar, el canciller Rishi Sunak y Sajid Javid, el secretario de Sanidad, aludieron a la aparente falta de ética del primer ministro.

Sin embargo, el caos de la Administración de Johnson ha contribuido a ocultar debates fundamentales y no resueltos sobre el rumbo de Gran Bretaña tras su salida de la Unión Europea. El Gobierno ha perseguido tanto la intervención estatal como el libre comercio, y ha hablado de recortar los impuestos al tiempo que aumentaba la carga fiscal hasta el mayor porcentaje del PIB desde la década de 1950. También ha defendido la liberalización financiera al tiempo que ha introducido poderes vagos y de gran alcance para intervenir en las adquisiciones de empresas. Johnson ha dado prioridad a la cooperación internacional sobre Ucrania y el cambio climático, al tiempo que ha legislado de forma controvertida para anular partes del acuerdo del Brexit con la UE, menos de dos años después de firmarlo.

Estas tensiones resurgen ahora con el telón de fondo de una grave crisis económica. El Banco de Inglaterra calcula que la inflación alcanzará el 11% a finales de año, lo cual, junto con el aumento de las facturas energéticas, supondrá el segundo mayor recorte de los ingresos reales de las familias en casi 60 años.

La salida de Johnson solo servirá para resaltar estas contradicciones. Los aspirantes a sustituirle se enfrentarán a preguntas sobre una serie de temas. ¿Reducirán los impuestos o intentarán mantener la deuda pública bajo control? ¿Harán más para proteger a los consumidores de los altos costes de la energía? ¿Romperán o repararán el acuerdo sobre Irlanda del Norte? ¿Inyectarán dinero estatal en empresas privadas o dejarán que las fuerzas del mercado sigan su curso?

La victoria electoral de Johnson en 2019 se debió en gran medida a su capacidad de persuadir a personas de ambos lados de estos debates de que estaba de acuerdo con ellos. Aunque hubiese podido prolongar su mandato durante días, semanas o incluso meses, ese acto de equilibrismo habría llegado a su fin. Sus posibles sucesores encontrarán las tensiones inherentes a Gran Bretaña en 2022 aún más difíciles de resolver.

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