Las grietas globales complican la transición energética de Occidente
Los plazos fijados para la descarbonización no parecen factibles, y más si se apuesta por la desglobalización
Nos guste o no, la civilización moderna se basa en los combustibles fósiles. El petróleo, el gas natural y el carbón siguen suponiendo el 85% de los insumos energéticos primarios. Aunque aportan una pequeña fracción del PIB declarado, soportan todas las demás actividades. Acabar con nuestra dependencia de los hidrocarburos siempre iba a ser una decisión difícil. El proceso de desglobalización hace que lo sea aún más.
En su nuevo libro, Grand Transitions, el científico canadiense Vaclav Smil describe cómo el sistema energético basado en el carbono suministra los combustibles para el transporte y los insumos para lo que él llama los “cuatro pilares” de nuestra economía: hierro, cemento, plásticos y amoníaco. No hay alternativas a gran escala para el uso de productos petroquímicos como materia prima o combustible para el transporte marítimo y aéreo. Pese a la creciente preocupación por el cambio climático, el uso de combustibles fósiles ha aumentado un 20% desde principios de siglo.
Solo hemos dado pequeños pasos para dejar los hidrocarburos. Los eléctricos supusieron el 5% de las ventas mundiales de automóviles en 2021. La energía eólica y la solar siguen aportando solo una pequeña parte de la generación de electricidad. Si hay que fiarse de la historia, es probable que la transición sea dolorosamente lenta. El petróleo, que se extrajo por primera vez en EE UU, Canadá y Rusia en la década de 1850, tardó más de un siglo en superar al carbón. “Las grandes transiciones energéticas”, escribe Smil, “siempre han sido asuntos graduales y prolongados a lo largo de generaciones, y la descarbonización no será una excepción”.
No obstante, los Gobiernos de todo el mundo se han comprometido a reducir drásticamente las emisiones de carbono en las próximas décadas. Smil duda de que este plazo sea factible. Todas las transiciones históricas se han visto facilitadas por el uso del combustible antes dominante. Las primeras minas de carbón británicas usaban madera para sus pozos y puntales, mientras que el carbón se transportaba desde las minas en carros de madera sobre raíles de madera. En el siglo XIX, el acero, producido con coque, era necesario para construir las plataformas petrolíferas y los oleoductos.
Del mismo modo, la transición verde requerirá muchos combustibles fósiles. Los paneles solares chinos se fabrican con electricidad generada con carbón. El problema es que el mercado del petróleo presenta escasez. A medida que los precios de la energía suben, el coste de la inversión en renovables aumenta paralelamente.
Gracias a los recientes avances tecnológicos, el precio de la electricidad generada a partir de las renovables ha alcanzado la paridad con la de los combustibles fósiles. A veces es más barata. Pero la facilidad de almacenamiento siempre ha sido un factor clave para el éxito de las transiciones. No hay un método rentable para almacenar la electricidad producida por la eólica y la solar, cuyo suministro es intermitente. Debido a los caprichos del clima, las renovables en Europa funcionan solo al 20% de su capacidad potencial, según Andy Lees, de MacroStrategy. A medida que aumenta la contribución de las renovables, la intermitencia de su suministro está causando graves problemas en las redes de todo el mundo.
La descarbonización estimulará la demanda de materiales energéticos limpios. Necesitaremos más litio, níquel, cobalto y manganeso para los vehículos eléctricos, vanadio para el almacenamiento de energía, plata y polisilicio para los paneles solares, hierro y zinc para las turbinas eólicas, y cobre para todo. Pero algunos de estos materiales escasean, y no está claro que haya suficientes depósitos de cobre y níquel para satisfacer la demanda prevista.
El litio es un material clave para las baterías de los vehículos eléctricos. Este elemento no es raro, pero su extracción es un negocio complicado y las nuevas minas suelen enfrentarse a la oposición de los ecologistas locales. Si Tesla alcanza su demanda prevista de baterías de iones de litio en 2030, consumiría el 75% de la producción mundial actual de níquel y cuatro veces la oferta actual de litio. En el último año, el coste del litio ha subido mucho, lo que ha hecho aumentar los precios de las baterías.
La invasión de Ucrania y la condición de paria mundial de Rusia complican aún más una rápida transición verde. Rusia no solo es un gran productor de petróleo y gas natural, sino que sus materias primas –zinc, cobre, níquel, etc.– son insumos esenciales para la próxima generación de vehículos de motor. Es el mayor productor mundial de metales del grupo del platino que se usan en los coches híbridos y de hidrógeno. Norilsk Nickel, el gigante minero ruso, es el principal proveedor del producto químico de calidad para las baterías de iones de litio.
Con el ostracismo de Occidente, Rusia podría echarse en brazos de China. Si Pekín consigue un acceso privilegiado a los combustibles fósiles y las materias primas rusas, su propia transición energética podría acelerarse. Pero si las tensiones entre China y EE UU estallan en una ruptura total, a Occidente le resultará más difícil cambiar.
“China es la Arabia Saudí de la tecnología limpia”, afirma el analista de materias primas Sean Maher, de Entext, con sede en Londres. Pekín controla más de la mitad del suministro mundial de baterías de iones de litio, según Maher. Fabrica la mayor parte de los paneles solares. Es también el principal proveedor de las tierras raras, usadas en la fabricación de los imanes de las turbinas eólicas.
El aumento de los costes de las materias primas para la energía verde y los coches eléctricos ralentizará aún más el abandono de la quema de carbono. Dado que las transiciones anteriores han durado décadas, si no siglos, el mundo seguirá dependiendo de los combustibles fósiles en un futuro previsible. En el pasado, las petroleras respondieron al aumento de los precios de la energía elevando la inversión. Pero eso no está pasando esta vez. Según Baker Hughes, el número de equipos de perforación en el mundo, que ronda los 1.600, es menos de la mitad que hace 10 años.
Los políticos afrontan algunas decisiones difíciles. ¿Ayudarán a aliviar el coste de la vida impulsando la oferta de combustibles fósiles, o seguirán en su camino hacia las emisiones netas cero? Además, Occidente debe elegir pronto entre la descarbonización y la desglobalización: no puede tener ambas.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías