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Cómo pueden limitar futuras debacles los mercados de metales

Mejorar la transparencia, los amortiguadores de precios y la comunicación interna evitaría crisis como la del níquel

Parqué de la Bolsa de metales de Londres.
Parqué de la Bolsa de metales de Londres.reuters

El trading europeo de metales está viviendo una limpieza de primavera pendiente. Un mes después de que la Bolsa de metales de Londres (LME) suspendiera las transacciones de níquel y cancelara las operaciones en medio de una épica crisis de liquidez, el Banco de Inglaterra, la Autoridad de Conducta Financiera y la propia LME han puesto en marcha revisiones sobre lo que salió mal. Tendrán que reforzar sustancialmente el marco si quieren sobrevivir a las probables turbulencias futuras.

Como componente clave de las baterías de los coches eléctricos, es probable que la demanda de níquel de calidad suficiente supere a la oferta durante la próxima década, según Bank of America. La pandemia, el estatus de paria del principal productor, Rusia, y el aumento de los precios de la energía, que está paralizando la producción de metales como el zinc y el aluminio, también están obligando a los operadores a agotar los almacenes. La cantidad total de existencias de metal en la red mundial de almacenamiento de LME cayó un 65% en el año terminado en febrero.

La persistencia de los desequilibrios provocará volatilidad, lo que aumenta el riesgo de que se repita la crisis de marzo. Para que las revisiones sean creíbles, es necesario que se admita con franqueza lo que salió mal. Un gran problema es que los jefes de la LME solo podían ver un quinto de la posición corta total del productor chino Tsingshan, porque el grupo había realizado operaciones over-the-counter (OTC) con varios bancos. Con una mejor información, LME podría haber tomado medidas previas. Pero las revisiones también tienen que explicar por qué la cámara de compensación LME Clear tardó en imponer requisitos de margen más altos incluso después de que los medios de comunicación ya indicaran la magnitud de la posición corta.

Un paso clave sería garantizar que las normas de LME se ajusten a los cambios en el mercado, como la incorporación a las operaciones del arrabio de níquel, que cada vez más podrá transformarse en níquel de alta calidad. LME también tendrá que mejorar sus amortiguadores. Ya ha hecho mejoras, como imponer límites diarios del 15% a los movimientos de precios. Pero las normas de transparencia deben reforzarse. La Bolsa ha exigido a los clientes de níquel que revelen sus posiciones en el mercado OTC, pero eso debería aplicarse también a otros metales. Por último, LME debe acelerar la comunicación entre sus departamentos, como LME Clear.

Todo esto ayudaría a tranquilizar a los usuarios para que se queden en LME, en lugar de irse a rivales como la Bolsa de Futuros de Shanghai. Pero también necesitarán fe en el criterio de LME, que es precisamente lo que acaba de perder. LME ha hecho pocos cambios en su gestión desde la debacle. El CEO, Matthew Chamberlain, será sustituido por alguien de la casa. Podría ser mejor incorporar nuevos directivos y consejeros.

Asimismo, el dueño, Hong Kong Exchanges and Clearing, debe garantizar al mercado que LME actúa en beneficio de todas las partes interesadas. Si considera que el trading de metales es más problemático de lo que vale, debería estudiar la posibilidad de venderlo a un dueño creíble como Intercontinental Exchange, o incluso abrir la propiedad a los principales bancos y empresas de materias primas mediante algún tipo de remutualización.

Si los operadores consideran que ya no es posible un mercado sólido y duradero, podrían retirarse. Ello continuaría una tendencia que ha visto caer en picado el número total de operaciones circulantes de aluminio, níquel y zinc, y aumentaría la posibilidad de que Londres cediera su liderazgo en el trading de metales a sus rivales. También convertiría en un dolor de cabeza la reciente volatilidad de algunos de los materiales más vitales para la descarbonización.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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