Cómo afecta a la factura de la luz el agravamiento del conflicto en Ucrania
El encarecimiento del gas se traslada al consumidor por el mecanismo de fijación del precio de la luz y por las características de la factura
La presión sobre el mercado mundial del gas, que se ha producido con la reactivación económica en el último tramo de la pandemia, ha visibilizado lo vulnerable que hace a Europa su dependencia del gas. En España, por ejemplo, casi tres de cada 10 megavatios producidos en 2021 dependieron del gas, utilizado como materia prima en tecnologías como la cogeneración y el ciclo combinado, de acuerdo con los datos de Red Eléctrica. Y aunque el principal proveedor de la península es Argelia, un 10,5% del suministro de esta energía depende de Rusia. Y, lo que es más importante a efectos del consumidor, la subida de precios internacionales del gas castiga con dureza particular a los suministros españoles.
Es por la vía del precio por la que la tensión en Ucrania depara precios récords en el mercado de electricidad que se trasladan a la factura. Enero cerró con una factura media de 133,06 euros, para los usuarios con tarifa regulada (PVPC), de acuerdo con el análisis de Facua-Consumidores en Acción.
La batalla europea por la soberanía energética
Especial sobre la crisis energética europea: contexto, las causas, las consecuencias y los escenarios
¿Cómo se produce este contagio, y cómo podría agravarse? El mecanismo es sencillo. Rusia cierra parcialmente el grifo del gas, lo que obliga a Europa (en particular a Alemania y los países de Europa central) a buscar fuentes alternativas: no solo para el consumo diario (mayor en invierno), sino también para evitar que los almacenes estratégicos (en niveles por debajo de la media) se vacíen y aparezca el fantasma del desabastecimiento. Esta mayor demanda choca con una oferta estable, lo que implica precios más altos.
Ahora bien, solo una parte de la generación eléctrica depende del gas. Las renovables (eólica, hidroeléctrica y solar) y la nuclear suponen el resto del mix energético. Pero entra aquí el mecanismo de fijación de precios. En España, y en toda Europa, el precio de la electricidad se fija a través de subastas diarias para cubrir la demanda prevista para el día siguiente. Los generadores ponen energía a la venta y los compradores adquieren primero la más barata (la solar y eólica, cuyo coste variable es cercano a cero) y después las más caras (nuclear, carbón o gas). Pero el precio lo fija la energía más cara en entrar al sistema, que estos meses está siendo el gas natural.
Así, en la práctica el precio que pagan los ciudadanos por la luz, que se subió un 72% en 2021 según los datos del INE, es una derivada del precio del gas, en su condición de tecnología más cara y dado que, salvo circunstancias climáticas excepcionales, las otras fuentes no cubren el mercado. La generación con gas también se encarece por el coste de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero. Y, para terminar el cóctel en España la tarifa regulada de la electricidad recoge de inmediato los precios del mercado mayorista. Así, aunque España dependa marginalmente del gas ruso, los hogares españoles han sido, y serán, los primeros en notar las tensiones bélicas a varios miles de kilómetros de distancia.