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Alfredo Ferre: “La sociedad puede cambiar a través del sonido”

Combina la música clásica con la sonoterapia y las canciones corporativas

Alfredo Ferre.
Alfredo Ferre.

Desde que, con ocho años, eligió el violonchelo, no ha dejado de recibir premios internacionales, como el galardón Antonio Janigro de Zagreb (Croacia) o el Jean Nicholas Firmenich del Festival de Verbier (Suiza). Pero la relación de Alfredo Ferre (Elda, Alicante, 1994), apodado Onomeya, con la música ha evolucionado con el tiempo. Ahora combina su vertiente clásica con la sonoterapia y la composición de canciones corporativas. Reside en Suiza, pero del 26 al 30 de diciembre volverá a España para participar en una serie de sesiones en Masqi, un hotel destinado a la desconexión.

R. ¿Siempre tuvo claro que quería dedicarse a la música profesionalmente?
R. La relación con la música me viene desde muy pequeño, mi madre es pianista y a mi padre le encanta la música clásica. Al entrar en el conservatorio me decanté por el violonchelo y cuatro años después, con 12 añitos, yo ya sabía que quería tirar por ahí. Cada año, la relación con la música se ha ido transformando y se han ido abriendo nuevas formas de encontrarme con ella, tanto con la composición como con el sound healing [sonoterapia].
R. ¿En qué consiste exactamente el sound healing?
R. Yo empecé en todo esto por la influencia que tiene el sonido en mí, con el chelo. El sonido es vibración y con las ondas podemos sanar bloqueos emocionales, relajar muchísimo el cuerpo, llevarnos a un estado de calma... Hago sesiones individuales y grupales en las que combino los cuencos tibetanos, que son unos instrumentos con una vibración muy potente, con mi voz y con el chelo. La persona o el grupo que viene se tumban en el suelo, en una esterilla de yoga, y reciben la sesión tumbados. Doy una pequeña meditación y comienzo a sonar. En realidad, no dista tanto de un concierto.
R. Cada vez se pone más el foco en el bienestar, también desde el ámbito de la empresa.
R. Sí, de hecho, con mi socia, Zofia Neugebauer, estamos justo lanzando un proyecto muy potente destinado a empresas. Busca crear una armonía entre las personas. Al final, si todos los trabajadores están en la misma sintonía, se funciona mejor. Este tipo de sesiones son algo muy interesante para que las empresas trabajen más armónicamente. Son similares a las grupales, pero se realizan en las instalaciones de la empresa. Lo bueno de los cuencos tibetanos es que se pueden transportar, nos movemos a diferentes ciudades, incluso a otros países.
R. ¿Qué resistencias ha encontrado?
R. La verdad es que sí que me siento bastante emprendedor, estoy haciendo algo innovador con esto del sound healing, pero nunca me ha costado llevarlo a cabo. Creo que es porque es algo que el mundo necesita ahora mismo. Es lo que ha pasado con el yoga y la meditación, estamos en un momento en el que la gente lo está pidiendo a gritos, por eso el sound healing se ha dado con bastante facilidad. El reto para mí ha sido cómo explicarlo, es algo que hay que experimentar. Hay personas que tienen ciertas reticencias, pero al final es algo supernatural. Es como un concierto clásico: cuando entras tienes menos energía que cuando sales.
R. ¿Va más allá del sound healing?
R. Sí, el poder que tiene el sonido y la música sobre nosotros es tremendo. No nos damos cuenta, pero vivimos rodeados de sonido las 24 horas. Desde el pódcast que nos ponemos por la mañana a lo que vamos escuchando mientras caminamos por la calle. Elegir bien lo que escuchamos tiene muchísima influencia en nuestro estado de ánimo y en cómo nos encontramos con nosotros mismos. Gran parte del cambio que se puede dar en una sociedad es a través del sonido. La música que se escucha en cada época refleja cómo está la sociedad en ese momento. Un ejemplo es el rock o la electrónica dura, es como si la sociedad gritara un cambio. Creo que una música más armónica y más natural puede ayudarnos mucho a todos.
R. También compone música electrónica.
R. Sí, tengo un estudio de grabación en Basilea, donde produzco canciones para vídeos corporativos de empresas. Intento incluir estos principios también en esta música, que sea una electrónica que te haga sentir mejor. Lo primero es intentar encontrar la esencia de la empresa, el mensaje, y después, plasmarlo en la música. Es como una banda sonora en la que cada personaje tiene su propio tema y cuando suena, te acuerdas de él. También hay que conseguir que cada movimiento y cada sonido vaya con la imagen del vídeo. Esta sincronía es muy tranquilizadora. A raíz del Covid, he aprovechado para potenciar este segmento.
R. Llega a más gente.
R. Claro, porque estos vídeos los ve muchísima gente, personas de todo tipo. Ahora hay unas músicas, las que conocemos como de librería, que son unas canciones ya predeterminadas, que están bien, pero pierden la esencia de la identidad. La música deja de ser para un determinado cliente. Ves los vídeos de una empresa como Apple y consiguen que te conmuevas aunque no sepas de qué están hablando porque es puro arte, pura poesía. Esto es lo que mueve el mundo, pero desde una posición muy inconsciente, y casi no nos damos cuenta.

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