La crisis de materiales expone la dependencia industrial europea
La falta de suministros de microchips pasará factura este año al sector del automóvil, que ha rebajado sus previsiones de fabricación de vehículos nuevos
La industria del automóvil ha sido uno de los sectores especialmente golpeados durante el año de la pandemia y todo apunta a que, de momento, seguirá afrontando dificultades también en el año de la recuperación. La crisis de materias primas y componentes de equipo que se ha desatado en los últimos meses en el mercado mundial, con un encarecimiento exponencial de los precios y serios problemas de suministro, ha generado cuellos de botella en distintos sectores industriales, entre ellos, el del automóvil, hasta el punto de obligar a realizar paros en las plantas de ensamblaje. Como adelantó ayer el presidente de la patronal Anfac, José Vicente de los Mozos, en la inauguración del Automobile de Barcelona, la falta de suministros de microchips pasará factura este año al sector, que ha rebajado sus previsiones de venta de vehículos nuevos desde 925.000 a 900.000 unidades, una cifra que supone un 25% menos que en 2019 y que es solo ligeramente superior a la del año pasado.
La escasez de semiconductores no es un problema privativo de España, ni siquiera de Europa, sino que forma parte de la crisis de desabastecimiento que vive la economía mundial tras el Covid-19. El reinicio masivo de la producción industrial, tras meses de paralización, ha generado un fuerte desequilibrio entre oferta y demanda en el mercado, lo que ha disparado los precios de las materias primas y de los componentes de fabricación. Como explicó el presidente de Anfac, el sector del automóvil solo acapara entre un 10% y un 15% del suministro global de chips, la mayor parte de los cuales son utilizados por el sector tecnológico, especialmente en el sudeste asiático y EEUU. Como en otros sectores, la crisis ha evidenciado la fuerte dependencia europea no solo en materias primas y energía, sino también en estos materiales. Iniciativas como la de Bosch, que ha inaugurado una fábrica de semiconductores en Dresde, con una inversión de cerca de 1.000 millones de euros, el mayor gasto individual en la historia de la compañía, señala cuál es el camino que debe seguir Europa para reducir su enorme dependencia exterior en el marco de una economía cada vez más competitiva.
Más allá de esa reflexión, que implica un cambio estratégico de política industrial para el conjunto de la UE, las dimensiones que está adquiriendo la crisis de oferta en el mercado de las materias primas y de los componentes, que se suma a la desbocada escalada del coste de la energía, elevan el riesgo de un efecto contagio de costes al conjunto de la economía. Se trata de un riesgo real y latente, con capacidad suficiente para arruinar la buena marcha de la recuperación económica, que es necesario vigilar seriamente y con extrema atención.