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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El verano echa un cable a los ERTE, aunque no puede con todo

Queda articular mecanismos para facilitar la recolocación o formación de las personas sujetas a suspensión de actividad

CINCO DÍAS

Los rendimientos marginales decrecientes son un concepto económico que encaja bien con el sentido común, o al menos lo hacía en el mundo anterior a las economías de agregación. A medida que se añaden factores productivos a una determinada actividad, el rendimiento de estos factores decrece. El planteamiento se aplicó inicialmente a la producción agrícola; después, con algo más de dificultad, a la industria, donde los rendimientos de la producción son, inicialmente, crecientes, pero tienden a decrecer tras alcanzar un punto óptimo.

El ministro Escrivá relató este martes cómo la temporada de verano sigue absorbiendo trabajadores sujetos a ERTE, algo de lo que todos debemos congratularnos, si bien en este caso la ley de los rendimientos decrecientes supone un obligado baño de realidad. Desde mayo hasta esta semana el sector de hostelería (alojamiento, bares y restaurantes) ya ha absorbido 91.000 empleados sujetos a ERTE. En temporada alta (julio y agosto) a un ritmo de unos 15.000 por semana.

No obstante, cabe esperar que según pase el tiempo la dificultad de recuperar empleados crezca: las empresas retiran de los ERTE a los empleados a medida que la recuperación de la actividad genera ingresos. Los hoteles con más visos de llenarse en agosto abrirán antes; los que renqueaban en 2019 seguirán de obras o reabrirán a medio gas.

Como explicó el propio Escrivá, habrá empleos no recuperables, ya sea por insuficiencia de la demanda, ya sea por cambio de hábitos o medios de producción que dejan los puestos obsoletos. A las empresas no les es rentable recuperar la actividad o el nivel de empleo. La mejora orgánica de la economía ha devuelto al día a día a decenas de miles de personas en los últimos meses, pero no se puede confiar en que así sea para los 300.000 empleados aún sujetos a suspensión. Han cambiado demasiadas cosas como para que todo el empleo vuelva solo. Y el acrónimo ERTE incluye la palabra “temporal”.

Que no vuelvan esos empleos no implica que esas personas no sepan trabajar. Queda en el tejado de los ministerios de Inclusión y Trabajo, de la mano de los agentes sociales, articular mecanismos que combinen la protección del trabajador con fórmulas para facilitar la recolocación, formación o reciclaje de las personas sujetas a suspensión de actividad. La vía de los ERTE ha mitigado con gran éxito el impacto social y económico de la pandemia (a costa del erario). La estrategia de salida debe tener en cuenta una variable adicional, aunque, obviamente, cada puesto de trabajo que se recupera merece una celebración.

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