El Gobierno debe defender la imagen de España como destino turístico
La salida de esta crisis no se producirá hasta que la pandemia esté bajo control y hasta que el resto mundo lo crea
Cuando parecía ya que el vía crucis que ha atravesado la industria turística española en el año de la pandemia comenzaba a llegar a su fin, el horizonte vuelve a oscurecerse para un sector que está viviendo lo que puede considerarse ya como la peor crisis de su historia. La recomendación que Francia ha realizado a sus ciudadanos para que eviten viajar a nuestro país, que se suma a las restricciones de Alemania sobre 17 provincias españolas, amenaza con frustrar por segundo año consecutivo la campaña turística de verano. Aunque Londres ha anunciado que levanta las limitaciones a los británicos el 19 de julio, es difícil prever cómo puede evolucionar la situación en los próximos días y hasta qué punto se puede confiar en que el criterio de Reino Unido se mantenga estable.
La industria respondió ayer con firmeza unánime frente a lo que considera el resultado de la deformación que están llevando a cabo los medios internacionales de la situación epidemiológica real de España, y ha exigido al Gobierno una campaña de comunicación que combata la idea errónea de que el país es el “foco mundial” de contagios de Covid-19. Pese a que los datos muestran que la incidencia ha crecido en algunas comunidades autónomas, a las patronales no les falta razón al señalar que la presión hospitalaria y los fallecimientos han descendido sustancialmente y que los contagios han crecido en una franja muy concreta de la población, la de los jóvenes, razón por la que exigen que la vacunación se extienda a los menores de 25 años.
Tanto los repuntes de incidencia, que apuntan a una prematura y excesiva relajación de las medidas de contención, como la demonización internacional de España como destino de alto riesgo epidémico evidencia una pésima gestión de la pandemia, con desastrosos resultados que no solo están dañando al turismo, sino al conjunto de la economía. Entre las razones que pueden explicar este fracaso destaca la ausencia de un marco legislativo común que sirva de referencia para el control de la epidemia en todo el territorio nacional y evite dejar su gestión en manos de 17 gobiernos autonómicos, una circunstancia que no ayuda a transmitir una fotografía de España como país dotado de una política sanitaria coherente. A ello se une la pasividad inexplicable del Gobierno a la hora de contrarrestar, con todo el peso de la diplomacia, el sobredimensionamiento que se está llevando a cabo de la incidencia real de la enfermedad, con lo que ello supone para la recuperación económica del país. A estas alturas, con más de un año de experiencia de lucha contra el Covid-19, el Ejecutivo parece no haber comprendido aún que la salida de esta crisis no se producirá hasta que la pandemia esté bajo control en el país y hasta que el resto del mundo lo crea.