El Museo Guggenheim revive en Bilbao los locos años 20
La pinacoteca busca con 300 obras conectar esta década de creatividad y desenfreno con la actualidad, a través de una escenografía de Calixto Bieito
Los locos años 20, esa década del siglo XX que muchos desean que se vuelva a repetir una vez se supere la actual pandemia. Fueron años de innovación, en los que se desarrollaron planteamientos progresistas en diversos aspectos: se concibieron ambiciosos planes urbanísticos, con la expansión de las ciudades, se cuestionaron los modelos sociales tradicionales e instituciones como el matrimonio, las mujeres exigieron autonomía e independencia, tras acceder a profesiones más cualificadas, y comenzaron a ocupar un papel en la cultura y la política, la jornada laboral se adecuó a las necesidades de los trabajadores, mientras paralelamente prosperaba una creciente industria del ocio, y una movilidad más democrática impregnaba las esferas de la vida cotidiana.
La exposición Los locos años 20, que se muestra en el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el próximo 19 de septiembre, con el patrocinio de BBK, se centra en Berlín y París, donde se generó este fenómeno, pero incluye también miradas a otros núcleos de vanguardia, como Viena y Zúrich. La exposición, que ya se ha mostrado en el Kunsthaus de Zúrich, recoge 300 piezas de arte, objetos y documentos que dan fe del vibrante momento, reflejado en diferentes disciplinas, como la moda, el mobiliario, la arquitectura, el cine, la fotografía o la danza, indicadores de una nueva forma de vivir. "Estos años supusieron una explosión de creatividad, de liberación erótica, de pulsión sexual y de feminismo, pero también de lucha, trauma y economía salvaje y despiadada", explica la curator del Guggenheim, Petra Joos.
Varias obras recogen la gran transformación de las mujeres de la época, según especificó una de las comisarias de la exposición, Cathérine Hug, reflejada en el corte de pelo a lo garçon, en el desnudo de los brazos o en el largo de los vestidos a la altura de las rodillas, dado que muchas iban en bicicleta o empezaban a conducir.
De la puesta en escena se ha ocupado el dramaturgo y director artístico del Teatro Arriaga, Calixto Bieito, encargado de establecer un diálogo entre las artes plásticas y las artes escénicas, “un canto a que todo es posible”, aseguró durante la presentación, en la que recalcó su elección de los colores que inundan las siete secciones en las que se reparte la muestra, además de la proyección en el techo del documental Berlín: sinfonía de una gran ciudad (1927), de Walter Ruttmann.
La primera de las salas ofrece el testimonio del trauma del fin de la guerra y de la pandemia de la más llamada gripe española, que se extendió hasta 1920. Fue el germen del desenfreno que llegó a partir de ese momento, tal y como describió el pintor Fernand Léger en 1924: “Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra”. Precisamente, él junto a otros artistas, como Hans Richter, fueron artífices del impulso del cine y de la fotografía, aunque los experimentos más audaces llegaron de la mano de Man Ray y László Moholy-Nagy.
También se exhibe en una impecable composición sillas icónicas de Le Corbusier, de Marcel Breuer o de Mies van der Rohe, la influencia de los alumnos de la Bauhaus, hasta tres percheros, tres perchas para otros tantos vestidos de Mondrian, comparten espacio con obras, como Ciudad, de Josef Albers; Ritmo 23, de Hans Richter, hasta los retratos Otto Dix o Christian Schad.
Una mirada al cuerpo también es objeto de reflexión, a través de nuevas formas de percepciones y formas de danzas, a través de figuras como Suzanne Perrottet y Rudolf von Laban, precursores de la danza expresionista en Alemania. Precisamente, uno de los retos de la actual década es cómo lograr el equilibrio entre el cuerpo, la mente y la sociedad. Y la danza es una metáfora idónea para lograrlo, tanto en los años 20 del siglo XX como en la actualidad. En esta sección se exponen obras contemporáneas de Rashid Johnson y Shirana Shahbazi, que reflejan el discurso actual.
Pero si por algo se caracterizaron esos locos años fue por los bailes nocturnos y cargados de sensualidad, tanto en París como en Berlín, cerrando la muestra con una de las figuras más destacadas como fue la bailarina Josephine Baker, convertida en una célebre estrella internacional.