España, el país de la Unión Europea donde más crece la desigualdad salarial
Sectores como el de la salud, la tecnología y la economía verde serán los grandes empleadores de los próximos años. La brecha entre economía formal e informal y la existente entre trabajadores temporales e indefinidos seguirá creciendo
El mundo de las relaciones laborales ha atravesado una nueva época de grandes cambios. Y todavía sigue y seguirá haciéndolo. A las grandes tendencias que venían influyendo sobre este aspecto se le añadió el virulento golpe de la pandemia. El resultado: en medio de la paralización de la vida tal y como se conocía, el mundo laboral continuó avanzando sin esperar a nada o a nadie. Muchos perdieron el empleo en mitad de la parálisis de la economía, otros trabajan de formas muy diferentes a como se venía haciendo en la última década, mientras que una parte continúa desempeñando su actividad de forma más parecida a la normalidad pero con el añadido de medidas sanitarias extra. Al igual que en otros campos, la pandemia ha acelerado las tendencias años y las ha condensado en uno de especial intensidad. La cuarta revolución industrial, la evolución de los distintos sectores, el auge del teletrabajo, el aumento del paro, la dualidad y la polarización del mercado laboral, la economía de plataformas o el poder de los sindicatos son algunas de las cuestiones que se deben tener en cuenta si se quiere ver qué cabe esperar del mundo laboral tras el virus.
Punto de origen
Los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dan cuenta de la situación laboral. El paro a nivel mundial creció en 2020 hasta el 6,5% desde el 5,4% de 2019. América fue la región que peor lo hizo, con un incremento del desempleo de 3,1 puntos porcentuales, y África y Asia fueron las menos castigadas en este aspecto. De forma más concreta, la tasa de paro de España finalizó el año pasado según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el 16,13%, cuando marcaba a finales de 2019 un 13,78%. Se observa una cierta recuperación en comparación con el golpe inicial de la pandemia.
No obstante, cerca de cumplirse un año de que el estallido del Covid-19 obligara a la total paralización de la economía española, todavía se siguen sintiendo los efectos del terremoto y continúa la tarea de evaluar sus efectos. Según los datos recogidos por la OIT en su informe en el que se evalúa la evolución de los sueldos en 2020, además de los enormes daños sanitarios y la evidente pérdida de empleos, la pandemia dejó en su momento inicial una España más empobrecida y más desigual.
La OIT estableció una comparativa entre el primer trimestre de 2020 y el segundo que medía varios indicadores de una serie de países europeos. España fue el segundo Estado de Europa con una mayor caída de la masa salarial total (el conjunto de retribuciones que reciben los trabajadores de un país), mientras que fue el primero en lo que a aumento de desigualdad salarial se refiere, si se tiene en cuenta el dinero que gana la parte más rica de la población respecto al obtenido por la parte más pobre.
En concreto, la masa salarial cayó un 12,7%. Del descenso, un 3% se debió a pérdida del puesto de trabajo y un 9,7% a reducciones de horas trabajadas, donde se incluyen los ERTE. Además, la diferencia entre lo que gana el percentil 9 (que incluye al 10% de la población que más gana) y los salarios percibidos por los trabajadores pertenecientes al percentil 1 (el 10% de la población que menos gana) es la mayor en Europa. Esto significa que la brecha entre ambos grupos siguió haciéndose más grande, siendo España el país en el que más incrementó esa diferencia por culpa de la pandemia.
Luz Rodríguez, profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha, destaca cómo en España el Covid se ha cebado con los más vulnerables. “La pandemia ha influido mucho en el mercado de trabajo. El daño más evidente es que ha provocado una gran pérdida de empleo. Lo ha causado en los empleos más vulnerables. Se ha destruido principalmente empleo temporal y el indefinido se ha preservado mediante medidas de flexibilidad interna como los ERTE”. Los ERTE son una medida española que consiste en una suspensión temporal de empleo durante la cual el Estado asume el pago del 70% del sueldo del trabajador.
Automatización
El debate principal sobre la automatización gira sobre cuántos empleos se destruirán y cuántos se generarán. Javier Blasco, director de Adecco Group Institute, pone cifras sobre la mesa. “El Foro Económico Mundial ya dijo en su momento que la previsión era que de aquí a 2025 se iban a crear entorno a 133 millones de puestos de trabajo y se iban a destruir 75 millones". Como aporte de cautela, Blasco dice que hay que ver qué ocurre con esos puestos de trabajo que se pierden debido a la automatización y que ahí deben entrar en juego los sistemas de protección social y la recualificación de los trabajadores.
Ignacio de la Torre, economista jefe de Arcano Partners, afirma que, junto con la deslocalización de empresas, la robotización está detrás en gran medida de la pérdida de poder negociador del trabajador respecto al empleador. El experto hace un repaso de los sectores que más pueden verse afectados en el corto plazo por la automatización y, sobre todo, ve “amenaza” en la industria, en el transporte por carretera debido a la llegada de camiones autónomos y dentro del sector servicios, una actividad más difícil de automatizar, según los expertos, en los empleos relacionados con call centers.
Los tres analistas consultados para este artículo coinciden al señalar que la educación de los trabajadores es clave para evitar la parte más negativa de la automatización. Blasco lamenta que España siempre ha ido muy rezagada en lo que a reciclaje laboral se refiere a causa, entre otras cosas, de la debilidad endémica en las políticas activas de empleo. Rodríguez pone en relieve el aspecto positivo de que la pandemia ha dejado patente que las máquinas difícilmente podrán suplir en su totalidad a los humanos, debido a que en la crisis sanitaria el bienestar dependió en última instancia de trabajadores humanos, como son los médicos, los comerciantes o los policías. De la Torre apunta que, aunque en el largo plazo esta irrupción de las máquinas no tiene que ser una preocupación por sí misma porque se acaban generando más empleos, el problema está en que mientras se generan esos empleos puede haber un aumento en la convulsión social, porque no es fácil reentrenar a todos los trabajadores.
Dualidad y polarización
A la par que la automatización continúa avanzando, las brechas dentro del mundo laboral se ensanchan. Y seguirán creciendo. Dentro de la conocida como dualidad del mercado laboral, en los países desarrollados la brecha está entre los que tienen contrato indefinido y los que encadenan contrato temporal tras contrato temporal. En los países todavía en desarrollo, a esta dualidad se le añade la de aquellos que están en la economía informal y los que sí tienen contrato.
Aparte se sitúa el fenómeno de la polarización, que, según detalla Rodríguez, consiste en que, por un lado, los trabajos relacionados con la tecnología están mejor pagados y tienen mayor prestigio social; en cambio, los ligados a sectores más tradicionales o que requieren una menor cualificación están peor pagados y menos reconocidos a nivel social. En referencia a esa dualidad entre trabajadores que tienen contrato indefinido y los que encadenan temporales, Rodríguez piensa que la solución no es quitar derechos a los que tengan contratos indefinidos, sino apostar por una acción regulatoria audaz en este tema, “algo que hasta el momento no se ha hecho en España”.
Blasco asegura que España es un ejemplo de país que tiene un problema muy grave en dualidad laboral. El experto recuerda que de cada 100 contratos nuevos que se firman, 93 son temporales. E incide en que en muchos casos se comete fraude en la contratación y se opta por el contrato temporal de forma inadecuada con el fin de ahorrar dinero, lo que contribuye a que se demonice este tipo de contrato y se asocie a la precariedad. “Esto debe ser perseguido”, comenta.
El director del instituto de Adecco da una descripción nítida de lo que ocurre: “Cuando se tiene que despedir gente se echa primero al que tiene menor antigüedad, que es el joven, y al que gana menos, que también es el joven”. Para atajar este problema, cree que, primero, hay que terminar con el elevado paro estructural, porque si se intenta atajar primero la temporalidad sin resolver primero el cómo crear empleo, se corre el riesgo de volver incluso a un crecimiento del empleo informal en países como España. “En los próximos meses vamos a ver un aumento de la presencia del trabajo no declarado incluso en España”, prevé.
Empleadores del futuro
Blasco da una pista de qué sectores pueden ser los grandes generadores de empleo en los próximos años. “Hay sectores que van a seguir creciendo, pero que no van a ser, por así decirlo, los sectores tractores del empleo. Van a seguir teniendo una gran importancia el sector de la educación, el del transporte, el logístico, la construcción o la industria. Salud, agricultura, energía y tecnología y toda la industria ecológica o sostenible van a ser los motores más importantes”, adelanta.
Economía de plataformas, o 'gig' economy
Los modelos laborales en los que se basan las catalogadas como nuevas plataformas de trabajo están en el punto de mira de la justicia. En enero, un tribunal barcelonés decretaba que los repartidores de Deliveroo son falsos autónomos. El último golpe lo ha recibido Uber. El tribunal Supremo de Reino Unido también determinó el pasado 19 de febrero que sus trabajadores son empleados y que no deben ser contratados como autónomos.
Luz Rodríguez describe al respecto de este mundo y su supuesto auge que en realidad, no hay tanto auge como la cantidad de debate que suscita cabría invitar a pensar. "Si te das cuenta, si miras el panorama español y el europeo, ese mundo de la gig economy tampoco ha crecido tanto. Está dentro de la literatura, todo el mundo habla de que vamos a caminar hacia allí, pero la realidad aún no se ve. De hecho, he cotejado el número de contratados independientes de la EPA y no ha habido un crecimiento destacado de este colectivo. Hay un informe de la agencia europea Eurofund que también lo pone de relieve a nivel europeo. En números no ha crecido considerablemente".
La académica insiste en que en la literatura está esa idea de que cada vez más se contratará por tareas, pero no se ve en el mundo real. "El martes se presentaba un informe mundial sobre la economía de plataformas por parte de la OIT. Se decía que este trabajo está creciendo pero también es cierto que hay mecanismos para que este crecimiento de la economía de plataforma no se traslade necesariamente a un crecimiento de las malas condiciones de trabajo y de la desprotección social. No veo un crecimiento demasiado pronunciado de esta economía en el futuro. Me parece un concepto muy estadounidense. En Europa está, pero no es hegemónica ni mucho menos.Sea cual sea la clasificación que se de al trabajo, si son asalariados o contratantes independientes, lo más importante es que tengan derechos laborales y de protección social".
Sindicatos
El apartado sindical ha vuelto a ganar mayor relevancia, al menos, desde el punto de vista de su poder a la hora de intervenir en la regulación. "En España en este momento no están perdiendo poder precisamente. Uno de los puntos de los más subrayados de la crisis es que todas las medidas para afrontar la pandemia han sido fruto del diálogo social, y en el diálogo social están los sindicatos y los empresarios", sostiene Rodríguez. "Si esta reflexión sobre el descontento con los sindicatos se hubiera hecho hace unos años quizás mi respuesta hubiera sido otra. Hace dos años había cierta desafección entre la población trabajadora y las organizaciones sindicales. Ahora han recobrado un papel de primera línea de fuego".
Además de su poder sobre la negociación, también otro factor clave es la representatividad. Esto es el número de afiliados. Los últimos datos disponibles en la OCDE sobre porcentaje de representatividad sindical por países están desactualizados. La última cifra corresponde a 2018, y no sirve para dar una idea de qué ha ocurrido más recientemente con la afiliación, no obstante, sirve para ver la tendencia que había por aquel entonces. En 2007, antes de la anterior gran crisis, estaban afiliados a sindicatos un 16,3% de los trabajadores. En 2009, cuando la situación ya había estallado, la densidad sindical creció dos puntos hasta alcanzar el 18,3%. Desde entonces, paulatinamente fue reduciéndose hasta llegar al 13,6% de 2018, su nivel más bajo desde el inicio de la serie de datos en 1998. Si se repitera el patrón en las crisis, cabría esperar un aumento de la afiliación.
"Los sindicatos han perdido muchísima representatividad en los últimos años, lo que no quiere decir que en la práctica tengan menor poder negociador. Aunque tengan poca representación, la legislación les otorga el papel de mediadores aunque solo tengan afiliado el 2% de una empresa. Una cosa es el poder que tienen y otra la representatividad, que ocurre lo mismo con los empresarios. Negocian las patronales que a lo mejor tienen pocas empresas pequeñas afiliadas a esa patronal", asevera de la Torre.
Teletrabajo
El Covid obligó forzosamente a que muchos empleos se llevaran a cabo desde el hogar. “Una discusión muy importante es si a futuro vamos hacia un teletrabajo total, si todo volverá a ser como antes o si nos dirigimos a un modelo híbrido por el que un par de días se trabaje en la oficina y el resto de la semana desde casa. Estoy convencido de que el modelo que va a imperar es el último”. opina de la Torre.
El economista manifiesta que el teletrabajo puro aumenta la jornada laboral, difumina la frontera entre la vida personal y profesional y no es bueno para la productividad: “En general, el entorno de productividad, que es el de creatividad, se da más en presencia física”.
Una tendencia que el teletrabajo ha puesto sobre la mesa es la de la deslocalización de la fuerza de trabajo. Esto no es otra cosa que las empresas llevándose los empleos a otros países al contratar a personas para trabajar en las compañías desde la distancia, sin importar el lugar de trabajo. “Hay ejemplos muy anecdóticos por el momento de deslocalización de fuerza de trabajo. Uno de ellos es el de Facebook, que dijo que la gente trabajara donde quisiera, y así también lo ha anunciado Salesforce. Mucha gente juzga la realidad económica basándose en iconos que no son representativos del conjunto de la economía. Un trabajador de Facebook a lo mejor tiene un salario medio de 180.000 dólares y una formación muy avanzada, y quizá consiga trabajar siendo muy productivo desde donde quiera. Pero el tejido medio de una economía son pequeñas empresas, y coger una pequeña empresa y hacer que funcione bien cada uno trabajando desde un continente o un pueblo no funciona”, concluye De la Torre al respecto.
Previsiones
El experto de Arcano Partners prevé que los mercados de empleo recobrarán la normalidad para el primer semestre de 2022. En el caso de España, sería en el segundo semestre de ese mismo año. Ignacio de la Torre hace una última previsión sobre cómo evolucionará la balanza de poder entre trabajador y empresario. Si bien la automatización y la deslocalización decantaron la balanza del lado de la compañía, hay tendencias que pueden jugar a favor del empleado. De un lado, el conocido como insourcing, que es la vuelta de las fábricas a los países de origen en busca de simplificar las cadenas de suministro. La otra tendencia es el invierno demográfico, con cada vez menos trabajadores disponibles a medida que se jubila gran parte de la población activa.