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EE UU y China se alinean con Europa y aceleran el cambio en el negocio del petróleo

La demanda de crudo sufrirá una drástica caída a mediados del siglo, según los expertos

Getty

El pasado más reciente y el presente de la industria petrolera están dominados por la transformación energética. “Es difícil encontrar compañías que no estén posicionadas al mismo tiempo en otro tipo de fuentes energéticas como el gas, en sus distintas vertientes, y muchas de ellas incluso en otros negocios alternativos no relacionados con combustibles o materias primas”, explica May López, profesora de OBS Business School.

Algunas empresas, además, han visto en la pandemia una oportunidad para acelerar su compromiso con el planeta. El consejero delegado de Cepsa, Philippe Boisseau, manifestó en el IX Simposio Empresarial Internacional de Funseam (Fundación para la Sostenibilidad Energética y Ambiental), celebrado a inicios de mes de forma telemática, que “este periodo nos brinda la ocasión de seguir trabajando en la transición energética de manera intensa”. El ejecutivo anunció que en los próximos meses va a “desvelar una nueva estrategia que supondrá un giro verde en nuestra actividad”. “Con la llegada de la vacuna y la recuperación económica vamos viendo la luz al final del túnel”, subrayó.

También, nada más empezar el año, Lightsource BP, la filial de renovables de la petrolera británica, adquirió una cartera de proyectos de 1,06 gigavatios (GW) distribuidos por toda España a RIC Energy, un desarrollador de proyectos fotovoltaicos con presencia internacional. El sector, en conjunto, está trabajando para implantar ese cambio que precisa la actividad para conseguir una Europa descarbonizada en 2050, tal y como establece el Pacto Verde Europeo. Dicho objetivo es el que marcará el futuro de la industria. Un devenir donde mucho tendrán que ver Estados Unidos y China.

Pictet AM prevé inversiones millonarias en
los próximos años

La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca supone la vuelta de EE UU al Acuerdo de París, tras el carpetazo de Donald Trump. “Es un cambio de dirección en un momento crítico para la diplomacia climática mundial”, comenta Stephen Freedman, de Pictet AM. “La alineación de EE UU, impulsado por su conocimiento y peso financiero, con la política de cambio climático de otras economías proporcionará un empujón masivo, catalizador de miles de millones en inversiones privadas y públicas en infraestructura verde, tecnología ambiental y energías limpias, en lo que seguramente sea una nueva carrera global que podría convertirse en pilar clave de la economía del siglo XXI”, añade el gestor.

China, Corea del Sur y Japón, que están entre los principales países en emisiones de CO2, se han comprometido a ser neutros en carbono para 2050 y 2060.

El movimiento de los países asiáticos tendrá consecuencias relevantes en la industria. Por ejemplo, uno de los últimos informes de Carbon Tra­cker (The emerging market transport leapfrog) señala que China está liderando el proceso de transición hacia vehículos eléctricos en los mercados emergentes, un giro que permitirá a los Gobiernos ahorrar unos 250.000 millones de dólares al año (207.500 millones de euros al cambio actual) en importaciones de petróleo y que reducirá el crecimiento previsto de la demanda mundial para 2030 un 70%.

“A esto se une la guerra al plástico, por lo que es más que probable que la demanda de crudo haya alcanzado su cota máxima”, recoge el informe.

No es el fin

Pese a todo, el oro negro parece que resistirá. El Ministerio para la Transición Ecológica prevé que “la dependencia energética del exterior pase del 74% en 2018 a un 13% en 2050 como consecuencia del descenso de las importaciones de combustibles fósiles, que serán sustituidos en gran medida por las renovables”.

El ministerio subraya que hay sectores más complicados de descarbonizar que seguirán requiriendo del petróleo y del gas (aviación y transporte marítimo y ferroviario).

Accenture identifica cuatro pilares en los que se asienta el futuro de la industria petrolera: los sistemas energéticos descarbonizados (el crecimiento económico depende cada vez menos del uso de los hidrocarburos), la eficiencia energética (las inversiones son fundamentales para la descarbonización), el nuevo consumidor (más ecológico) y la tecnología, para aprovechar las ventajas de los ecosistemas y mejorar la cadena de valor.

Los efectos de la pandemia y de la transición

Evolución. La pandemia ha tenido efectos drásticos en el precio del petróleo. El inicio de la crisis sanitaria y la decisión de muchos países de parar las economías durante unos meses para contener los contagios llevó la cotización del Brent (el de referencia en Europa) a los 19,33 euros, el mínimo desde 2002. El West Texas, de referencia en Estados Unidos, llegó a cotizar en negativo por primera vez en la historia. Como consecuencia, las compañías del sector sufrieron importantes pérdidas en 2020. En la actualidad, la cotización del crudo ha mejorado y, en el caso del Brent, se ha elevado por encima de los 60 dólares el barril.

Producción. La OPEP+ (grupo que incluye a la OPEP y otros aliados, entre ellos Rusia) acordó aumentar su producción de forma gradual en 2021 a un máximo de 500.000 barriles por mes. A principios de 2020 se desató una guerra de precios por un desencuentro entre Arabia Saudí y Rusia.

Consecuencias. La caída de la demanda de petróleo prevista tiene consecuencias directas en los países productores. Carbon Tracker calcula que se exponen a una brecha de ingresos públicos de 9 billones de dólares (7,47 billones de euros) hasta 2040, con una caída media del 46%. Más de 400 millones de personas viven en las regiones más afectadas por la transición energética: podrían sufrir recortes en los servicios públicos y pérdida de empleos. Angola y Nigeria son los más perjudicados.

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