Un año de delirios populares extraordinarios
La especulación del foro WallStreetBets es una más de una temporada de excesos de pesimismo y optimismo
En marzo, esta columna argumentaba que una epidemia de miedo viajaba rápidamente por el mundo en los faldones del Covid y que los acontecimientos de 2020 podrían muy bien proporcionar un capítulo adicional al libro Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas, de Charles Mackay (1841). Los meses posteriores han reforzado esa visión. La pandemia no solo ha provocado temores irracionales, sino que también ha aparecido una gran burbuja especulativa. Los errores del optimismo se unen ahora a los del pesimismo.
El teórico financiero William Bernstein ha actualizado de forma brillante para el siglo XXI la obra de Mackay, con The Delusions of Crowds: Why People Go Mad in Groups (Los delirios de las multitudes: por qué la gente se vuelve loca en grupo), que se publicará en febrero. Bernstein sugiere que las burbujas se caracterizan por predicciones extremas, tienden a dominar las conversaciones e inducen a la gente a dejar sus trabajos. Las advertencias de los escépticos con las burbujas son recibidas invariablemente con desprecio y burla, dice Bernstein.
Todos estos rasgos han sido evidentes en los últimos meses. En marzo, los epidemiólogos del Imperial College pronosticaron que medio millón de británicos y más de 2 millones de estadounidenses morirían por Covid. No podemos medir la exactitud de esta predicción, ya que la advertencia condujo inmediatamente a los confinamientos, lo que obligó a la gente a dejar sus trabajos –la tercera condición de Bernstein. Desde marzo, la pandemia domina las conversaciones.
Las obsesiones o manías las impulsa la imitación, un aspecto muy arraigado en el cerebro humano. La mayoría de la gente es muy conformista, y esta tendencia se acentúa en los momentos de mayor incertidumbre. Así pues, no es de extrañar que las respuestas de muchos Gobiernos a la pandemia no las haya impulsado “la ciencia”, como afirman los políticos, sino las acciones de los países vecinos.
“El mimetismo”, sugieren unos investigadores de la Academia Nacional de Ciencias, “es una respuesta común entre los responsables de la toma de decisiones cuando el efecto de una acción es incierto; coincidir con otros puede proteger a los responsables de parecer "los rezagados”. La frase de John Maynard Keynes de que “es mejor para la reputación fracasar convencionalmente que tener éxito de forma no convencional” se aplica tanto a los políticos modernos como a los inversores profesionales. El tiempo dirá si las respuestas políticas fueron apropiadas. Pero está claro que las percepciones populares del riesgo del virus están mal calibradas.
Según la Brookings Institution, las encuestas exageran en 800 veces la proporción de muertes por Covid entre los menores de 25 años. El público también parece creer que terminan en el hospital muchos más casos de los que lo hacen en realidad. Las muertes como proporción de la población están igualmente sesgadas en la mente del público. Una encuesta realizada en agosto en Reino Unido observó que se creía que el 6%-7% de la población británica ya había muerto por el virus, unas 100 veces más del dato real. Los psicólogos atribuyen los exagerados temores de la pandemia a un “sesgo de notoriedad” y a una “anumericidad emocional”.
Durante las manías, la gente tiene problemas para absorber información que no encaja con sus creencias previas. Los hechos disonantes se suprimen. Los no creyentes o los escépticos son atacados salvajemente. A los científicos que desafiaron el consenso sobre el Covid se les ha puesto en la picota. Después de que el epidemiólogo John Ioannidis, de Stanford, discutiera el pronóstico del Imperial, se cuestionaron sus motivaciones financieras y circuló un rumor de que su madre había muerto de Covid. Asimismo, desinvitaron al biofísico Michael Levitt, premio Nobel, de una conferencia por expresar una opinión no consensuada sobre el riesgo del Covid.
Mientras el mundo de la salud pública se consumía de ansiedad, Wall Street sacaba las luces de fiesta. En la burbuja de los Mares del Sur, hace 300 años, hubo en Londres cientos de extravagantes salidas a Bolsa; la más famosa, “una compañía para llevar a cabo una empresa con grandes beneficios, aunque nadie sabe lo que es”. En 2020, compañías cheques en blanco similares proliferaron en Wall Street al llegar al mercado un número récord de SPAC.
“Cuando el resto del mundo está loco, debemos imitarlo de alguna manera”, declaraba un jubiloso especulador en 1720. La imitación abunda tanto en la última burbuja financiera que los valores favoritos de los especuladores se conocen como acciones meme. Se las elogia mucho (como a Nikola, de camiones eléctricos) en WallStreetBets, un subforo de trading de Reddit. Los especuladores se agolpan sobre el bróker de descuento Robinhood para apalancarse con opciones. A los incrédulos sobre el bitcóin o Tesla se les trata con tanta rudeza como a los “negacionistas” del Covid.
“Esta vez es distinto”: es el toque de trompeta de cada manía, a medida que las métricas de valoración tradicionales se van considerando anticuadas. 2020 no fue diferente. Robert Shiller, el economista que habló de exuberancia irracional en la Bolsa de los noventa, ha dicho que el nivel de los mercados, que según todas las métricas está más caro que en 1929 y según algunas, más que en 1999-2000, lo justifican unos tipos sin precedentes. Tampoco tiene precedentes la disparidad entre la exuberancia de Wall Street y la triste realidad de una economía plagada de virus.
En su libro, Mackay describió un brote de la peste en Milán en 1630. En su angustia, los milaneses se vieron atraídos por las predicciones de los astrólogos y otros impostores. Las profecías que quitaban la esperanza de recuperación triplicaban los estragos de la enfermedad. Un barbero cirujano acusado de aliarse con el diablo fue torturado y ejecutado. Este “frenesí epidémico parecía tan contagioso como la peste. La imaginación estaba tan trastornada como el cuerpo”. Las epidemias de codicia y miedo del año pasado deberían de extinguirse en los próximos meses. O tal vez no. Como escribió Mackay, “los hombres, bien se ha dicho, piensan en rebaños; se verá que se vuelven locos en rebaños, mientras que no recuperan sus sentidos más que lentamente, y uno por uno”.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías