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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los retos económicos de Joseph Biden

Europa, con Merkel a la cabeza, ya habla de ‘resetear’ las relaciones con EE UU, sobre todo en lo que respecta al proteccionismo arancelario

Efe

Cuatro días para concluir cuatro años de una presidencia que a nadie ha dejado indiferente. Nunca como hasta ahora Estados Unidos ha estado tan fragmentado y, a la vez, tensionado o polarizado. No ganó Biden, perdió Trump. Pese a que, respecto de 2016, ganó casi ocho millones de votos más. Una radiografía de una realidad en tensión política y social que necesita sosiego, tranquilidad y un nuevo rumbo, rumbo donde el programa económico será determinante.

Hoy los desafíos económicos se ven lastrados por el impacto del coronavirus y la crisis sanitaria. La Reserva Federal prometió cifras de ayuda ingentes, de las que solo ha llegado la tercera parte en forma de subsidios, cheques, ayudas al desempleo y un pequeño etcétera. Reactivar la situación e invertir el estado de catarsis del momento no será fácil para la próxima Administración, pero también para el siempre complejo presupuesto.

Biden, electo ya, anunció que vuelve a la OMS, y tarde o temprano recuperará un cierto multilateralismo en las instituciones internacionales, pero también en los organismos económicos mundiales sin la tirantez ni los órdagos del anterior inquilino de la Casa Blanca. Mas no nos equivoquemos, no es un rompe y rasga, sino que en no pocas cuestiones habrá continuidad. No así en las formas, que cambiarán drásticamente para mejor.

Europa, con Merkel a la cabeza, ya habla de resetear las relaciones, en lo político, en lo económico, sobre todo ante ese proteccionismo arancelario de Trump, pero que internamente suponía una ficción, crear en la propia producción y los costes norteamericanos, claramente anticompetitivos frente al coste de las importaciones. Empezando por su agricultura y terminando con el declive más pasmoso de los estados hoy conocidos como cinturón del óxido y donde la automoción y el metal no sobreviven. Londres sabe que su idea de Brexit puede verse quebrada al desaparecer el adalid de la confrontación. Y China de momento calla, sabiendo que las medidas comerciales que la Administración saliente adoptó difícilmente serán removidas en su totalidad. Putin aprieta el paso y trata de reafirmar su posicionamiento internacional beligerante y decidido ante el retraimiento multilateral de Trump.

Biden sabe que las cifras de paro, por coyunturales que sean a consecuencia de la pandemia, no llegarán ni de lejos al logro de empleo de la anterior etapa, bailando entre un 3% y un 4 %. El coronavirus ha disparado hasta casi 22 millones las cifras de desempleados, de los que aún hoy la mitad demanda acceso al empleo y apenas reciben ninguna ayuda. Polvorín social azuzado además ante la incertidumbre de una vacuna. Algunos propusieron incluso para diciembre que las mismas estarían listas tratando de arañar unos votos que finalmente le han apeado de la presidencia.

No han tardado Harris, la vicepresidenta electa, y el presidente en escenificar su firme convicción por las energías limpias, su preocupación por lo verde, por el cambio climático, por las renovables. Volverán al Acuerdo de París, por muy de mínimos que sea para Estados Unidos. No puede hacer otra cosa.

Pero ¿cómo vive Estados Unidos este cambio de presidencia? El interrogante que se avizora en el futuro inmediato es si la economía volverá al crecimiento o no y hasta dónde lastrará la deuda estructural los planes de un Biden que no controlará, además, las dos Cámaras a un tiempo y se verá obligado a una gran capacidad de acuerdo y de consenso de cara a implementar sus políticas.

La reducción de impuestos toca a su fin. Biden necesita de nuevo subir la carga fiscal a ciertas rentas medias y altas, su electorado quiere mayoritariamente cambios en lo distributivo, pero también en no seguir soportando la carga que tenían. La Oficina presupuestaria del Congreso vaticina un empeoramiento de la deuda pública. Algo que está sucediendo en numerosas economías y países del mundo pero que harán estornudar al gigante norteamericano. Y el reto de revertir el déficit comercial con el exterior, sobre todo con el gigante asiático. Estados Unidos exporta mucho menos e importa, pese a los aranceles, más que nunca respecto a China.

El PIB se irá recuperando poco a poco y alcanzará un nivel positivo trimestral. Como cada día que se va y uno nuevo que alumbra. Todo es posible en este inmenso país, un país más fracturado que nunca, con muchas minorías. Joe Biden tiene el reto de devolver la normalidad y el sentido común de la palabra y el discurso. Otra cosa serán las acciones y también no remover todo lo que su ya antecesor, pese a la fanfarria y grandilocuencia, sí ha hecho. En lo económico y social se la juega.

Abel Veiga es Profesor de Derecho en Icade

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