Reiniciar la movilidad con vistas al futuro
Este objetivo solo será una realidad si se impulsa la colaboración entre operadores públicos y privados y si no perdemos de vista las preferencias de los usuarios
Ante las incertidumbres que presenta este septiembre en plena oleada de brotes del Covid-19, hay un aspecto en la vida de todas las ciudades que urge repensar. Y es la movilidad. Porque tras la paralización absoluta provocada por la pandemia, en el retorno a la normalidad hemos podido comprobar cómo el cambio de los patrones del trabajo y del mundo educativo siguen reflejando un claro descenso de la actividad, cuya consecuencia más inmediata es también una disminución de los desplazamientos. Este descenso pone de relieve que la movilidad es un pilar fundamental de la vida urbana, además de un catalizador necesario de la actividad económica.
Aunque todavía es difícil saber cómo va a ser la vuelta a la actividad tras estas vacaciones forzadas”, cualquier escenario posible de la deseada reactivación económica reaviva los temores de la pasada primavera, en parte reafirmados por nuevos contagios de un coronavirus que sigue sin ser controlado. En este escenario de incertidumbre, la postura de los gobiernos locales en materia de movilidad es clave para persuadir a los ciudadanos de que adopten unas rutinas de desplazamientos sostenibles.
Ante esta tesitura es necesario encontrar un equilibrio que garantice la salud pública y mejore la calidad de vida de los ciudadanos a la vez que se traza la hoja de ruta para la verdadera implantación de la ciudad inteligente. Aunque los grandes titulares y las estrategias de movilidad inteligente parecen estar bien definidas, los despliegues reales en España aún son inciertos, lo que nos da la oportunidad de cuestionar su proceso de planificación. Por tanto, ¿qué pieza es clave para una correcta planificación y para alcanzar eso que llaman movilidad inteligente?
Para resolver el interrogante basta con observar a las grandes capitales de Europa. Paris o Milán tienen claro que la movilidad solo será inteligente si es sostenible. El Plan para París de “la ciudad de un cuarto de hora” de la alcaldesa Hidalgo pretende reducir la contaminación mediante el fomento de los desplazamientos a pie y en bicicleta. Mientras tanto en Milán, Giuseppe Sala quiere repensar los ritmos de la ciudad lombarda mediante inversiones en transporte público y plantando tres millones de árboles que mejoren la calidad del aire, reduzcan la temperatura y mejoren los espacios públicos.
La pandemia ha permitido comprobar que al haber menos vehículos en las calles descendieron exponencialmente las emisiones de carbono, con lo que el aire de las ciudades era más saludable. En este contexto, la iniciativa del alcalde milanés evidencia que la parálisis en la actividad provocada por el Covid-19 ofrece oportunidades a los gobiernos locales para actuar. Pero la planificación correcta pasa por recopilar una gran diversidad de datos e implicar a todos los ciudadanos para exponer los fallos y las necesidades de las ciudades.
Es importante evitar las soluciones genéricas y ello exige conocer lo que la tecnología disponible puede hacer para lograr una movilidad mejor, siempre poniendo a las personas en el centro de la ecuación. Descuidar el componente humano sería un error que ralentizaría las soluciones de movilidad que demandan las ciudades modernas, mientras que probar nuevas soluciones tecnológicas en las ciudades hará que con pequeñas iniciativas se puedan adoptar nuevos hábitos que devendrán en grandes cambios.
Con mejores hábitos facilitados por nuevas tecnologías será posible una reactivación económica o vuelta a la actividad más segura y eficiente, que además siente las bases de la ciudad aspiracional; de una ciudad con más vida, en la que la movilidad sea contemplada como eje axial de progreso y sostenibilidad. En un escenario realista parece razonable prever que la evolución de la pandemia todavía será larga y desigual, y aun el en caso de una pronta vacuna que ayude a normalizar la vida urbana, reactivar los múltiples y diversos proyectos en marcha en el ámbito de la movilidad será laborioso.
Sin embargo, la idiosincrasia del mundo global permite agilizar los procesos adaptando iniciativas o soluciones de movilidad impulsadas por otras ciudades, como los casos mencionados de Paris o Milán, por no mencionar ciudades como Ámsterdam o Helsinki, comprometidas en el desarrollo del concepto MaaS (movilidad como servicio). En España, y enmarcada en este vanguardista concepto, la movilidad como servicio, que estaba tomando posiciones antes del Covid-19, solo será una realidad si se impulsa la colaboración entre operadores públicos y privados, por un lado, y si no perdemos de vista las preferencias de los usuarios en materia de movilidad.
Guillermo Campoamor es CEO de Meep
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