Las cuestiones pendientes de la unión del tercer y cuarto bancos
Queda por saber el papel de Jordi Gual y José Sevilla, y el de Sabadell, al que le queda la opción de BBVA
Era un secreto a voces que tanto Bankia como Caixa estaban buscando un compañero de viaje, para eso que llamamos en el argot más estratégico sinergias competitivas: el pasado jueves, ambas entidades mandaban sus correspondientes hechos relevantes a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en los que informaban del inicio de contactos para analizar su posible fusión.
Si la fusión llega a buen fin, que tiene pinta de ser que sí, se crearía la entidad bancaria más grande de España, con unos activos de 650.000 millones de euros, 6.600 oficinas y 51.000 empleados, de los cuales Bankia aportaría 2.200 oficinas y 16.000 empleados y Caixa aportaría 4.400 oficinas y 35.000 empleados. Esta fusión cuenta con el beneplácito del Banco Central Europeo (BCE), ya que su vicepresidente y exministro de Economía de España, Luis de Guindos, hace pocos días que levantaba de nuevo las campanas al vuelo sobre la necesidad de fusiones bancarias en el panorama europeo.
Aunque sea la fusión generada por el tercer y cuarto banco del país, viendo las cifras, Caixa es alrededor del doble de tamaño que Bankia, por tanto, por lo menos en tamaño, no es una fusión entre iguales. Generaría la mayor entidad en banca de retail y segunda entidad en España de banca privada. De la entidad resultante, la Fundación La Caixa controlaría un 30% del capital y el FROB (fondo de reordenación bancaria), es decir, el Estado Español, pasaría de controlar el 61% de Bankia al 14% de la nueva entidad, aunque las ecuaciones de canje todavía están por determinar.
Una vez descrita la operación, surgen varias preguntas, empezando por la primera: ¿Por qué se están incrementando las ganas de hacer fusiones bancarias? La razón es que el sector bancario está pasando un momento delicado, debido fundamentalmente a que no le salen los números: sus rentabilidades han descendido desde el año 2007, en algunos casos a una cuarta parte, sus caídas en Bolsa lo reflejan y las fusiones lo que consiguen son reducciones de costes, tanto tecnológicos, regulatorios, de alquileres, como principalmente en forma de bajas incentivadas y despidos, y con ello, mejora del comportamiento de los costes fijos de la entidad resultante, eso que denominamos economías de escala, que mejoran los beneficios.
Las rentabilidades del accionista, el denominado ROE, tiene que subir; de hecho, el Estado Español, de momento, ha conseguido que el mercado bursátil valore en cotización la partición que tiene en Bankia en un 25% más.
Como segunda gran cuestión, yo siempre digo que las fusiones bancarias que no se llevan a cabo es por los ejecutivos de primer nivel de ambas posibles entidades bancarias fusionadas, que no quieren abandonar la silla en la que se sientan. ¿Qué ejecutivos se consolidan en esta fusión? La respuesta parece clara, Jose Ignacio Goirigolzarri, actual presidente de Bankia, como presidente de la entidad fusionada, y Gonzalo Gortázar, actual consejero delegado de Caixa, como consejero delegado de la entidad fusionada. Es una duda existencial de la fusión en qué posición quedarán Jordi Gual, actual presidente de La Caixa, que ha tenido que tomar decisiones complicadas, como la reducción de los dividendos a la mitad en la pasada primavera por parte de Caixa, y también el reconocido por muchos como un banquero estrella, el actual consejero delegado de Bankia, José Sevilla, quien ayudó a conseguir el banco mexicano Bancomer para BBVA, en su liza con Citigroup.
En esta fusión se reducirá la plantilla de la resultante entre el 10% y el 20% de los trabajadores y lo que es de esperar es que la fusión sea meritocrática, es decir, permanezcan los trabajadores que mejor puedan hacer funcionar la entidad financiera resultante; aunque siendo realistas, siempre se despiden o dan más bajas incentivadas a los trabajadores de la absorbida.
Llegados a este punto, nos falta una última pregunta, ¿quién es el absorbente y quién la absorbida en esta fusión? Espero que no sea el único que tiene esa pregunta geopolíticamente estratégica; seguramente la respuesta esté en la intención del Gobierno español, que para mi manera de ver, pretende desideologizarse, demostrando tener sentido común al plantear esta fusión.
El baile ha comenzado para hacer viable al sector bancario español; preparémonos para una concentración en toda regla. Posiblemente en poco tiempo tendremos en nuestro país tres entidades financieras resultantes, habiendo pasado de 47 entidades financieras en 2007, a esos tres pesos pesados, con lo que conlleva en reducción de oferta bancaria. Esto generará a su vez a las empresas medianas españolas la necesidad de buscar otras entidades financieras fuera de España u otros medios de financiación en el mercado de capitales.
Esta no es la primera vez que se intenta esta fusión; ya se intentó en el año 2012, pero seguramente no llegó a buen fin porque no había Covid-19: La pandemia ha hecho mucho más necesarias las fusiones, debido a que las cuentas de los bancos se tambalean, viene un incremento fuerte de las provisiones bancarias y con ello todavía una mayor reducción del beneficio, que pone los pelos de punta y recuerda a los peores momentos de 2017.
En todo esto, ¿en qué papel queda el Banco Sabadell? Era el que estaba en boca de todos, hasta hace poco tiempo, como acompañante de Bankia en una fusión; yo humildemente pienso que la fusión Bankia y Banco Sabadell podría haber funcionado, pero creo que dudas a medio camino y el enfriamiento del regulador descarrilaron la operación, que hubiese sido fructífera para ambas entidades. Esto deja al Sabadell la alternativa de BBVA, pero eso ya es otra historia.
Manuel Romera Robles es profesor de finanzas de IE University y director del sector financiero de IE Business School