El tripartito del estado de alarma se consolida
Cs se aleja del frentismo, que lo diluiría con PP y Vox, y, de paso, neutraliza a ERC en Madrid y ¿en Cataluña?
La vida siempre proporciona nuevas oportunidades para el arrepentimiento y el perdón, y más en política. Veteranos partidos, como el PSOE y el PP, han demostrado su capacidad de cintura en múltiples ocasiones, y los imberbes de Podemos y Ciudadanos están a punto de convertirse en viejos prematuros, aunque no llevan ni seis años en la Carrera de San Jerónimo. La responsabilidad que otorga el poder y el desinfle de su burbuja electoral, mezclados con la pócima del Covid-19, les ha hecho conscientes de que los Reyes Magos no existen, de que sus compatriotas no van a recibir ningún regalo que no pongan ellos debajo del árbol.
El crecimiento de las dos jóvenes formaciones es el preámbulo a la consolidación del tripartito que nació a primeros de mayo para prorrogar las declaraciones de estado de alarma, que sirvieron para detener la pandemia confinando en casa a los españoles. Cuatro meses después, el virus rampa a sus anchas, aunque debilitado, y las consecuencias económicas de hibernar la economía se palpan en las calles y en las listas del paro. Hay más razones que nunca para facilitar la gobernabilidad.
Esta realidad es la que hace verosímil un pacto que saque adelante un proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2021 sustentado por la coalición de Gobierno (PSOE-Podemos) y Ciudadanos, al que se sumarían sin mayor problema PNV, Más País, PRC, Teruel Existe, Coalición Canaria y quizás Navarra Suma. El virtual tripartito, más los pequeños partidos, suman alrededor de 180 diputados, de manera que podrían poner fin a las cuentas de Cristóbal Montoro y alumbrar un programa que encaje las ayudas de la Unión Europea y cimente la recuperación.
Para llegar hasta aquí, los tres partidos que integran lo que Metroscopia ha bautizado como “Tripartito Sutil”, han participado en un recorrido de pactos y traiciones que les han dejado grandes heridas a punto de cerrar. Solo han pasado cuatro años y medio desde aquel 2 de marzo de 2016, cuando Pablo Iglesias tumbó la investidura que Pedro Sánchez había pactado con Albert Rivera. PSOE y Ciudadanos sumaban 130 diputados, que unidos a los 71 diputados de Podemos daban una cómoda mayoría absoluta.
No hubo acuerdo y Mariano Rajoy volvió a La Moncloa, para lo que hizo falta otra convocatoria de elecciones generales y la abstención técnica del PSOE. Este apoyo socialista provocó la dimisión de Pedro Sánchez como líder del partido en el otoño negro del PSOE de 2016; para resucitar en la primavera de 2017 ganando las primarias a Susana Díaz. Un año después (junio de 2018) sacó a Mariano Rajoy de La Moncloa mediante una moción de censura postsentencia de la Gürtel, una moción promovida por Pablo Sánchez y gestionada por Pablo Iglesias tras el telón. Es decir, 15 meses bastaron a Podemos para pasar de impedir a promover la investidura de Sánchez. Eran tiempos en los que el desaparecido Albert Rivera lideraba las encuestas.
En los años posteriores, Podemos ha sufrido una fractura interna dramática, con la pérdida de círculos regionales, y la fraternal escisión de Más País, liderada por Íñigo Errejón. En ese tiempo, Ciudadanos se obsesiona con matar a Sánchez y se entrega a PP y Vox, lo que le hace perder a buena parte del equipo fundador. Albert Rivera hizo el camino contrario a Pablo Iglesias: pasó de promover la investidura de Sánchez en 2016 a impedirla en 2019, y el electorado le expulsó.
Sánchez, el gran beneficiario
Los datos ponen de manifiesto que Pedro Sánchez ha sido el gran beneficiario de todo este recorrido, en el que sedujo a Podemos o Ciudadanos por separado y ahora está a punto de cuajar a los dos. Sánchez es presidente del Gobierno y controla el PSOE, que ha pasado de 85 a 120 diputados. Mientras, Podemos ha perdido mucho poder municipal, ha bajado de 71 a 35 escaños en el Congreso, cada vez se parece más a la IU de Julio Anguita y el partido apenas es reconocido por la pareja Pablo Iglesias-Irene Montero. Al tiempo, Ciudadanos ha pasado de un máximo de 57 a 10 diputados y ha tragado con Vox para tocar poder, haciendo de muleta del PP en Madrid, Andalucía, Castilla y León y Murcia.
La realidad aritmética del Parlamento nacional es que no hay alternativa de gobierno que sume por la derecha y tampoco la hay por la izquierda sin el concurso de Podemos. Eso lo ha entendido Arrimadas, que sabe que su espacio está en jugar a gran estadista; seguir con el frentismo de PP y Vox la lleva a la autodestrucción. En cambio, el PP solo se ve como alternativa al PSOE, y no le va a apoyar ni con una pandemia. Quizás lleve razón, pues dejarle el hueco de la oposición a Vox es de alto riesgo.
Podemos y Ciudadanos salieron muy mal de las últimas elecciones generales y están en una dinámica aún peor, como ha quedado claro en las elecciones gallegas y vascas. Lo próximo son las autonómicas catalanas y lo que hagan en Madrid va a rebotar en Barcelona. Aunque pueda parecer contraintuitivo, este tripartito virtual está asumido por sus electores. Una encuesta realizada en junio por Metroscopia concluye que el 82% del electorado de Podemos vería bien un pacto del actual Gobierno con Ciudadanos. A su vez, el 57% de los votantes naranjas entiende el pacto con PSOE y Podemos, y un 88% de los del PSOE también apoya este tripartito.
Inés Arrimadas saltó a la gran política con su victoria en las catalanas post-procés de 2017. Es imposible que Ciudadanos vuelva a conseguir 1,1 millón de votos y 36 escaños en Cataluña. El camino que tomen esas papeletas y la ruptura de JuntsXCat determinarán si el independentismo vuelve a gobernar. El giro de Arrimadas neutraliza a ERC en Madrid y quizás arruine el procés. Si es así, Arrimadas será beatificada y nadie recordará a Rivera.
Aurelio Medel es doctor en Ciencias de la Información y profesor de la Universidad Complutense