La inversión ‘value’ encadena la peor racha de resultados de la historia
Ha rentado solo una cuarta parte que otro tipo de acciones
Entre 1920 y 2007 la inversión en valor partió la pana. Esta estrategia, basada en identificar compañías infravaloradas por el mercado para comprarlas cuando están baratas y lograr así un amplio margen de seguridad para que se revaloricen, ha convertido en millonarios y célebres a inversores como Warren Buffett (uno de los hombres más ricos del mundo), Peter Lynch o Francisco García Paramés. Sin embargo, desde la gran crisis de 2008 le está costando levantar cabeza.
De acuerdo con un informe elaborado por Bank of America, y hecho público la semana pasada, un dólar invertido en 1926 en compañías de estilo ‘valor’ se habría convertido en 13.500 dólares hoy. Mientras que en compañías de estilo ‘crecimiento’, habría producido solo 6.300 dólares.
El arte del value investing ha funcionado durante todas las crisis, conflictos bélicos, recesiones... hasta que cayó Lehman Brothers, y ya nada volvió a ser igual.
El índice MSCI World mide la evolución de las compañías bursátiles más importantes del planeta. El selectivo cuenta con una versión value y con una versión growth. La diferencia es abismal. El primer tipo de compañías se han revalorizado en los últimos 13 años un 53%. Mientras, las de tipo crecimiento han rentado cuatro veces más, un 205%.
Sectores olvidados que esperan redención
Energía. Una de las temáticas más recurrentes en las carteras de los gestores value son las empresas ligadas al mundo de la energía. Desde petroleras, a gestores de barcos, pasando por productores de uranio para centrales nucleares. El auge de las energías verdes y el desplome del precio del petróleo han provocado que este tipo de compañías coticen a precios bajísimos.
Automóviles. Otra apuesta habitual de los expertos en inversión en valor son los fabricantes de automóviles. Consideran que presentan unos múltiplos ridículamente bajos. Sin embargo, la crisis del Covid-19 ha pillado a muchos de ellos con el paso cambiado, en plena transición hacia el coche eléctrico y otras formas de movilidad sostenible.
Supermercados. La gran distribución ha vivido momentos complicados en los útlimos años. El cambio de hábitos de consumo y la irrupción de la venta online ha hecho que muchos de los gigantes tengan que revisar su estrategia. Esto ha provocado que las acciones del sector hayan tenido un mal desempeño. El grupo Carrefour, por ejemplo, lleva 10 años de caídas. Esto ha hecho que algunos gestores value hayan aprovechado para entrar.
El patrón se ha repetido en Estados Unidos, en Europa... El índice Stoxx 600 mide el retorno de las grandes firmas europeas. Desde 2007, en todos los años (salvo en 2018) sus componentes value lo han hecho peor que los growth.
Las causas que explican esta disparidad de resultados son variadas. Hay quien lo achaca a la políticas monetarias laxas impulsadas por los grandes bancos centrales para salir del carrusel de crisis. El dinero barato habría llevado a una entrada indiscriminada de recursos en renta variable, sin discernir la calidad de las compañías. También se ha hablado del peso desproporcionado que tienen ahora los gigantes tecnológicos (Amazon, Facebook, Apple, Microsoft...), o del auge de la inversión a través de fondos pasivos que replican índices.
La Gran Rotación
También se ha mencionado el largo ciclo alcista que vivió Wall Street hasta 2020, arguyendo que las compañías value acaban reflejando su correcta valoración cuando llegan las caídas bursátiles. Sin embargo, la crisis del Covid-19 ha sido tan efímera en términos bursátiles que esa tesis no se ha llegado a demostrar.
Sea como fuere, lo cierto es que en los últimos cinco años se habla de “la gran rotación”, el momento en que el mercado reconocerá al fin que la estrategia de los gestores value era la correcta y éstos volverán por sus fueros. Sin embargo, ese momento no llega.
El jueves pasado, el mítico inversor Bill Gross anunció que este era un momento ideal para apostar por compañías value. En el mencionado informe de Bank of America, se daban hasta siete razones por las que el ostracismo de esta estrategia de inversión iba a acabar ya: porque estas compañías destacan especialmente en recesiones, como la que se va a vivir con el Covid-19; porque ha sido un estilo olvidado en las entradas de flujos de fondos; porque la valoración relativa de este tipo de acciones está en mínimos históricos; porque las grandes tecnológicas se van a tener que enfrentar a leyes antimonopolio... En cualquier caso, la Gran Rotación no termina de llegar.
El caso español
En España, hace 10 años solo había una gestora que defendiera el value investing: Bestinver, liderada por Francisco García Paramés. La firma acumuló rentabilidades anuales superiores al 14% y esquivó la crisis de las puntocom, lo que le valió un halo legendario.
En 2014, Paramés dejó por sorpresa Bestinver. Por contrato, no podía montar su propia gestora hasta dos años después. Curiosamente, esa ruptura propició la fiebre por el value investing en España. El trono había quedado vacía y había varios postulantes. Surgió Magallanes Value, Horos Asset Management... los exsocios de Paramés montaron Azvalor y, finalmente, este último creó Cobas Asset Managment. El universo value se había ensanchado, pero los resultados no han acompañado.
El fondo estrella de Magallanes, tras un buen arranque, se ha estancado. En los últimos 5 años su retorno medio anual ha sido del 1,68% y del -5,3% en los tres últimos años. El fondo estrella de AzValor, más reciente, registra unas pérdidas medias anuales del 9,1% desde 2017 y el de Cobas un sorprendente -19,5% de media anual en los últimos tres ejercicios.
Estos malos retornos no han impedido que el público siga confiando en esta filosofía de inversión y que decenas de millones de euros haya seguido entrando en estos fondos, incluso en los meses más turbulentos del Covid-19.