ESG, las siglas de los anticuerpos de las empresas frente a la crisis
Prudencia financiera, accionistas pacientes y una estrategia robusta que preste atención a factores sociales, ambientales y de gobierno corporativo
A un guionista calenturiento le hubiera costado imaginar un escenario para las compañías tan adverso como el actual. Cómo gestionar cuando la economía se ha detenido en seco y la mayor parte de los habitantes del planeta no pueden salir de sus casas. Una pregunta que cabe plantearse es si el shock ha afectado del mismo modo a las compañías. No es el caso. Hace unas pocas semanas, un grupo de académicos de Berkeley y de distintas universidades de Hong Kong publicaron un informe que dibuja un retrato robot de las empresas que han resistido mejor el envite del virus. Los académicos analizaron la evolución bursátil de 6.000 compañías de más de 50 países durante el primer trimestre. Encontraron patrones comunes que comparten las cotizadas a las que no les ha ido tan mal como a las demás. En primer lugar, por supuesto, la prudencia financiera. Más caja, menos endeudamiento. También identificaron como factor diferencial el tipo de accionista presente en el capital de la empresa; las compañías con más presencia de inversores con vocación puramente financiera han sufrido más que aquellas con accionistas más pacientes. Un tercer factor se refiere a la exposición geográfica de los clientes y de las cadenas de aprovisionamiento. Por último, los académicos concluyeron que la calidad del consejo de administración y la robustez de las prácticas de la compañía en materia de ESG han sido también determinantes. No son los primeros en concluir que lo que hoy llamamos ESG es diferencial a la hora de determinar las posibilidades de supervivencia empresarial.
Arie de Geus, fallecido recientemente y en su día director de planificación estratégica de Shell, llegó a conclusiones parecidas hace algo más de 20 años. Se interesó por las razones que provocaban que algunas pocas compañías sobrevivieran cientos de años mientras que la inmensa mayoría vivían tan solo unos pocos. Publicó los resultados de su estudio en un estupendo ensayo titulado The Living Company, cuya lectura es recomendable para consejeros y cuyo título da pistas acerca de su contenido. La prudencia financiera y evitar el apalancamiento excesivo es uno de los elementos básicos de una larga vida empresarial, según De Geus. Pero más importante es no olvidar que la empresa es una comunidad de personas. Poner un foco excesivo en lo financiero, olvidar los valores y carecer de sensibilidad hacia lo que sucede en el exterior –el acrónimo ESG no era todavía de uso corriente– no son buena señal si hablamos de longevidad empresarial. La tolerancia a las nuevas ideas, huir de los microgestores, institucionalizar el aprendizaje o poner a las personas en el foco son algunas claves identificadas por De Geus en las compañías longevas. Todas ellas son cuestiones en cuya implantación, nos recordaba De Geus, el consejo debe desempeñar un papel esencial.
Lo que tanto De Geus como los académicos que recientemente han estudiado el impacto de la pandemia concluyen es que la atención a determinados factores, entre los que ocupan un lugar principal los que agrupamos bajo el acrónimo ESG, otorga a las organizaciones un margen de seguridad para responder a los shocks. Las hace más resistentes, menos frágiles o más antifrágiles, que diría Taleb. Hace algunos días, Financial Times se refería a este asunto en un editorial, indicando que las compañías deberían abandonar en cierta medida el “just in time” en favor del “just in case”. El periódico británico apuntaba a que en la búsqueda perpetua de mayor eficiencia, las compañías se habían olvidado de la resistencia.
Se avecinan tiempos de trabajo intenso para los consejos de administración. En primer lugar, para capear el temporal. Pero también para asegurar las bases del futuro y evitar que las decisiones de hoy se vuelvan contra la empresa pasado mañana. Las cuestiones en materia fiscal, de dividendos, retributivas o de empleo deberán ser examinadas con un cuidado incluso mayor del habitual. Vienen tiempos de mayor escrutinio y exigencia sobre las compañías; consecuencia tanto del impacto social de la crisis como de la mayor presencia del Estado en la vida económica. En este nuevo contexto, los consejos harían bien en examinar sus empresas a la luz del retrato robot de las compañías más inmunes a los shocks. Sería bueno que, para cuando llegue la próxima crisis, cuenten con los anticuerpos para hacerle frente en las mejores condiciones.
Ramón Pueyo es Socio responsable de sostenibilidad y buen gobierno de KPMG en España
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