¿Deberíamos celebrar hoy el Día de Europa?
La UE tiene muchos aspectos que mejorar, pero todavía hay motivos para conmemorar a quienes pusieron sus cimientos
El 9 de mayo, los europeos recordamos que hace 70 años el francés Robert Schuman anunció en París el acuerdo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Aquella declaración fue la semilla de la actual Unión Europea, dando así inicio al mayor periodo de paz conocido en la historia de Europa. Aunque deberíamos estar satisfechos de este logro, la sensación es que el proyecto común se tambalea y el sentimiento de euroescepticismo es imparable. Tras siglos de guerras en el continente europeo, fue especialmente doloroso comprobar cómo por disputas entre europeos y con 15 millones de muertos durante la Primera Guerra Mundial, le siguió otra con 60 millones. Europa entendió que de nada sirvieron las represalias que el Tratado de Versalles impuso al pueblo alemán. Para evitar que las desavenencias provocasen otro conflicto bélico, algunos líderes compartían que era imprescindible idear un plan. Robert Schuman, Konrad Andenauer, Paul-Henri Spaak, Jean Monnet y Alcide De Gasperi compartían su determinación, valentía y una mezcla de idealismo práctico. Eran hombres que entendían que patriotismo y visión europeísta eran compatibles tal y como se aprecia en el libro Europa, un salto a lo desconocido, de Victoria Martín. Si tuviésemos que mencionar a algún personaje español, este sería Salvador de Madariaga, que participó en este proyecto presidiendo el Comité Cultural en el Congreso de La Haya de 1948.
En ocasiones podemos caer en la autocomplacencia, dando por hecho que todo empezó con un simple acuerdo fácil de consensuar. Sin embargo, los orígenes de lo que hoy conocemos como Unión Europea provocaron acalorados debates. Con una visión pragmática, se optó por un acuerdo económico; la creación de un organismo supranacional con la gestión de los dos materiales necesarios para un rearme bélico en aquella época: el carbón y el acero. Francia precisaba del carbón germano del Ruhr y los alemanes del hierro galo de Lorena. Con asombro –y por desgracia con mayor frecuencia– estamos siendo testigos de las tensiones que se están dando en nuestras instituciones europeas. En 2018, un eurodiputado italiano de la Liga se dirigía a los comisarios europeos como “euroimbéciles”; o recientemente el primer ministro portugués tachaba la posición neerlandesa de frenar las ayudas a los países del sur como “repugnante”. Nos guste o no, esta es una parte con la Europa que hoy nos toca lidiar. Como afirma la profesora Ana Capilla en el libro La hora de España: “Durante demasiado tiempo los Gobiernos han sido incapaces de resistirse a la tentación de atribuir las competencias a Bruselas y evitar así asumir su precio político”. Este es un debate que Europa necesita tener, aclarando qué competencias se quieren ceder a la UE. No es casual que, tras las acusaciones vertidas a la UE por la gestión de la pandemia, la Comisión recuerde que las competencias sanitarias son nacionales.
¿Está desapareciendo el espíritu fundacional de cooperación entre Estados? Conforme se va superando la pandemia, el debate gravita hacia el aspecto económico. Como respuesta, la UE –que sí tiene competencia en política monetaria–, a través del BCE, ha activado medidas extraordinarias como el Programa de Compra de Emergencia Pandémica con una dotación de 750.000 millones de euros. Sin embargo, se oyen peticiones de mutualizar la deuda a través de la emisión de coronabonos ante la oposición de algunos países miembros, liderada principalmente por Holanda y Alemania. Se puede argumentar que, en una crisis como la que vivió Europa de 2008 a 2013, los Gobiernos tuviesen que asumir déficits presupuestarios. Sin embargo, parece lógico que una vez se recuperó la senda del crecimiento en 2014, los países, de manera responsable, intentasen reducir los niveles de deuda, o al menos no incrementarlos. Durante estos últimos cinco años, los crecimientos acumulados en términos de PIB han sido: España +21%; Italia +10%; Alemania +17%, y Holanda +21%. Sin embargo, los importes totales de deuda durante este periodo han evolucionado de forma divergente. Mientras que en algunos países la deuda ha continuado incrementándose: España +211.550 millones e Italia +273.615 millones, otros países, aprovechando la bonanza económica, redujeron su deuda: Alemania en -159.973 millones y los Países Bajos en -52.211 millones.
Como recordaba el año pasado, España cerró 2016 y 2017 siendo el país de la UE con mayor déficit público, triplicando el déficit medio de los socios; lo que nos situaba como único país bajo vigilancia dentro del procedimiento europeo de déficit excesivo.Están siendo injustos los holandeses y alemanes con España e Italia cuando plantean un plan económico pero condicionado para no disparar los niveles de deuda en la UE? Con las cifras mencionadas, que cada uno saque sus propias conclusiones. También, se debería tener más en cuenta los aspectos positivos que supone pertenecer a la UE.
En España se ha reprochado a Bruselas por los recientes acuerdos con países extracomunitarios en el sector agrícola. Sin embargo, parece olvidarse que nos hemos beneficiado de los acuerdos de libre comercio de la UE. Durante los últimos 25 años se han triplicado nuestras exportaciones en el sector de frutas, hortalizas y legumbres (alcanzando los 18.451 millones de euros) con un superávit comercial para el sector de 12.671 millones de euros. España, gracias a estos acuerdos de la UE, se ha convertido en el primer exportador de productos hortofrutícolas frescos del mundo. Europa tiene muchos aspectos que mejorar, pero hoy los europeos tenemos motivos para conmemorar a aquellos hombres que supieron poner los cimientos de una convivencia pacífica y que hoy disfrutamos cerca de 500 millones de europeos.
Enrique Briega es Miembro de CFA Society Spain