Un escenario económico con visibilidad muy escasa para 2021
Europa no puede seguir arrastrando los pies, pero el Gobierno tiene que ofrecer un auténtico plan de salida
El escenario en el que se desenvolverá la economía española este año es de auténtica catástrofe, como esbozó el pasado jueves Estadística y como corroboró el viernes el cuadro macroeconómico elaborado por el Gobierno: pérdida de riqueza del 9,2%, desempleo hasta el 19% de los activos (antes en el 14%), déficit de la caja pública de caudales del 10,3% del PIB (125.000 millones de euros) y una losa de deuda a financiar en el futuro muy pesada. Es la desagradable factura económica del Covid-19, si es que queda aquí la desagradable sorpresa, porque estas cifras se antojan escritas en el agua, dado que es de muy complicada composición cualquier estimación en el actual punto de resolución de la epidemia, así como de la excesiva dependencia que España siempre ha tenido del resto del mundo, ya que por la intensidad turística y el volumen de compras y ventas con el exterior, es una de las economías más internacionalizadas de Europa. Lógicamente, toda previsión de hoy está sujeta a muchas y muy abultadas revisiones en los meses venideros.
En todo caso, con una pérdida nominal de riqueza superior al 10%, empujada por un desplome del consumo de casi el 9% y del 25% en la inversión, que alumbrarán una pérdida de ocupación de más del 9%, parecen voluntaristas en exceso las previsiones de ingresos públicos (con una caída de solo el 5,2%), y con ellas, las de déficit fiscal. Cuesta tanto admitir que si el empleo desciende un 9,2% los ingresos por IRPF vayan a hacerlo solo un 2,4%, como que si el consumo se desploma un 8,8%, las aportaciones por IVA solo palmen un 5,2%. Al final serán los días los que digan cómo se comportará cada variable. Pero no es mucho pedir que para poder construir el Presupuesto de 2021, el que tiene que relanzar la recuperación de la economía, ya que el Ejecutivo ha renunciado a aprobar el de 2020, deban conocerse bases reales del comportamiento de la economía y las cuentas públicas de ese año.
El Gobierno no ha ofrecido en sus planes mucho detalle del año próximo, más allá de que habrá una recuperación tanto del crecimiento como del empleo, del consumo y de la inversión. Y esa es precisamente la visibilidad más necesaria ahora, tanto para una sociedad encogida que necesita recuperar individual y colectivamente la confianza en sí misma y en sus opciones de futuro, como para quienes van a financiar con la compra de masivas emisiones la voluminosa escapada de la deuda pública. La sistemática apelación a la solución colectiva en Europa es pertinente, y Europa no puede seguir arrastrando los pies; pero el Gobierno tiene que ofrecer un auténtico plan de salida de esta depresión económica, laboral, anímica y financiera en la que caerá el país. Y de momento, no lo muestra.