La necesaria reapertura de las economías occidentales
El perjuicio social y económico provocado por los confinamientos es abrumador. Los Gobiernos deben afrontar el reto de reanudar la actividad
El Covid-19 ha costado la vida a 147.265 personas e infectado a 2.180.064. En muchos países desarrollados y China los contagios y hospitalizaciones nuevas decrecen de manera sostenida. Han funcionado las cuarentenas debido al sacrificio del personal sanitario y la disciplina de la población. En Italia el número de infectados en las UCI ha descendido en 1.000 personas en dos semanas. En EE UU han fallecido 35.519 personas, lejos de las previsiones más optimistas de 200.000. En el peor foco, el estado de Nueva York, el número de hospitalizaciones disminuye sin interrupción desde el 2 de abril.
La pandemia de H1N1 en 2009-2010 fue contraída por 1.600 millones de personas y causó 284.000 víctimas mortales. La denominada pandemia de Hong Kong se cobró la vida de más de un millón en 1968-69. Pereció un millón de personas debido a la gripe asiática de 1957-58, cuyo brote inicial también fue China. Debido a las mencionadas gripes sucumbieron muchas más personas que las que han fallecido por Covid-19, y no se decretó la paralización de la actividad económica.
El perjuicio económico y social provocado por los confinamientos es abrumador. El FMI pronostica una disminución del PIB mundial del 3% en 2020, con reducciones del 5,9% en EE UU; 7,5% en la eurozona; 9,1% en Italia; 8% en España, y 7,2% en Alemania. Si la pandemia se debilita en el segundo semestre y se levantan gradualmente las restricciones, el FMI prevé para 2021 un aumento del PIB del 5,8% para la economía internacional; del 4,5% para los países desarrollados, y del 6,6% para los países emergentes y en vías de desarrollo.
Hubiera sido y aún es deseable la cooperación multilateral para mitigar los efectos del coronavirus. Pero el multilateralismo ya estaba muy debilitado antes del brote epidémico por el auge de los populismos de derechas e izquierdas y el desafío geopolítico de China y su aliado Rusia. La colaboración multinacional ha sido minada por la actuación de China y la OMS, que ignoró las advertencias de Taiwán –cuya gestión de la pandemia es ejemplar– en diciembre y toleró el inicial encubrimiento de Pekín y su posterior tesis hasta el 20 de enero de que Covid-19 no se propagaba entre personas.
La OMS no declaró que el coronavirus es una pandemia hasta el 11 de marzo, cuando ya habían fallecido 4.291 personas, 118.000 estaban contagiadas y se había extendido a 114 países. También criticó las restricciones a la entrada de personas que EE UU y muchos otros países han aplicado y que sin duda han salvado muchas vidas. Las autoridades chinas han permitido la reapertura de unos mercados que son verdaderos zoológicos gastronómicos y cuna de los virus gripales. Una actuación conjunta del G20 financiando los tratamientos más avanzados no se producirá.
Las respuestas son nacionales. Muchos países han adoptado ambiciosos estímulos fiscales. El de EE UU asciende a 2,2 billones de dólares. Combina pagos directos a las personas y familias, préstamos a fondo perdido para las empresas que no despidan a sus trabajadores, ayudas para el sector sanitario y rescates para los sectores empresariales más castigados.
Pero el camino hacia una normalización económica y social sin recaídas fuertes exige superar tres retos: la realización de pruebas a un alto porcentaje de la población; inversiones y subvenciones para que los tratamientos más eficaces (hidroxicloroquina con azitromicina, el antiviral favipiravir y el inhibidor de la proteasa lopinavir) estén disponibles en cantidades industriales; y la cuarentena con excepciones de los infectados y personas pertenecientes a los grupos de riesgo.
El Gobierno español ha acertado al permitir la vuelta al trabajo con la protección de máscaras y guantes. Las zonas rurales o con densidad baja de población pueden relajar más las restricciones. Es necesaria la reapertura de iglesias, gimnasios, bibliotecas, comercios y cines guardando las distancias. No hay por qué dar por perdido el curso académico. Si se logra producir el test de cinco minutos a gran escala creado por Abbott, las autoridades pueden desplegarlo en aeropuertos, estaciones de trenes y fronteras para cerciorarse de que los turistas no están contagiados. España y otras potencias turísticas deben minimizar con dichos métodos las pérdidas del sector hotelero, de restauración y transportes.
En Italia, el ejecutivo de Giuseppe Conte ultima un plan para reanudar la actividad y el gobernador de Lombardía propone uno basado en las cuatro D: distancia de un metro entre personas, dispositivos (uso obligatorio de mascarilla), digitalización (teletrabajo si es posible) y diagnóstico (pruebas serológicas).
Trump, por su parte, ha decretado un ambicioso plan de reapertura en tres fases que otorga flexibilidad a los distintos estados. Para entrar en la primera fase se requiere un descenso sostenido durante dos semanas de nuevas infecciones. Permite abrir a cines, restaurantes, lugares de culto y estadios. Para entrar en la segunda hay que evitar rebrotes, y autoriza viajes no esenciales y retomar el curso escolar. En la tercera no habría restricciones al número de personal en las empresas si se mantiene un nivel alto de higiene y el distanciamiento social. Ocho estados del Medio Oeste coordinarán la normalización de sus economías según su situación concreta y en función de los parámetros descritos. Otros 10 estados del Noreste y costa oeste mayormente con gobernadores demócratas han anunciado que reemprenderán las actividades dependiendo de su situación.
La politización del restablecimiento de la actividad en EE UU es inevitable debido a las elecciones de noviembre. La última encuesta del CIS revela que el 73% de los españoles desea que el Gobierno central tome las medidas respecto a Covid-19 y un 91% aboga por grandes acuerdos entre los partidos. Los españoles cumplieron a rajatabla las medidas de excepción. Ahora merecen que la clase política y los agentes sociales actúen al unísono para consensuar la necesaria reanudación de la actividad.
Alexandre Muns es Profesor de la EAE Business School