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El parón de la actividad no tiene más que un impacto positivo fugaz en el medio ambiente

Los incendios de Australia anulan el efecto de toda la parálisis de marzo

Una fábrica con actividad en Navarra.
Una fábrica con actividad en Navarra.EFE

La crisis del coronavirus ha puesto en jaque a los sistemas sociales y económicos mundiales. Los gobiernos se han visto obligados a poner al mundo en pausa para aplanar la curva de contagios y aplicar medidas que amortigüen la posible recesión que la pandemia traerá consigo. Por ello, las únicas cifras que parecen a simple vista alentadoras son las que afectan al medioambiente.

Diversos estudios y expertos destacan una importante disminución de las emisiones de gases contaminantes en los lugares más afectados por el Covid-19. De hecho, la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) anunció que se han apreciado fuertes reducciones en las concentraciones de dióxido de nitrógeno en varias ciudades de Europa, como París, Madrid o Milán, coincidiendo con las estrictas medidas de cuarentena, en comparación con el promedio mensual de concentraciones de 2019.

Con respecto a China, la AEE analizó la variación de este índice de diciembre a marzo y comprobó que las decisiones sobre el cierre de fábricas o el cese de las actividades diarias provocaron una caída en picado de la contaminación, también influenciada por la celebración del Año Nuevo Lunar, que generalmente provoca este efecto cada año.

Así, en febrero se observó una disminución de partículas contaminantes del 20%-30% en grandes superficies de China en comparación con los tres años anteriores. Aun así, a medida que la epidemia ha ido disminuyendo en este país y la vida de los ciudadanos ha vuelto a la normalidad, los niveles de emisiones también.

Desde la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA) señalan que sus datos confirman estas contracciones de contaminantes en el aire, pero que para abordar el problema a largo plazo “se requieren políticas ambiciosas e inversiones a futuro”.

En este punto, la pregunta es si esa reducción temporal de la contaminación global va a suponer realmente un impacto positivo para el planeta. El experto y profesor del Instituto Superior del Medio Ambiente, Luis Robles, apunta que, aunque todavía es difícil hacer un balance de la situación en este sentido, un parón en la actividad de solo dos meses “probablemente” no tenga un efecto muy positivo en el cómputo neto global de emisiones. “No será significativo frente a todo lo que emitimos y llevamos acumulado, aunque todo dependerá de cuánto dure esta crisis”, señala.

China vuelve a los niveles de contaminación previos a la crisis

Robles recuerda que aunque la actividad diaria haya parado, no existe un apagón total, porque se sigue teniendo suministro tanto eléctrico como de alimentos y, bajo su punto de vista, el parón económico tendría que prolongarse mucho más en el tiempo para que tuviese una repercusión notable.

“Las emisiones que han producido los incendios forestales de Australia son más importantes en cantidad que lo que nos hemos ahorrado en el medio mes de marzo a nivel mundial”, explica. El experto puntualiza que en esta comparación, basada en sus análisis, considera fundamentalmente el efecto del parón de Europa y Estados Unidos, ya que el freno de la actividad industrial china se produjo tan solo en una parte de la población y en marzo el país ya salía de la crisis.

Impacto no duradero

Especialistas en cambio climático de Greenpeace también advierten de que “la caída de la contaminación del aire y la probable disminución de las emisiones de carbono son los efectos secundarios de que toda la producción, la economía y el consumo no esencial estén paralizados”, y aseguran que “esta es la manera menos sostenible y menos duradera para controlar las emisiones y limpiar la contaminación”.

Sin embargo, Robles realiza una estimación positiva en términos locales, destacando particularmente la evolución de la calidad del aire en las grandes ciudades españolas como Madrid o Barcelona. “En estos casos, aunque las bajadas de contaminación sean temporales, sí van a ser significativas en el cómputo anual de emisiones”, subraya.

Los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente muestran cómo las concentraciones de dióxido de nitrógeno, un contaminante emitido principalmente por el transporte por carretera, disminuyeron notablemente durante la semana del 16 al 22 de marzo. En Madrid, esos niveles bajaron un 56% de una semana a otra y, en comparación interanual, la reducción fue del 41%.

Por su parte, en Barcelona, la caída fue de un 40% en el primer caso y de un 55% en comparación con el mismo periodo del año 2019.

“Con la pronunciada disminución del transporte y la llegada de temperaturas más suaves que harán apagar las calefacciones, estaremos viendo una calidad del aire en Madrid que posiblemente no volvamos a ver en décadas”, apunta el experto.

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