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El cambio climático, otra amenaza para el agua

Los episodios de inundaciones y sequías serán más intensos y periódicos

Una cabra hundida en la tierra seca, en el término municipal de La Haba, Badajoz.
Una cabra hundida en la tierra seca, en el término municipal de La Haba, Badajoz. José Reyes
Denisse Cepeda Minaya

Canarias afronta este año un nuevo episodio de sequía y, según los expertos, será el quinto más severo que se registra en los últimos 25 años. Pero las previsiones no son halagüeñas. La Agencia Estatal de Meteorología pronostica un déficit de precipitaciones para los dos ejercicios siguientes.

Las islas no son las únicas áreas urbanas españolas con estrés hídrico. Julio Barea, responsable de la campaña de aguas de Greenpeace, recuerda la crisis de Barcelona de 2008, donde llegaron al punto de tener que abastecerse con barcos cisterna, un evento que se ha repetido, la última vez, en 2018. Lo mismo sucedió en 1995 con Palma de Mallorca, que también ha sufrido en otras ocasiones restricciones importantes, la más reciente, la del periodo hidrológico 2016-2017, que afectó en general a todo el país.

El Mediterráneo, entre los más vulnerables

Si bien es cierto que las características climáticas de la Península Ibérica (y de los territorios extrapeninsulares) no son homogéneas –conviven áreas cálidas, frías, subtropicales, mediterráneas, áridas y semiáridas–, en los últimos años interviene una nueva variable, el cambio climático, que está provocando anomalías y complicando la gestión de un recurso tan valioso como escaso.

“Históricamente, las zonas más expuestas a sequías han sido el sur y Levante, y las ciudades de la costa mediterránea han sido las que más han experimentado fenómenos tormentosos con inundaciones súbitas. Sin embargo, en el nuevo escenario, los estudios prevén que los fenómenos extremos, como sequías e inundaciones, serán cada vez más frecuentes e intensos y que, además, se distribuirán por todo el territorio nacional; los conceptos de España seca y España húmeda pertenecen al pasado”, señala Mariola Urrea, presidenta del consejo de estrategia de Fundación Aquae.

Barcelona, Mallorca y Canarias, algunas de las áreas afectadas por el déficit de lluvia

Urrea, incluso, se aventura a afirmar que Canarias y el sur peninsular, sobre todo Andalucía y Extremadura, sufrirán más periodos de escasez. “Los efectos del cambio climático harán que el sur se parezca cada vez más a países como Marruecos y que en el norte se produzca un proceso de mediterraneización”, vaticina.

Por esa vinculación tan estrecha, que supone un gran desafío para la humanidad, es que el lema del Día Mundial del Agua, que se celebra este domingo día 22, es Agua y cambio climático. “No podemos esperar. Los responsables de la política climática tienen que poner el agua en el centro de los planes de acción. El uso que hagamos puede ayudar a reducir las inundaciones, las sequías, la escasez y la contaminación, así como combatir el calentamiento global. Si la usamos de manera más eficiente, también reduciremos las gases de efecto invernadero”, defiende la ONU.

Una gestión hídrica eficiente puede bajar los gases de efecto invernadero, según la ONU

Para Damià Barceló, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDEA) y consejero de la Fundación Gadea Ciencia, el claro perjudicado es el Mediterráneo: “Prácticamente, toda la zona está en riesgo”. De hecho, un estudio de la Unión por el Mediterráneo (UpM) calcula que la población de la región –que incluye a todos los Estados que bordean este mar, además de Portugal, Jordania y Mauritania– denominada “pobre en agua” aumentará a más de 250 millones de personas en 20 años.

Esta franja se calienta un 20% más rápido que otras áreas y, de continuar las políticas actuales, se prevé que la temperatura suba 2,2 grados en 2040, recoge el informe. Además, apunta que el riego representa entre el 50% y el 90% de la demanda total, y si bien se pronostica que el consumo aumente un 18% a finales de siglo, se espera que la disponibilidad disminuya un 15%.

Getty

En el conjunto de España, el escenario que se vislumbra a medio y largo plazo son alzas de temperatura de hasta 5 grados y descensos del 40% de la escorrentía y la infiltración (es decir, recarga de los acuíferos), añade Urrea. “Estamos en una época de cambio y la tendencia es que los eventos extremos serán cada vez más extremos”, recalca Raúl Sánchez, profesor titular del Departamento de Ingeniería Agroforestal en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas.

Ávila, por sequía, y Zaragoza, por inundaciones, son otras ciudades amenazadas, precisa Barea. “Las precipitaciones serán mucho más bajas y las temperaturas mucho más altas, lo que producirá una mayor evapotranspiración natural de plantas y suelos que reducirá entre un 10%-15% la disponibilidad de agua, según el IPCC”, cita este ecologista. Este grupo de expertos de la ONU también avisa de disminuciones de caudales de los ríos por encima del 25%, como puede suceder en el Júcar y en el Segura, e incluso puede extenderse al Guadalquivir o al Ebro, opina.

Causas adicionales

No solo acecha el calentamiento global. Particularmente, en España influyen otros factores que se resumen en la mala gestión del patrimonio hidráulico e hídrico, la sobreexplotación de los recursos hídricos, las malas prácticas agrícolas –actividad que se come cerca del 75% del consumo del líquido–, el sobrepastoreo y la urbanización irracional en la costa, coinciden los expertos.

“Es evidente que la forma de urbanizar no ha sido, en algunos casos, la correcta. No se han respetado las zonas inundables asociadas a los ríos ni los límites de costa”, critica Urrea. Recuerda, en este sentido, el daño económico y las pérdidas humanas que produjo en septiembre de 2019 la DANA o gota fría en Murcia y Alicante. O la de enero de este año, que perjudicó a Tarragona y Girona y otras localidades catalanas tras el desbordamiento de los ríos Francolí y Onyar. 

El tema hídrico es secundario. Ni la Administración actual, ni las anteriores, ni para las locales y autonómicas es un asunto prioritario Julio Barea, responsable de la campaña de aguas de Greenpeace

“Ha habido un deterioro de la línea costera. El hombre ha destruido la barrera natural que protegía al resto de terreno continental de estos eventos, las dunas”, explica Sánchez. Un problema que se suma al menor flujo de sedimentos que circula por los ríos por la construcción de embalses y que deberían desembocar en el mar, el encargado de redistribuirlos en toda la línea costera, prosigue.

“Los ríos están cementados, los cauces, las llanuras de inundación, están copadas por todo tipo de infraestructuras, llámese carreteras, hoteles, casas, naves. Si el río crece y no tiene por donde desbordarse, lo natural y lo lógico es que sucedan unas inundaciones catastróficas”, expone Barea. Del lado de la escasez, la mayor presión sobre el recurso genera, asimismo, disputas territoriales, "no menores", como las que sudecen por el trasvase Tajo-Segura, resalta Urrea.

Se necesita inversión para cambiar el sistema de saneamiento de las ciudades y que las canalizaciones puedan absorber mucha más agua

Damià Barceló, investigador y consejero De la Fundación Gadea Ciencia

El consumo también crece. “Es una pequeña bomba de relojería, deberíamos empezar por ahorrar en agricultura, pero las políticas hídricas son como si fuéramos un país rico en agua, atendemos todas las demandas sin freno ni control. El ministerio [para la Transición Ecológica] está preocupado por otras cosas, el tema del agua es secundario, pero ni este ni los anteriores, ni las Administraciones locales y autonómicas le dan prioridad”, lamenta el responsable del área de Greenpeace, que menciona dos ejemplos irracionales. “En plena sequía de 2017, Guadalajara se planteaba construir la mayor playa fluvial de Europa. Y Andalucía ha recortado ahora varias leyes medioambientales para promocionar la construcción de campos de golf, que consumen el equivalente a 15.000 personas. ¿Cómo es posible en un país semiárido y semidesértico en muchas zonas?”, denuncia.

Medidas

Una ola gigante en la playa de San Lorenzo de Gijón.
Una ola gigante en la playa de San Lorenzo de Gijón.Ana Sanchís

Adaptarse a la climatología actual y repensar el ámbito económico y urbanístico; mejorar la integración de los recursos hídricos superficiales (embalses) y subterráneos en la planificación hidrológica; dotar a los organismos de más medios para tener más datos y mejor información para la toma de decisiones; mantener en buen estado los nichos ecológicos; control microbiológico de patógenos o contaminantes; invertir en infraestructuras que minimicen el impacto del cambio climático, como el parque inundable de La Marjal (Alicante); reutilizar aguas regeneradas e invertir en desalinización; no más embalses; cambiar el sistema de saneamiento para que las canalizaciones puedan admitir más caudal y así evitar lo sucedido en Mallorca (anegada por las fuertes lluvias) en 2018, y promover alianzas público-privadas. Son las ideas que lanzan.

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Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.

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