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Jorge Juan Gutiérrez: “En joyería no basta con ser honrado, hay que parecerlo”

Cuentan con dos tiendas en el centro de Madrid y facturan más de un millón de euros

Juan Lázaro

El sótano de su tienda en la calle Serrano es el lugar preferido de Jorge Juan Gutiérrez (Madrid, 1959), propietario de Joyeros Jorge Juan, para supervisar que todo lo que ocurre en sus establecimientos funcione correctamente. Asegura que solo así puede garantizar un servicio excelente, lo que reconoce como el éxito de su negocio. Un pilar que sujeta gracias a la formación de sus empleados. “Aquí no entra nadie que no sea gemólogo o esté en proceso de serlo. Uno de los valores añadidos más importantes que tiene que tener un joyero es el conocimiento de la materia”, explica sin perder de vista las pantallas de circuito cerrado para saber quién entra y sale de la tienda en todo momento.

El empresario tiene claro que hay que darles a los clientes toda la información posible para explicarles la cadena de producción que hace que un diamante tenga determinado precio, pues ellos no tienen forma alguna de distinguir uno sintético de uno natural. “Para tener una farmacia necesitas ser farmacéutico, pero abrir una joyería parece que es como montar una tienda de caramelos, cuando en realidad estás jugando con muchísimo dinero”, critica.

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En el medio plazo, defiende el joyero, habrá una tendencia hacia recuperar la confianza que siempre se había depositado en los tenderos, no solo en este campo sino en todos los ámbitos. Mientras tanto, se asegura de contar con todos los certificados que garanticen la calidad de sus materias primas: pertenece al Responsible Jewellery Council y todos sus diamantes de más de 0,3 quilates están certificados por el Instituto Gemológico Americano. “No basta con ser honrado, sino también que parecerlo”, apunta.

La compañía la fundó su padre, aunque él nunca pensó en continuar la tradición familiar porque el primero insistía en que este debía estudiar, así que se matriculó en la carrera de informática. “Pero a mí todo esto me apasionaba y, cuando mi padre murió, no concebía por qué él no quería que me dedicara a ello”, relata Gutiérrez con vehemencia. Así, lo que era una marca de comercialización de diamantes pasó a contar con dos tiendas en el centro de Madrid, que facturan más de un millón de euros al año. “Podíamos habernos expandido mucho más, pero no hemos querido abrir tantos establecimientos porque entonces el cliente no podría ser atendido por el propietario o, al menos, en presencia de este”, justifica.

Su gran apuesta son los anillos de compromiso, pues es la estrategia para fidelizar a los clientes. “Nos interesa porque los compran los consumidores más jóvenes, que son los viejos de mañana”, reconoce el empresario, consciente de que, si ofrece un buen servicio y un precio competitivo, estos seguirán acudiendo a la tienda en cada ocasión especial.

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