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La tribuna de los fondos
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Solo quedan 11 meses para final de año

La mejor ancla de las buenas rentabilidades a lo largo del tiempo es seguir invertidos y afrontar el futuro sin temer que la próxima catástrofe sea mañana

GettyImages

Ya solo quedan 11 meses para el final de año y, si todos siguen la pauta de enero, vamos a tener un 2020 de lo más entretenido. Una vez alejados los grandes riesgos (conocidos), como la recesión económica, el Brexit duro o el recrudecimiento de la guerra comercial, habiendo pasado porque todos ellos ocurrieran a la vez, lo cierto es que la realidad siempre nos gana con el elemento sorpresa.

Los primeros compases del año estuvieron marcados por la muerte del general iraní Soleimani por órdenes del Pentágono estadounidense. Temor a una escalada bélica, incluso una guerra. Unos (pocos) días de volatilidad, repunte del precio del petróleo, apreciación de los activos refugio. Bastaron unas palabras no beligerantes de Trump para tranquilizar a los mercados y… vuelta a la normalidad y a la fortaleza de la senda alcista.

La segunda mitad del mes estuvo marcada por el brote del coronavirus. Temor a una nueva pandemia mundial. Regreso de los miedos y la volatilidad y feo cierre de enero. Y mientras nos afanábamos en ser expertos en virus, el mercado ha vuelto a ir por el camino más corto y ha revertido en apenas dos días las caídas de finales de mes.

¿Es este el comportamiento normal del mercado o es que estamos demasiado pendientes en buscar por dónde vendrá el próximo descarrilamiento? ¿O acaso tenemos un exceso de información, puntual, de todo lo que pasa en el mundo y sus posibles efectos colaterales? Habiendo pasado por dos noticias en principio tan relevantes y de posibles efectos secundarios indeseables, lo cierto es que, a juzgar por el comportamiento del mercado, no ha pasado nada. Los nervios se han aplacado con una facilidad pasmosa.

Hoy tenemos la ventaja de poder tirar de retrovisor, de la historia, y de ver qué pasó en el pasado cuando sucedieron cosas parecidas. Normalmente, los efectos fueron leves y se revirtieron rápido. Lo que es cada vez más rápido es la capacidad de los mercados para aprender y adaptarse a un entorno cambiante utilizando sencillas técnicas heurísticas. Este concepto es el que desarrolla el profesor Andrew Lo en su libro Adaptative Markets y lo que quiere poner de manifiesto es la capacidad de los mercados de ir procesando la nueva información de la que dispone y de adaptarse a las distintas realidades. También de sobreponerse a ellas.

En un entorno de tipos bajos, incluso negativos, invertir es una necesidad. En un entorno de una macro razonable e incluso dando señales de cierta mejora, el apetito por el riesgo parece estar justificado. En un entorno en el que las compañías no decepcionan en su publicación de resultados, que el mercado suba no debería ser una sorpresa. No obstante, la fiesta va por barrios. El comportamiento de las compañías ligadas al growth (crecimiento) siguen disfrutando de su momento dulce y continuamos viendo un deterioro notable de las compañías ligadas a sectores cíclicos y de materiales o del llamado estilo value. Los emergentes y Japón han tenido un difícil comienzo de año, mientras Estados Unidos continúa pulverizando máximos históricos.

Por otro lado, los bonos de Gobierno con duración han seguido funcionando de maravilla, lo que no es incompatible con que los bonos de más riesgo –crédito, subordinadas financieras o incluso deuda emergente– también estén exhibiendo un buen comportamiento.

La enseñanza que podemos extraer de los intensos treinta y pocos días de este 2020 es que nadie tiene la bola de cristal y que estar fuera de mercado es una mala opción. Igual que lo es ponerse nervioso ante la más mínima caída. El mercado suele hacer lo que más duele (o lo que le da la gana, en cualquier caso).

Nuestro consejo es afrontar el futuro sin temer que la gran próxima catástrofe se va a producir mañana. El que teme padecer, ya padece lo que teme. Esta frase se atribuye a Michel de Montaigne y es de hace cinco siglos, pero hoy sigue teniendo plena vigencia. De ahí que luego se acuñen acrónimos como el FOMO (Fear of Missing Out), que, aunque nació referido al mundo tecnológico y a las redes sociales, hoy se aplica también al ámbito de los mercados financieros. Los inversores que se han quedado fuera, terminan enganchándose tarde y desesperadamente a un mercado que no para de subir ante el temor de que se les escape. Otro acrónimo famoso hoy es el TINA (There Is No Alternative). Frente a unos tipos de interés en negativo, cualquier inversión con una cierta esperanza de retorno positivo es atractiva, paguemos lo que paguemos por ella.

Como gestores de patrimonio, pensamos que la mejor ancla de las buenas rentabilidades a lo largo del tiempo es permanecer invertidos. Hemos comenzado el año con un nivel de exposición a riesgo neutral en nuestras carteras, lo que quiere decir que para un perfil moderado que, de media, debería tener un 50% en Bolsa, ese es precisamente el nivel que tenemos ahora mismo. Apostamos por un mundo que crece y por muchas excelentes grandes empresas que siguen creciendo. Nuestra mayor porción del riesgo sigue viniendo de la renta variable y es una cartera global. La mejor forma de mitigar el riesgo es tener carteras diversificadas, sin grandes sesgos que pongan a prueba nuestra paciencia (y la de nuestros inversores) e incorporar protección o coberturas a la cartera en momentos en los que la volatilidad cae y es barata. Si se produce una gran corrección estaremos protegidos. Si no se produce, seguiremos disfrutando de buenas rentabilidades. Esto nos parece más apropiado y está probado que es mucho más rentable que intentar adivinar lo que va a hacer el mercado y entrar y salir del mismo de forma errática.

Nuestros inversores también entienden cada vez mejor que el riesgo no es la volatilidad puntual, sino el no obtener la rentabilidad que necesitan para sus planes futuros. Buscan el acompañamiento en su camino, el asesoramiento, la gestión de sus carteras y también la ayuda en la gestión de sus emociones. Con todo lo que ha pasado en enero, la realidad es que la Bolsa mundial ha cerrado prácticamente en tablas, lo que nos deja por delante un año de 11 meses. Once meses que seguro serán apasionantes y en los que nos esperan, seguro, cosas inesperadas.

Marta Campello es Socia y gestora de Abante

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