El turismo en 2020: ¿una oportunidad o una amenaza?
En España no parecemos particularmente satisfechos con haber logrado ser, desde 2015, la primera potencia mundial en competitividad turística
Acaba un año más Fitur, la gran cita anual de los profesionales del turismo en España y una de las más importantes del calendario internacional, con un nuevo récord de visitantes y expositores. Acostumbrados como estamos a que edición tras edición, y van 40, esta importante feria internacional ocupe los medios con grandes titulares, es el momento de sacar conclusiones y reflexionar sobre lo allí vivido.
Que Fitur es el termómetro perfecto para conocer la marcha del sector turístico español, nadie lo duda. Sin embargo, conviene bucear detrás de su espectacular puesta en escena, pensada minuciosamente para embriagar los cinco sentidos, para conocer realmente lo que está pasando en uno de los sectores clave de nuestra economía.
Una de las primeras cosas que salta a la vista al recorrer los interminables pabellones de la feria es la apuesta sin parangón que, a nivel país, hemos hecho por el turismo. En este sentido, los últimos datos presentados en Fitur por la autoridad en la materia, el profesor don Manuel Figuerola (Universidad Nebrija), en su informe sobre coyuntura turística, resultan muy esclarecedores: el turismo alcanza ya el 12,5% del PIB nacional. Ahí es nada.
¿Debemos interpretar esta cifra como una oportunidad para dar impulso al desarrollo competitivo de España o, por el contrario, supone un oscuro nubarrón que amenaza con aguarnos el futuro a los españoles? Creo que lo visto estos días en Fitur puede ayudarnos precisamente a responder esta pregunta que es de primordial importancia.
El análisis somero de la cuestión ha llevado a muchos analistas a pensar que el turismo, como cualquier otro “monocultivo” económico, es algo negativo. España no puede “jugarse” su futuro a una sola carta y nuestro nivel de renta y bienestar simplemente no puede permitirse depender en tan gran medida de una actividad como el turismo.
Quienes defienden esta posición ven el turismo como una máquina de generar empleo de baja cualificación (afirman que España lleva camino de convertirse en un país de camareros y recepcionistas) y, por tanto, de empleo precario y mal pagado. Para ellos el turismo es una amenaza que atenta contra la sostenibilidad medioambiental que hay que combatir, por no decir que es la causa última que explica que nuestras ciudades estén viendo sustituidas progresivamente sus señas de identidad por servicios “macdonalizados” pensados para los visitantes.
La tendencia mostrada por algunos responsables públicos de combatir los efectos negativos del turismo con medidas que coartan la libertad de movimientos de quienes nos visitan, o que imponen cargas económicas que penalizan la circulación de visitantes dependiendo del medio utilizado o el lugar visitado, no solo va en detrimento de la propia razón de ser del turismo, sino que atenta contra los beneficios que del propio turismo podemos llegar a obtener.
Se hace urgente, según ellos, diversificar nuestra economía cuanto antes y como sea, diseñando políticas fiscales que favorezcan a otros sectores llamados “innovadores” con los que poder superar nuestra excesiva dependencia del turismo. Solo así, suelen concluir, la economía española logrará mejorar sus problemas endémicos y, por ende, incrementar sus bajos niveles de productividad y competitividad.
Intentar negar los efectos negativos que el turismo está generando es sin duda una tarea fútil y completamente alejada de la realidad. Sin embargo, a mi modo de ver, las afirmaciones anteriores carecen de una reflexión suficientemente robusta y, sobre todo, de un conocimiento informado de las potencialidades que el sector turístico puede ofrecer, factores ambos que Fitur se ha encargado de ejemplificar perfectamente estos días.
El turismo es la única actividad económica a nivel mundial en la que las principales instituciones económicas internacionales coinciden en pronosticar un crecimiento sostenido para los próximos 10 años (2,9% de crecimiento medio anual en el periodo 2020-2030 según la OMT). Sin embargo, en España no parecemos particularmente satisfechos con ser, desde 2015, la primera potencia en competitividad turística del mundo, ni de haber alcanzado una posición de claro liderazgo internacional frente a nuestros competidores más directos.
Gran parte de esta percepción se debe a que posiblemente no hemos sabido (o no hemos podido) capturar adecuadamente el valor que nos ofrece un sector como el turístico o, dicho de otro modo, que el valor que hemos sido capaces de capturar del turismo no ha sido suficiente para reconocer el papel clave que el turismo ha de tener como cabeza tractora para el progreso y el desarrollo económico del país.
Como muchos de los especialistas participantes en los foros celebrados en Fitur han puesto de manifiesto, es fundamental que, en los próximos años, empresas turísticas, destinos, responsables públicos y, por supuesto, los propios ciudadanos encontremos nuevas fórmulas que nos permitan capturar una parte cada vez mayor del valor que las actividades turísticas generan para, a continuación, ser puesto al servicio de la sociedad en su conjunto.
Para ello será esencial dar el salto de un turismo centrado en los servicios a otro centrado en el conocimiento, las tecnologías inteligentes basadas en big data e inteligencia artificial, y un ADN innovador. Todo ello acompañado del necesario aumento del tamaño de nuestras empresas tecnoturísticas y su mayor orientación hacia la exportación de conocimiento.
No existe en España una oportunidad más clara para convertirnos en líderes sectoriales a nivel mundial que el turismo. No la desperdiciemos. Solo así podremos situar al turismo en el papel que realmente le corresponde, como la auténtica palanca de cambio y de prosperidad que nuestra sociedad demanda.
Francisco Javier Navarro es Director del máster en Empresas y Destinos Turísticos de la Universidad Nebrija