La banca, cada vez más verde que te quiero verde
Los nuevos retos de las finanzas sostenibles suponen otra vuelta de tuerca regulatoria para un sector que no para de sufrir cambios
La banca española, y en general la de prácticamente todo el mundo, se vuelve verde. Hace menos de dos años, pocos eran los clientes o banqueros que hablaban de finanzas sostenibles. Algún que otro banco, como Triodos Bank, nació ya con esta vocación, pero se lo veía como una firma exótica, la excepción dentro del sector financiero.
El público en general pensaba hasta hace muy poco que eran, entre otras, las industrias automovilística o energética, además de la aérea, las que más cambios tenían que realizar para contribuir a un mundo más sostenible. Pocos se habían parado a pensar en la banca como pieza clave para contribuir a limitar el cambio climático. Pero sí, parece que su papel es muy importante, o por lo menos eso nos han intentado explicar durante la pasada semana en la cumbre de clima COP25 celebrada en Madrid.
Tanto han insistido que casi casi nos habían convencido de que la banca era ya verde. Pero no, la banca no es aún verde, y tardará todavía mucho tiempo en mutarse a ese color, el color de la esperanza.
Pese a ello, se han dado grandes pasos, y se ha conseguido hacer reflexionar a la población sobre la importancia de las finanzas sostenibles, aunque para lograr este objetivo las entidades financieras deban someterse a nuevas reglas que pueden terminar de engullir a los bancos más débiles, que por lo general, aunque no siempre, son los más pequeños, incapaces de absorber tanta regulación.
Cuando se levante el secreto de sumario de BBVA se airearán sus vergüenzas, aunque no sean delito
La banca, no obstante, ha querido destacar el compromiso alcanzado por casi todo el sector la semana pasada. “Hace tan solo dos semanas ni lo habíamos pensado. Ahora, el 95% del sector en España se ha comprometido a alinear su actividad con los objetivos de cambio climático a través de los acuerdos firmados en París”, señalan fuentes financieras.
Estas mismas fuentes explican que, aunque la actividad de los bancos es de bajas emisiones, “se comprometen a medir la huella de carbono de los clientes a los que conceden financiación y a acompañarlos en su estrategia del cambio”.
La transformación hacia una economía baja en carbono será gradual. Para ello, los bancos tomarán medidas “a través del diálogo permanente con los clientes para fomentar el cambio hacia tecnologías, modelos de negocio y sociedades bajas en carbono”, explica un experto en el sector, que añade que la banca española “ya lleva muchos años caminando por la senda del cambio y se encuentra a la vanguardia internacional. La preocupación de la sociedad y de las autoridades por los efectos del cambio climático ha aumentado. Es una preocupación que ya todos compartimos”.
Fuentes bancarias aseguran que las entidades financieras “conocen cuál es su responsabilidad, pero las autoridades deben ponerse de acuerdo en las formas de medir y controlar. Necesitamos un plan definido ya, estable, acordado internacionalmente, que también reduzca la incertidumbre que conlleva el cambio climático”.
De momento, explican las fuentes, el sector financiero español ha desarrollado Finresp, “una iniciativa para atender las necesidades de las empresas españolas, especialmente pymes, en su adaptación a los principios de sostenibilidad de la ONU”.
El director global de negocio responsable de BBVA y copresidente del comité directivo de UNEP FI (la alianza de Naciones Unidas para el sector financiero para promover las finanzas sostenibles), Antoni Ballabriga, explicó el pasado mes de septiembre que desde el punto de vista empresarial “la sostenibilidad es rentable. Los datos así lo avalan. Según el Global Sustainable Investment Review de 2018, la inversión sostenible ha crecido hasta 30 billones de dólares”.
Bueno, de momento, todo son proyectos y compromisos llenos de buenas intenciones. Ahora falta que la moda por lo verde no se quede en eso, en una moda limitada al color de la esperanza.
Otro tema que sigue acaparando espacios en las páginas de economía de los distintos medios de comunicación es el ‘caso Villarejo-BBVA’.
De momento, y tras haber pasado por la Audiencia Nacional alrededor de una decena de imputados vinculados de forma directa o indirecta (eran antiguos ejecutivos del banco) a BBVA, dos nombres son los únicos que han sido repetidos por los tres únicos investigados que han decidido declarar y no acogerse a su derecho a guardar silencio hasta que no se levante el secreto de sumario.
Francisco González, expresidente del banco, y Adolfo Fraguas, directivo de BBVA que representa a la entidad como imputada como persona jurídica, han coincidido en apuntar a Julio Corrochano, exjefe de seguridad de la firma, y a Antonio Béjar, exdirector de riesgos, como responsables de la contratación del excomisario José Manuel Villarejo para realizar trabajos de espionaje para el banco.
Béjar, el tercero que ha optado por colaborar con la justicia y declarar ante el juez que lleva el caso, Manuel García Castellón, parece que ha apuntado a otros directivos, pero no han trascendido sus nombres.
Algunas fuentes jurídicas apuntan que al final no se sabe si habrá o no caso. Pero lo haya o no, lo cierto es que una vez que se levante el secreto de sumario, es muy posible que salgan a la luz gran parte de las investigaciones internas que han llevado a cabo Garrigues, Uría y PwC en BBVA durante los últimos meses. Se airearán parte de las vergüenzas del banco, algo que no gusta a nadie, aunque estas vergüenzas no sean delitos.
Cambiando de tema. En las últimas semanas del año la banca pretende cerrar gran parte de las operaciones de venta de algunas participadas. Quiere terminar el año más ligera de equipaje, con negocios no core fuera ya de sus balances, con las consiguientes plusvalías sumadas a sus cuentas de resultados.
La aseguradora de las antiguas cajas de ahorros, Caser, es una de las ventas previstas, aunque está costando. Las entidades que venderán sus participaciones que tienen en la aseguradora ya han comentado al Banco Central Europeo (BCE) que cerrarán su venta antes de 2020. Estos son los casos de Bankia, Abanca y CaixaBank.