La artesanía da aire a la España vaciada
Los productos hechos a mano son una oportunidad para el medio rural
En un mundo cada vez más virtual y acelerado, los procesos lentos y los materiales cuidados son el verdadero lujo. “En la alta gama hay una vuelta hacia todo aquello que es auténtico”, reconoce la portavoz de Círculo Fortuny, Xandra Falcó. Un ámbito en el que la artesanía tiene mucho que aportar, pero requiere del apoyo social e institucional, pues muchos de los oficios y técnicas tradicionales están en proceso de desaparición. Los expertos consideran que este fenómeno está ligado en cierta medida a la despoblación rural, y a su vez, ven en el auge de la artesanía una manera de mitigar la crudeza de la llamada España vacía.
“La artesanía se basa en los pueblos, en las tradiciones y en el saber hacer. Para que un producto esté vivo, tiene que tener una historia detrás, y esta la cuentan las manos del artesano”, relata Falcó, para quien las nuevas generaciones no valoran solo la sostenibilidad, sino también la parte cultural y humana que hay detrás de los productos que consumen. En este sentido, el director de la organización de artesanos de España Oficio y Arte, Manuel González, considera que el auge de este tipo de consumo es una oportunidad para las regiones más despobladas. “El modelo de producción artesanal se caracteriza por ser muy independiente y no necesitar grandes centros de distribución o aprovisionamiento, sino que solo requiere de materias primas, por lo que el medio rural es el entorno ideal”, continúa.
La presidenta de SACo (Sociedad de artesanos contemporáneos), Elena Goded, también observa una relación entre los pueblos y este tipo de profesiones. “Son un patrimonio cultural intangible y crean puestos de trabajo fuera de los grandes núcleos urbanos”, apoya. La directiva también está al frente de Ábbatte, una marca de artesanía textil, que cuenta con una tienda en Madrid, pero cuyos talleres se encuentran en Collado Hermoso (Segovia). La empresaria celebra que la instalación de la manufactura generó trabajo local para los habitantes de los municipios circundantes, que antes tenían que coger el coche y conducir un gran número de kilómetros hasta llegar a la ciudad más cercana.
“No me refiero a las manualidades de los mercadillos medievales, sino a la artesanía de alto nivel que se hace con un maestro artesano que tiene que enseñar el oficio”, aclara Goded. Este saber hacer está en peligro de extinción y, por este motivo, los expertos consideran que, si se quiere apostar verdaderamente por ello, la formación es el único camino. Son profesiones que se están perdiendo, pero que cuentan con una fuerte demanda: en los próximos años se necesitarán 236.000 empleos en este campo, asegura Falcó. “Las marcas de Círculo Fortuny nos cuentan que tienen problemas para encontrar artesanos con oficio”, insiste.
En esta línea, la portavoz de la asociación que reúne a la patronal española del lujo hace hincapié en la importancia de darle valor a unas tareas que han estado muy denostadas en los últimos tiempos. El productor de guitarras Felipe Conde pertenece a la tercera generación del oficio, pero al principio sus hijos no querían continuar con el taller familiar porque lo veían como algo antiguo, ilustra Falcó; pero después de entrar en la agrupación y ver lo que estaban haciendo las marcas, decidieron continuar. “Se trata de estar orgulloso de lo que haces”, resume.
Sin embargo, la recuperación de los oficios no es solo una oportunidad para las poblaciones locales del entorno rural, sino que también consigue atraer a personas que ansían un cambio en su estilo de vida. Es el caso de la fundadora de Antic Mallorca, Araceli Iranzo, que dejó una agencia de publicidad en Madrid para trasladarse a Mallorca en busca de una mayor serenidad. Allí se encontró con el pueblo de Capdepera, donde la artesanía del palmito había sido el principal sustento durante generaciones. Con el boom turístico de la isla, el municipio se transformó y las técnicas fueron cayendo en el olvido. Afortunadamente, un grupo de mujeres, conocidas como Ses Madones de sa Llata, decidieron recuperar el arte que habían aprendido de niñas. El problema es que no había relevo generacional en el grupo, así que Iranzo se decidió a crear una escuela para seguir transmitiendo a las futuras generaciones los métodos que ellas se habían encargado de rescatar. “Tenemos alumnas de diferentes lugares de la isla, una viene todas las semanas desde Barcelona y hay quien aprovecha sus vacaciones para aprender”, celebra.
José Martín también dejó Madrid por la artesanía, pero es menos optimista. Su taller se encuentra en Cabañas de Polendos, un pequeño municipio de la provincia de Segovia en el que, hace 18 años, se rehabilitaron las antiguas cuadras para ofrecerles a los artesanos un lugar donde vender sus creaciones. Abren al público el primer fin de semana de cada mes y es uno de los atractivos turísticos de la zona. Sin embargo, Martín, cuya principal actividad es la orfebrería, considera que no es el mejor momento. “Cuando se empezó a decir que todo era artesano, desde los yogures a las patatas fritas de bolsa, esto perdió su esencia”, lamenta. El principal problema, prosigue, es que la artesanía son competencias autonómicas, por lo que la protección varía mucho de unas regiones a otras. El maestro denuncia que Castilla León está desfavorecida porque, mientras que otras comunidades han ido recuperando ayudas e incentivos para los pequeños talleres, en algunas incluso se sufragan parte de los costes por acudir a las ferias de artesanía, este no ha sido el caso de su región. Además, prácticamente la totalidad de los fondos se quedan en el centro de artesanía que está en Valladolid.
Para la fundadora de Real Fábrica, Rocío Muñoz, Galicia es un ejemplo a seguir. “La Xunta lleva apoyando la artesanía desde hace tantos años que allí sí se ha conseguido frenar la despoblación”, explica. Una idea que también apoya Martín, quien estuvo viviendo varios años en la región. “Allí las aldeas siguen vivas, la gente no las abandona”. Jaén es otro caso de éxito: la diputación provincial se alzó el pasado miércoles con el Premio Nacional de Artesanía en la categoría de promoción por parte de las entidades públicas. “Llevan años promocionando el aceite y se han propuesto hacer lo mismo con la artesanía”, relata Ana Santiago, fundadora de AyF Tejedores. Tras años como directiva en la empresa privada, decidió dejar la ciudad por una casa a seis kilómetros de Orcera (Jaén), donde se dedica al tejido con telares. “Los consumidores ahora se empiezan a preguntar dónde, cómo y en qué condiciones se producen las cosas”, celebra.
Además de confeccionar bufandas, da cursos de formación y organiza visitas guiadas en el taller, lo que les ha hecho alzarse con el reconocimiento de actividad con incidencia turística, pues quienes acuden a su manufactura aprovechan para hospedarse y alojarse por la zona. El suyo no es el único caso. “Los artesanos generan economía en la zona en la que se asientan, siempre se ha pensado como un valor para llevar riqueza y empleo al medio rural, por eso son ideales para las zonas que ahora se consideran vacías”, explica el director de Oficio y Arte, Manuel González. También ha notado este impacto positivo Elena Goded, la fundadora de Ábbatte. “Se crea mucho movimiento alrededor. Vienen turistas con un nivel cultural alto que buscan algo más particular que solo hacerse la foto con el Acueducto”, comenta. Pero el sector turístico no es el único beneficiado. “Se ha producido un caldo de cultivo en torno a nosotros, un pequeño movimiento económico de gente que, sin estar directamente relacionada con la marca, aporta servicios a los talleres: electricistas, jardineros o albañiles”, justifica.