La revolución verde cala en la economía
Bancos centrales, empresas y agencias de rating asumen el impacto que el cambio climático tendrá en el crecimiento
La Organización Meteorológica Mundial anunció esta semana que las emisiones de CO2 alcanzaron un nuevo máximo histórico en 2018. También esta semana, Europa se ha convertido en el primer continente en declarar la emergencia climática. Los titulares sobre el implacable deterioro del medioambiente se multiplican y tienen un tono cada vez más sombrío que ha hecho saltar las alarmas en el mundo económico y financiero.
La inquietud por el cambio climático va más allá de la creciente demanda que hacen los accionistas en favor de políticas sostenibles en las empresas y de la preferencia de los inversores por los activos verdes. El impacto económico del cambio climático es ya un riesgo a futuro reconocido abiertamente por las compañías, los bancos centrales y las agencias de rating. El tiempo se echa encima y las dudas sobre el cumplimiento de los Objetivos de París se disparan.
En el mundo financiero, igual que en la comunidad científica especializada en cambio climático, existe un amplio consenso: la economía será verde o no será. Pero hasta conseguir un modelo neutro en emisiones contaminantes, el camino estará sembrado de riesgos para el sistema que, inevitablemente, dejará ganadores entre quienes se ajusten a los cambios y perdedores entre quienes no sigan una tendencia que ya no tiene marcha atrás. Ante tamaño desafío, la Cumbre del Clima de Madrid, que empieza el lunes, cobra un carácter de urgencia mayor que otras citas por el constante deterioro medioambiental.
Salvo conocidas excepciones negacionistas del cambio climático, como la de Donald Trump, hay unanimidad en que este fenómeno producirá daños en la actividad económica. En el caso de que los riesgos llegaran a materializarse en toda su magnitud, afectarían sin duda a las macromagnitudes que componen el producto interior bruto: consumo, inversión, gasto público, importaciones y exportaciones, explica BBVA. Arturo Fraile, del equipo de regulación del banco, añade que “tendrían consecuencias sobre el mercado de trabajo y la función de bienestar social agregada”. En definitiva, todo un terremoto de consecuencias imprevisibles y con calado en todos los ámbitos económicos, empezando por el financiero.
Álvaro Cabeza, director general en Iberia de UBS Asset Management, asegura que “los fenómenos meteorológicos extremos afectan a la estabilidad financiera con impactos negativos en los sectores bancario y de seguros”. Sobre este último sector, Hervé Dejonghe, gestor de fondos sostenibles de Allianz Global Investors, afirma que “la reparación de daños resulta cada vez mayor por el aumento del coste de los productos”, a lo que se suma la periodicidad más frecuente de los desastres naturales.
Según datos de S&P Global y Aon, las pérdidas económicas mundiales relacionadas con fenómenos meteorológicos fueron de casi 450.000 millones de dólares en 2018. A comienzos de siglo, suponían menos de una cuarta parte de esa cantidad (100.000 millones). Solo a Estados Unidos, las emisiones contaminantes le cuestan 250.000 millones de dólares anuales a su economía, según Bank of America.
Algunos estudios apuntan que hasta el 17% del valor global de las inversiones está en peligro, dependiendo de los distintos escenarios de aumento de temperatura. Lo que parece inevitable son los llamados “riesgos de transición” hacia la economía verde. Es decir, las pérdidas que habrá que asumir hasta que una economía sostenible sea rentable y plenamente productiva. Los sectores empresarial y financiero deberán ajustarse al compás de los cambios políticos y regulatorios, y el peaje a pagar será elevado. Cabeza afirma que “lo seguro” es que “estas políticas crearán perturbaciones a medida que las instituciones se adapten, lo que podría afectar tanto a la estabilidad financiera como a los objetivos de política monetaria de los bancos centrales”.Ricardo Pedraz, miembro del equipo de sostenibilidad de AFI, asegura que para evitar el peligro de una transición desordenada, que afectaría a las finanzas, esta debe suceder cuanto antes.
La agencia de calificación Scope subraya que los riesgos de transición tienen el potencial de provocar una “fuerte depreciación de los activos de ciertos sectores, como las reservas de petróleo” o un “aumento de los costes de producción derivado de los nuevos impuestos energéticos o de los precios del carbono”. Desde AXA Investment Managers advierten de una posible recolocación masiva de capital y empleo desde los sectores “sucios” pero con alto rendimiento hacia actividades limpias pero con poca rentabilidad. Al menos solo por ahora y “hasta que las economías de escala hagan magia”.
Sector bancario
El Banco Central Europeo (BCE) ya ha decidido anticiparse a las consecuencias del cambio climático con una batería de medidas, como incluir los riesgos climáticos en los próximos test de estrés a la banca, incluir la sostenibilidad en la revisión de su estrategia en política monetaria o elaborar una taxonomía de activos verdes, con el fin de definir con exactitud qué activo puede disfrutar de esa calificación y cuál no.
Quien sí ha fijado ya fecha para el fin de la financiación de proyectos energéticos basados en combustibles fósiles es el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que en 2021 cerrará el grifo del crédito a quienes no opten por las energías limpias. Ese mercado mueve 300.000 millones de dólares, de acuerdo con Bank of America.
El último informe de inversiones del BEI asume que la inversión para alcanzar una “economía sin emisiones de carbono” en 2050 debe alcanzar un 2% o un 3% del PIB de la UE en concepto de aportaciones al sistema energético e infraestructuras. Pero las cuentas no salen: el año pasado la UE invirtió 158.000 millones de euros, un 1,2% del PIB, por detrás de EE UU (1,3%) y China (3,3%). Algunas gestoras, como Schroders, calculan que para cumplir con los compromisos de París –limitar el calentamiento global por debajo de dos grados centígrados– habrá que invertir unos 20 billones de dólares en la próxima década. Es decir, “el equivalente a toda la economía de EE UU”, subraya la gestora.
Los bancos, como financiadores de proyectos sostenibles y también de toda la economía contaminante que ha dominado hasta el momento, también se exponen a los ajustes hacia una economía sostenible. Como explica Luigi Motti, responsable de Instituciones Financieras de EMEA de S&P Global Ratings, la banca afronta el reto de un aumento del riesgo de crédito, de mayores impagos entre quienes se queden descolgados de la revolución verde o a quienes más impacte el cambio climático.
Oportunidades para la economía
Los expertos son en todo caso optimistas con la economía verde, que creará oportunidades, por ejemplo, en materia de energía, aislamiento o eficiencia energética. En este último campo “las beneficiadas serán las compañías de rehabilitación, mientras que los activos inmobiliarios obsoletos van a perder valor en el mercado”, señala Roberto Scholtes, director de inversiones de UBS España. La cantidad que destinará España a esta cuestión en la próxima década, 236.000 millones de euros, equivale a un 2% del PIB anual. Scholtes prosigue que esa inversión permitirá “incrementar entre dos y tres décimas al crecimiento del PIB en España y en el conjunto de Europa a lo largo de la próxima década”.
El atractivo de invertir en las energías renovables no para de crecer. “Ya son competitivas sin primas y los costes de instalación se están hundiendo”, afirma el responsable de UBS. Roland Rott, de la gestora La Française, subraya que la reducción del coste de la energía renovable “es un ejemplo de oportunidad de transición positiva impulsada por el mercado”.
Pedraz, por su parte, destaca que “hay un mundo de oportunidades porque hay que darle la vuelta a una parte importante de la actividad económica”. Será de hecho la ocasión para Europa, donde la sostenibilidad ha calado en mayor medida, para mejorar su competitividad y buscar su propio liderazgo frente a China y EE UU.
Inversiones del Plan Nacional de Energía y Clima
Década 2021-2030. España invertirá 236.000 millones de euros la próxima década, lo que supone alrededor del 2% del PIB español cada año, según el compromiso remitido a Bruselas en aras del cumplimiento del Acuerdo de París. Esa cantidad se desglosa en tres partidas: 101.000 millones en renovables; 86.000 en eficiencia energética, y 40.000 en electrificación. El 80% de las inversiones se realizarán por parte del sector privado y el 20% por el sector público.
Mejora del PIB. El Según el estudio de evaluación de impacto, el PIB (respecto al escenario sin Plan) aumentaría entre 19.300 y 25.100 millones de euros al año a lo largo de la década, lo que representa un aumento del 1,8% en 2030.
Más de 250000 nuevos empleos. El impacto sobre el empleo (respecto al escenario sin Plan) sería de 250.000-364.000 empleos netos (empleo anual constante), lo que representa un aumento del 1,7% en 2030.
125000 millones en electrificación. La inversión total requerida para la transformación del sector eléctrico (renovables y redes) sobrepasa los 125.000 millones de euros a lo largo de la década 2021-2030. Incluye las inversiones en tecnologías renovables y en la ampliación y modernización de las redes de transporte y distribución. Esa inversión será realizada mayoritariamente por el sector privado.