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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los mercados son muy humanos

Los sesgos de conducta de los decisores explican la volatilidad mejor que una supuesta racionalidad

Gettyimages
CINCO DÍAS

Estos han sido unos días movidos en los mercados de valores. Ante tanta volatilidad, dudo de que, tal y como dice la teoría del mercado eficiente, este se encuentre compuesto de decisores perfectamente racionales que descuenten toda la información existente para acabar determinando el precio de los activos.

El sentido común nos hace sospechar de esta supuesta perfección de los mercados. Si observamos objetivamente el cuadro que el Ibex pinta en una semana dada, estaríamos tentados de llevar al artista a un psiquiatra.

Pero no es solo la teoría del mercado eficiente la que plantea dudas. Otro de los modelos financieros más populares, el CAPM (Modelo de Valoración de Activos Financieros), tampoco nos acaba de convencer. El modelo presupone que todos los inversores son racionales, tienen la misma información e ilimitada capacidad de endeudarse. El sentido común nos vuelve, de nuevo a advertir. Y como no suele estar muy equivocado, la experiencia y múltiples estudios demuestran que el CAPM no escribe correctamente la realidad del día a día de los mercados.

¿Existe una explicación alternativa al caprichoso comportamiento de los mercados financieros? La respuesta parece estar en el campo del behavioural finance (o finanzas conductuales). Esta disciplina estudia el mundo financiero profundizando en el comportamiento de sus decisores clave, es decir, de nosotros los seres humanos.

Basándose en la psicología trata de predecir que harán los mercados integrados por gente tan diversa como Warren Buffet, Michel Burry, usted o yo. Estamos llevando, por tanto, los mercados al psiquiatra.

El behavioural finance tiene como base el behavioural economics, creado por Daniel Kahneman y Amos Tversky mediante el desarrollo de su teoría prospectiva. Su teoría fue de un impacto tal que permitió a dos psicólogos ganar el premio Nobel de economía. Estas dos teorías analizan la economía y los mercados teniendo en cuenta los sesgos (o podríamos decir los pecados) que todas las personas cometemos a la hora de tomar decisiones.

Un primer pecado que podemos poner de ejemplo es el del orgullo (o la sobreconfianza), que hace que todos pensemos que nuestra capacidad de elegir inversiones es superior a la media. Esto tiene reflejo en una tendencia a comprar y vender en exceso y, por tanto, a obtener retornos inferiores.

Un segundo ejemplo podría ser la pereza (o la heurística representativa), que nos hace tomar decisiones con la información más fácilmente accesible, aunque sea errónea. Una de las consecuencias más claras es la tendencia a confundir buenas compañías con buenas acciones y a pensar que los períodos de buenos resultados continuarán, a pesar de la tendencia de los beneficios de volver a la media.

Esta disciplina está en pleno proceso de desarrollo, aunque ya ha tenido bastantes éxitos en lo referente a capacidad de predicción. Sin embargo, personalmente, lo que más me atrae es que coincide con lo que nos dice el sentido común.

Los más escépticos podrán argumentar que, a veces, la teoría es tan esquizofrénica como los mercados que pretende analizar, prediciendo al mismo tiempo subidas y bajadas. O que, de poco sirve esta teoría, porque en caso de ser cierta, los fondos la incorporarán a sus modelos y acabará por desaparecer cualquier rentabilidad adicional que pudiera ofrecer.

Puede que tengan razón. Pero, como en tantas otras ocasiones, el beneficio puede estar en el proceso y no en el resultado. Intentar entendernos mejor a nosotros mismos, y por ende a los mercados podría ayudarnos a reducir los vaivenes irracionales, burbujas y pinchazos. Quizás, y solo quizás esto nos ahorre alguna que otra crisis financiera como las que tanto daño nos han hecho a lo largo de la historia (y que las teorías tradicionales han sido incapaces de predecir).

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