Hay que dar más importancia a las comunidades locales
Raghuram Rajan, candidato a jefe del Banco de Inglaterra, cree que la economía debe tener una tercera pata además de Gobiernos y mercados
Por qué no hay más desempleados que se mudan a otras ciudades en busca de trabajo? ¿Cómo contribuyen las escuelas a la desigualdad? ¿O por qué algunas áreas deprimidas se recuperan, mientras que otras languidecen? Estas cuestiones, que llevan décadas desconcertando a los economistas, han adquirido una nueva urgencia. Raghuram Rajan, exgobernador del banco central de India que está en la carrera para sustituir al jefe del Banco de Inglaterra, Mark Carney, cree que las respuestas estarán más claras si se estudian a través de una nuevo lente.
Los Estados y los mercados son los principales actores del análisis económico. Las fuerzas de la oferta y la demanda interactúan dentro de los límites establecidos por los Gobiernos. Esta visión binaria siempre ha sido demasiado simplista. Para empezar, la mayoría de los mercados supuestamente libres dependen de un intrincado marco de convenciones e instituciones.
Rajan, profesor de la Universidad de Chicago y ex economista jefe del FMI, sostiene que el marco descuida un factor más fundamental: las comunidades locales. Su último libro, The Third Pillar: The Revival of Community in a Polarised World (El tercer pilar: El renacimiento de la comunidad en un mundo polarizado) pretende restablecer el equilibrio, tanto en la teoría como en la práctica.
El capitalismo, sostiene Rajan, puede verse como un edificio equilibrado sobre estas tres fuentes de apoyo. Cuando los Estados, los mercados y las comunidades están en equilibrio, las personas prosperan. Cuando un pilar se vuelve demasiado poderoso u otro demasiado débil, las cosas tienden a salir mal.
En manos menos hábiles, un análisis tan amplio podría convertirse rápidamente en algo banal. Sin embargo, Rajan sustenta su argumento adoptando una perspectiva local. Examina la regeneración urbana en el barrio de Pilsen, en Chicago, y la limpieza de la basura en la ciudad india de Indore. Un análisis del sistema educativo de EE UU explica cómo las comunidades locales financiaron las primeras escuelas, y cómo las fuerzas económicas han llevado a muchos estudiantes capaces y a sus familias a islas de privilegio que se perpetúan a sí mismas, creando lo que Rajan llama memorablemente “meritocracia hereditaria”.
El autor alterna los primeros planos con una visión amplia de la evolución del capitalismo. Trastornos tecnológicos como la máquina de vapor y la electricidad desataron excesos del mercado. Los industriales respondieron formando monopolios. Pero la democracia se defendió, con más gente ganando el derecho al voto. Rajan ve a los populistas estadounidenses de finales del siglo XIX y a los progresistas antimonopolio que les sucedieron a principios del siglo XX como el producto de la recuperación del poder por parte las comunidades locales a costa de los mercados no controlados.
Los paralelismos con la economía global actual son ineludibles. Otra ola de cambio tecnológico ha traído prosperidad y agitación. Los monopolios petroleros, siderúrgicos y ferroviarios de finales del siglo XIX han sido sustituidos por gigantes tecnológicos como Amazon, Apple y Alphabet. Los ingresos y la riqueza están desigualmente distribuidos. Y los políticos oportunistas están aprovechando esa insatisfacción. “En mi vida adulta nunca he estado más preocupado que hoy por la dirección por la que nos están llevando nuestros líderes”, escribe Rajan.
¿Cómo podrían las comunidades locales restablecer el equilibrio de nuevo? Como admite el autor, los economistas entienden relativamente poco acerca de por qué una región se recupera de una crisis económica, mientras otra sigue deteriorándose. Aboga por una toma de decisiones descentralizada, con ayuda financiera desembolsada a nivel local en lugar de por los Gobiernos centrales. Los monopolios emergentes deberían ser disueltos o regulados. Los individuos deberían tener más poder sobre los datos privados en manos de las grandes empresas.
Más controvertido es que Rajan ve que aumentar el poder de las comunidades locales como una manera de canalizar las tensiones en torno a la inmigración que está explotando gente como el presidente de EE UU Donald Trump. “La comunidad, más que la nación, se convertirá en un posible vehículo para la cohesión étnica y la continuidad cultural”, escribe. En otras palabras: puede ser mejor tolerar a los intolerantes a nivel local, dentro de las limitaciones de las leyes nacionales contra la discriminación, para evitar que hagan estallar el Gobierno central.
Este tipo de análisis es inevitablemente confuso. Separado del contexto local, el concepto de “comunidad” puede perder su significado rápidamente. También hay un toque de economistas redescubriendo verdades que los politólogos y sociólogos comprenden desde hace décadas: las fuerzas económicas desgarran los vínculos sociales establecidos desde hace mucho tiempo; el poder político da forma y distorsiona los mercados regionales.
Además, una perspectiva local hará poco por abordar algunos de los mayores problemas de la época, como admite sin reservas Rajan. La migración, el cambio climático, las normas tecnológicas y los efectos indirectos de la política económica requieren coordinación entre países y bloques económicos.
Con todo y con eso, la comunidad es un actor económico desatendido. Eso queda muy claro en las dificultades que tuvieron los economistas y políticos para reconocer o entender la desesperación y la ira de zonas de Occidente que se han quedado atrás debido a la creciente prosperidad en otros lugares. “Estamos en un momento crítico de la historia de la humanidad, en el que las decisiones equivocadas podrían hacer descarrilar el progreso económico humano”, advierte Rajan. Adoptar una perspectiva local podría comenzar un reequilibrio que debería haberse iniciado hace tiempo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías