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La patente más rentable del CSIC quiere seguir creciendo pese a las adversidades

La enzima del virus Phi29, descubierta por la bióloga Margarita Salas, ha reportado hasta ahora 6,6 millones de euros

La bióloga Margarita Salas, durante la entrega de los Premios Cinco Días.
La bióloga Margarita Salas, durante la entrega de los Premios Cinco Días.Manuel Casamayón
Pablo Sempere

La biotecnología es la que hace posible que los investigadores de un asesinato tengan más fácil averiguar, simplemente a partir de una pequeña gota de sangre, quién es el culpable del crimen. También permite a los paleontólogos amplificar pequeños y desgastados rasgos genéticos de los seres humanos que habitaron una cueva o asentamiento hace miles de años. Y los oncólogos, desde hace un tiempo, tienen la capacidad de aumentar, como si de hacer zoom se tratase, pequeñas subpoblaciones de células que podrían dar lugar a tumores malignos y que de otra forma serían casi imposibles de detectar.

Estos avances han sido posibles, en gran medida, gracias al trabajo de la bioquímica y profesora ad honorem vinculada al CSIC Margarita Salas (Canero, Asturias, 1938), quien esta semana impartió una clase magistral en la entrega de la XII edición de los Premios CincoDías a la Innovación Empresarial. Allí, la científica, de 80 años, habló del virus “que me lleva acompañando desde hace ya media vida”, explicó.

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Algo de contexto. Al salir de la Universidad Complutense de Madrid, donde se licenció en Biología, Salas trabajó con el premio Nobel de bioquímica Severo Ochoa en la Universidad de Nueva York durante tres años. Cuando regresó a España, fundó en el CSIC el primer grupo de investigación en genética molecular del país. Junto a su marido, Eladio Viñuela, “desarrollamos la biología molecular en España, que era casi inexistente. Ahí descubrimos algo inédito”.

Fue así como llegó a su vida el Phi29, un virus bacteriano que podía crear la enzima que lleva su nombre, capaz de ensamblar moléculas de ADN mucho más rápido que las demás, además de hacerlo con más precisión y un margen de error más reducido: menos de un fallo en un millón de pares de bases.

Salas aisló con éxito la enzima y demostró que también funcionaba en las células humanas, marcando el comienzo de aplicaciones innovadoras para las pruebas de ADN, por ejemplo, para obtener resultados fiables a partir de pequeñas cantidades de material genético. Esta técnica, patentada por el CSIC, se utiliza hoy para estudiar microbios que no pueden ser cultivados en laboratorio. En todos estos años, en términos económicos, la patente ha supuesto en torno a 6,6 millones de euros, y hasta la fecha es la más rentable que ha salido del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Pero ni Salas ni el organismo científico se conforman con lo logrado: “Esperamos que las nuevas patentes que estamos desarrollando recauden más dinero”, explicó la bióloga, consciente de que el biotecnológico es un mercado en auge, en el que soluciones como la suya tienen gran recorrido todavía.

Lo cierto es que la del Phi29, por tener gran parte del camino ya andado y demostrado, lo tiene algo más fácil. El resto de patentes, sin embargo, para darse a conocer tienen que lidiar con las penurias y la falta de financiación en un mercado que en España es cada vez más complicado. Un reciente informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), publicado la pasada semana, alerta de la brecha científica entre España y Europa, que cada vez se hace más grande: mientras que aquí se registran 18 patentes por cada millón de personas, en el continente la cifra se sitúa en 72 por cada millón de habitantes. Lejos quedan países como Alemania, que produce 174 patentes por cada millón de individuos, Francia (87), Reino Unido (58) e Italia (50).

La Airef señala, por un lado, la menor involucración por parte del sector privado en relación al resto de países del entorno. Pero también apunta a las ayudas en financiación que concede el Estado, que no llegan a cubrir ni por asomo las necesidades del sector investigador. Así, los presupuestos totales destinados a este tipo de programas han caído un 55% desde 2011 hasta 2016, pasando de los 5.604 millones de euros a los 2.504 millones.

Desde la Fundación Cotec también alertan de la desaceleración investigadora y de su impacto en la propiedad intelectual e industrial del país. En 2017 las empresas del territorio aumentaron su inversión en I+D hasta los 7.717 millones de euros, según recoge el último informe de la organización, publicado a principios de junio. Los números evidencian tres años consecutivos de incremento, con mayor intensidad en el último ejercicio (8,3%), cuando en 2015 y 2016 la subida se quedó en un 2 % y un 3% respectivamente. Con ello, la inversión vuelve a los niveles de 2009, aunque todavía es un 4,4% inferior al máximo histórico que se alcanzó en 2008.

Sin embargo, en lo relativo a las empresas o productos nacidos al calor de la propiedad intelectual, las cifras no son tan halagüeñas. El análisis del indicador según la naturaleza del gasto muestra que no todas las partidas han seguido la misma evolución creciente. En concreto, la partida de gastos de capital volvió a caer en 2017 un 13%, y ya supone menos del 30% de la cifra alcanzada en 2008. Esta partida incluye los terrenos y edificios para I+D (centros de ensayo, laboratorios, plantas piloto etc), instrumentos y equipos, adquisición de software específico para I+D, y otros productos de propiedad intelectual e industrial como patentes o licencias. Por eso, nombres como el de Margarita Salas, en el meollo del sector científico español desde hace muchos años, insisten en que lo que necesita la investigación en el país es, urgentemente, más fondos y apoyo. Según los datos que maneja Cotec, la inversión en I+D+i por habitante español es de 302 euros anuales, frente a los 622 de media de la Unión Europea.

La inversión en I+D+i es de 302 euros por español, frente a los 622 euros de la UE

En este contexto de falta de apoyo, señaló Salas durante su clase magistral, es de admirar que proyectos de este tipo salgan adelante. “Quiero felicitar a los tres premiados por sus iniciativas, realmente interesantes y necesarias”, afirmó. Así, en la categoría del proyecto empresarial más innovador en el campo de las nuevas tecnologías, el galardón fue a parar a Acciona por el proyecto Greenchain, una plataforma comercial que basándose en la tecnología blockchain permite dar y asegurar la trazabilidad del origen renovable de la producción de energía.

En la categoría de la iniciativa empresarial más innovadora en responsabilidad social corporativa (RSC), premió cayó en Red Eléctrica de España por su proyecto de Bosque Marino, un lanzamiento, pionero a nivel mundial, que tiene el objetivo de restaurar las praderas de posidonia. En la categoría de proyecto más innovador ligado a la universidad, la elegida fue Alén Space, una spin-off de la Universidad de Vigo enfocada al desarrollo y fabricación de nanosatélites que ofrece soluciones a pequeñas empresas e instituciones.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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