Bosnia-Herzegovina, el secreto de los Balcanes
Es una tierra de una belleza abrupta y sorprendente que aún conserva cicatrices de la reciente guerra civil
Enclavada en el corazón de los Balcanes, Bosnia-Herzegovina brinda la oportunidad de llevar a cabo un intenso recorrido por una región hoy dividida, pero cuya alma es históricamente común. Las civilizaciones oriental y occidental se encontraron en esta zona donde, a veces, se enfrentaron y, muy a menudo, se enriquecieron a lo largo de su larga, fascinante y convulsa historia. La huella de su pasado otomano y del Imperio austrohúngaro es visible en la cultura, la gastronomía, la religión o la arquitectura de Bosnia-Herzegovina. Es un país de una belleza abrupta que aún conserva cicatrices de la guerra civil, pero que ofrece una interesante mezcla de culturas y una espontánea hospitalidad a aquellos que se acercan a conocerla.
Los visitantes han vuelto a Sarajevo, la capital de este pequeño Estado de poco más de tres millones y medio de habitantes. La ciudad ha sabido reinventarse, a pesar de que todavía se pueden encontrar huellas de lo que sucedió en los años noventa del siglo pasado: el implacable asedio que sufrió la ciudad por parte de los serbios durante casi cuatro años. Hoy, los habitantes de Sarajevo intentan pasar página. A la entrada del casco antiguo, una placa en varios idiomas reza: Sarajevo, lugar de paz, convivencia y tolerancia, una proclama que resume el sentimiento de sus gentes. En el barrio Baščaršija, que así se llama la parte vieja, un lugar delicioso para pasear por callejones adoquinados, con casitas bajas, cafés y restaurantes tradicionales, es fácil encontrar similitudes con los bazares de Estambul.
El río Miljacka recorre Sarajevo, mezcla única en el Viejo Continente de edificios austrohúngaros y lugares de culto musulmanes, unida por varios puentes, entre otros, el diseñado por Eiffel o el puente Latino, donde fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de Austria en 1914 con devastadoras consecuencias para Europa.
Parques nacionales
El más reciente. De los tres parques nacionales que tiene Bosnia-Herzegovina, el de más reciente creación es el de Una, que fue declarado área protegida en 2008. Con una enorme biodiversidad, esta reserva atesora un rico patrimonio arqueológico: desde restos prehistóricos hasta una fortaleza romana o enclaves medievales.
Caza y bosques. Kozara es un parque abierto a la caza regulada de ciervos, faisanes, zorros o jabalíes. Y, por último, en Sutjeska se encuentran los dos últimos bosques primarios en Europa.
Recuerdos
Después de ser rehabilitada tras los destrozos sufridos durante el asedio, la mezquita Gazi Husrev-beg ha vuelto a abrir sus puertas a las visitas. Construida en el siglo XVI, fue un gran conjunto cultural, con madrasa, caravasar, hamam… Era también conocida en el mundo musulmán como centro de formación de los encargados de determinar las horas de las oraciones. Y es que Sarajevo fue el primer centro otomano de los Balcanes, con más de 50.000 habitantes en aquella época. Lo que no impide que también tenga su catedral católica, herencia del dominio austrohúngaro, su iglesia ortodoxa serbia o su sinagoga.
En Baščaršija, el barrio antiguo de Sarajevo,
es muy fácil encontrar similitudes con los bazares
de Estambul
Tres museos muestran los recuerdos más dolorosos de la ciudad: el Museo de los Crímenes contra la Humanidad, cuyo nombre lo dice todo sobre su contenido; la National Gallery, que detalla la masacre sufrida por los bosnios en Srebrenica, y el Museo Histórico, que solo exhibe documentos sobre un asedio que, de hecho, es la historia de este país, que apenas tiene un cuarto de siglo de existencia.
A unos 120 kilómetros de Sarajevo, hacia el sur, por una carretera que sigue el curso de algunos de los cañones que abundan en este país de montañas, a orillas del río Neretva, se encuentra Mostar, la principal ciudad de la región de Herzegovina. La huella otomana es más que evidente en esta urbe multiétnica. Aunque pequeño, el centro histórico es uno de los más atractivos y cautivadores de los Balcanes. Se extiende en torno al conocido Stari Most (Puente Viejo). Su destrucción por los croatas en 1993 durante la guerra es un símbolo de la estupidez humana. Tras su reconstrucción, el conjunto es Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2005.
Caminar por las calles del casco antiguo es un regalo. Los orígenes de esta bonita ciudad se remontan a 1475, en el barrio musulmán, a ambos lados del Puente Viejo. Aunque pueda pasar desapercibido para el turista, las heridas de la contienda no están cerradas del todo. El puente, históricamente nexo de unión entre las dos orillas y de las dos principales culturas que conviven en Mostar, croatas católicos y bosnios musulmanes, separa hoy ambas partes. Cada comunidad tiene sus escuelas, universidades, templos de culto, etc. El conflicto rompió una armonía difícil ahora de restablecer.
Al margen de las ciudades, Bosnia es un destino para disfrutar de sus paisajes. A solo tres kilómetros del aeropuerto de Mostar, el monasterio de Blagaj y su entorno son un remanso de paz y de naturaleza virgen. Su gran atracción es la Casa de los Derviches, una construcción de madera que se alza tambaleante allí donde las aguas del río Buna, afluente del Neretva, brotan con ímpetu de una cueva. En la planta alta, las tumbas de dos derviches tayikos del siglo XV atraen a los peregrinos. El monasterio de Blagaj es uno de los lugares más místicos de Bosnia-Herzegovina.
El centro histórico de Mostar, patrimonio de la Unesco,
es uno de los más atractivos y cautivadores de los Balcanes
El paisaje aún salvaje de muchas zonas del país asombra por su intenso verde, por cascadas como la de Kravica o por sus parques naturales. Los aficionados a la montaña encuentran en picos como el Maglic un lugar ideal para hacer trekking. En otras ocasiones, la naturaleza no está lejos de las ciudades, como el pequeño parque de Vrelo Bosne para hacer una escapada desde Sarajevo.
Podría esperarse bastante menos de un país tan pequeño, pero hay mucho que ver en Bosnia-Herzegovina, uno de los destinos turísticos más interesantes del sureste de Europa.
Neum, un pequeño litoral con mucho encanto
Bosnia-Herzegovina tiene un litoral minúsculo, de tan solo 25 kilómetros. Neum es el único pueblo costero y también el único acceso del país al Adriático, aunque no tiene control sobre el mar, por lo que no puede construir ningún puerto.
El largo litoral meridional de Croacia es interrumpido por el pequeño corredor de Neum. Es un tropiezo en la costa croata. De hecho, la carretera costera que une Dubrovnik con el resto de Croacia pasa necesariamente por Neum. Una anomalía geográfica, consecuencia directa de la guerra.
El pueblo, con una población que alcanza escasamente los 5.000 habitantes, descansa pintorescamente sobre una bahía cerrada que lo protege de los vientos del mar abierto con la barrera que forma la península Pelješac. El resultado es una gran piscina azul de aguas tranquilas que se ha convertido en uno de los principales destinos de vacaciones del país. Hoy, los bosnios acuden a su única playa a nadar, tomar el sol, bucear o hacer snorkel, lanzarse en parapente, embarcarse en un bote o practicar jet ski. Los precios son mucho más bajos que en la vecina Croacia y el paisaje es muy parecido.
Con sus veranos largos y cálidos e inviernos cortos y agradables, Neum es considerado uno de los pueblos costeros con mayor número de días soleados al año. Es una interesante opción también para los visitantes que quieran descansar unos días del ajetreo urbano. La localidad se encuentra a unos 60 kilómetros de Dubrovnik y a unos 70 de Mostar.