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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Serán capaces de pactar en las elecciones europeas?

La clave de estos comicios, que no son una segunda vuelta, está en la participación electoral

Y con quién? Estas son las dos gra ndes incertidumbres que presentan las elecciones de 26 de mayo. No son una segunda vuelta, aunque cínicamente alguna fuerza quiera apostar que todo será así y al tiempo un contrapeso al Gobierno socialista. La clave de estos comicios pasa por un hecho muy claro: la participación electoral. A todas luces parece que no alcanzará la cifra de hace dos semanas. Rozar un 75% se antoja muy complejo ahora mismo. Aquí estará sin duda, una de las cuestiones más trascendentes para el resultado. La otra en que tanto a nivel autonómico como, sobre todo, a nivel municipal, existe una mayor proporcionalidad, amén de sopa de siglas y candidaturas, y eso provocará que muchos obtengan representación.

España, agonizante el bipartidismo, que no muerto ni menos enterrado, ha basculado hacia el pluripartidismo. Hora era de que tengamos conciencia de gobiernos de coalición. Éramos una anécdota política al respecto. Hasta no hace mucho un partido de Gobierno exigía tanto a nivel central, autonómico como local el gobierno de la lista más votada. Hoy ni lo mentan. Antes ocupaban ellos solos un bloque en su totalidad.

Ahora saben que solo podrán tocar poder si pactan. Se reían cuando a los socialistas les salieron por la izquierda dos fuerzas. Una, Ciudadanos, que virginalmente decíase ser de socialdemócrata, antes de su primer giro hacia el liberalismo, ahora acaba de hacer otro giro, y van dos, hacia la derecha, y ese centro que solo existe cuando interesa, como la España rural y a la que hora demagógica y estúpidamente llaman vacía o vaciada, sin preocuparse lo más mínimo por llenarla en el sentido que sea.

Cuanto menor sea la participación, mayor va a ser el antagonismo de bloques y la posibilidad de empates muy reñidos que inclinen balanzas hacia un sitio u otro. En algunos lugares un puñado de votos puede ser decisivo, lo que hace emocionantes estas elecciones. No se preocupen que muy pocos velarán por la verdad y la credibilidad de los programas. No menor que la de algunos que han girado sobre sí mismos esperando que el electorado trague con todo y su contrario a la vez. Es lo que tiene jugar a estar subidos en un péndulo que mueven los oráculos del pasado.

La pugna es en toda España, pero no cabe duda que se centrará ante todo en unas pocas comunidades autónomas y en las grandes capitales. Cómo no, los dos bastiones, Madrid y Barcelona, pero también otras ciudades. Ganar o perderlo todo, sobre todo para algún partido y su presidente que se la juega, haciendo suya aquella máxima absurda de que creen que España es poco más que el griterío del Bernabéu y las Ventas.

En estos momentos la ola favorece y mucho al partido socialista en las elecciones europeas donde habitualmente suele haber o bien voto de castigo al partido del Gobierno y por tanto anuncio de lo que sucederá en breve o bien fortalecimiento de aquél. Y por ahí apuntan los disparos ahora mismo. Borrell ganará. Otra cosa es que sucederá, finalmente, con Borrell o no de cara a la formación del Gobierno central. A nivel autonómico, en doce comunidades hay elecciones. Salvo Madrid, que moviliza al electorado con más millones de votantes, no parece que tengan muchas dificultades en revalidar los presidentes de Castilla La Mancha, Aragón y Extremadura. Veremos qué sucede en Castilla León y las sumas de bloques, así como en Murcia.

Peor es Madrid, la madre de todas las batallas. La hegemonía claudicante del PP en los últimos veinticinco años está en juego. El susto también está en el cuerpo desde que el 28 de abril los socialistas en más de 30 años han ganado unas elecciones.

Medirán ganadores y perdedores, nunca los hay, su éxito, su fracaso en función de dos variables: Madrid, y los posibles pactos, esos que hace años bautizaban ufanos y soberbios algunos como de perdedores y a los que ahora se aferran como un clavo ardiente.

En algunas regiones, además, se eligen diputaciones forales, cabildos, etc., en lo que constituye una extraordinaria movilización política y electoral de primera magnitud. En algunas comunidades como Canarias hasta cinco urnas estarán en las mesas electorales. Lo genuinamente bueno es que, imperceptiblemente, es la democracia en todo su juego y expresión la que el 26 de mayo se hace visible.

No apelen al cansancio, cansar no vota, es la oportunidad del ciudadano de decidir, de juzgar, de valorar hechos, actos, discursos, actitudes, programas, futuro, presente y también pasado. Porque éste, en su memoria desmemoriada en ocasiones, también atrapa y hace pagar con derrotas o pérdidas de alcaldías o diputaciones.

A partir del lunes 27 de mayo contestaremos a dos interrogantes, el primero, el que encabeza este artículo, el segundo, si en la Moncloa tendremos gobierno monocolor o de coalición o sin embargo en aquella inédita geometría variable de los tiempos de Zapatero.

Nada se va a dejar al azar, ni menos el poder en las Cortes, como es la Mesa del Congreso, ya nadie regala nada, hasta que llegue el tiempo de cambiar cromos.

 Abel Veiga es profesor de Derecho Mercantil de Universidad Comillas

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