Resultados bancarios: la misma guerra, distintas trincheras
La gran batalla sigue siendo la rentabilidad, por la suma de tipos bajos y mucha regulación
Los bancos españoles han ido publicando en los últimos días sus resultados del primer trimestre de 2019. Los beneficios atribuidos de las seis mayores entidades (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Bankinter) han ascendido a 4.145 millones de euros. Se trata de un 12% menos de lo obtenido en los tres primeros meses del año anterior. Esta caída del beneficio se esperaba, porque no ha sido un trimestre fácil. Se han afrontado dificultades compartidas con otros bancos europeos e internacionales. Un entorno persistente de bajos tipos de interés, la ralentización del crecimiento económico e incertidumbres geopolíticas con distinta incidencia en actividad económica y tipos de cambio. Entre ellas, un giro progresivo en las expectativas monetarias (retraso en el desmantelamiento de la expansión cuantitativa), las tensiones comerciales o el Brexit.
Algunas de esas fuentes de debilidad ya estaban ahí en 2018, pero se hicieron especialmente patentes en un mal mes de diciembre en el que los bancos europeos se vieron negativamente afectados. La valoración bancaria seguía deprimida. Ahora, a pesar de que se esperaba una caída de beneficios en este primer trimestre, los registros bursátiles han mejorado para las entidades financieras españolas y europeas. Aunque se trata de un sector no exento de incertidumbres, la valoración a largo plazo está mejorando. Tal vez porque en años como 2018 el castigo bursátil a la banca europea fue excesivamente duro. A un año vista, el índice sintético del sector en Europa –el Stoxx Europe 600 Banks– muestra un descenso del 16,2%. Sin embargo, en lo que va de 2019, sube un 15,1%. En el caso de los bancos españoles, la recuperación bursátil desde enero es del 10,5%. Claro que, con una perspectiva de 12 meses atrás, se ha perdido un 21,5%. El castigo había sido mayor para la banca española.
Cada cual pelea en sus trincheras de diversificación internacional y de fortaleza relativa de los distintos márgenes. Pero la guerra común es la rentabilidad. El margen de intereses muestra el resultado del negocio principal de financiar y tomar fondos. En España, aumentó un 2,3% en el primer trimestre de 2019 respecto al mismo período del año anterior.
El negocio recurrente está ahí y sigue funcionando pero los tipos de interés reducidos no dan más aire. Es un margen de intereses que, en porcentaje de activos totales, se encuentra alrededor del 2% en España, mientras que en el promedio de la eurozona es del 1,3%. Además, no hay un entorno regulatorio ni competitivo que permita compensar con ingresos por comisiones. Avanzaron, de hecho, un exiguo 0,52% en tasa interanual en España.
El resto del tránsito hacia un resultado menor que hace un año varía según el diseño de las trincheras de cada cual. Así, por ejemplo, la conocida diversificación internacional de los bancos españoles dio buenas noticias en algunas jurisdicciones y no tan buenas en otras pero, en general, es una estrategia que sigue produciendo beneficios netos a largo plazo. Asimismo, el análisis detallado de las cuentas de pérdidas y ganancias permite observar que los costes de explotación aumentaron ligeramente (un 0,88% interanual). Esto puede llamar la atención en un entorno en el que las entidades financieras en España parecen redoblar su apuesta por la digitalización. Lo que ocurre es que la reestructuración de los canales de negocio puede incorporar costes iniciales más elevados de corto plazo (ajustes de personal, cambios en los servicios y acceso a productos, cierre o rediseño de oficinas) antes de que se produzcan los ahorros en gastos de explotación a medio y largo plazo. También se han acelerado –aunque, de nuevo, cada cual según su modelo- las ventas de activos deteriorados, con resultados dispares.
Como en cualquier ámbito empresarial, la rentabilidad se compara con la “frontera” de quien más gana. La Autoridad Bancaria Europea señaló recientemente que la rentabilidad sobre recursos propios (RoE) de los bancos de la UE estaba en el 6,5% al cierre de 2018, mientras que en los bancos de Estados Unidos se situaba en el 10%. Resulta difícil atribuir las diferencias a los modelos de negocio. Los bancos estadounidenses dejaron la crisis atrás (incluida parte de la reputacional) antes que los europeos y recientemente han visto cómo la Fed subió los tipos de interés en varias ocasiones.
En Europa ha habido esfuerzos de transparencia dispares y no ha habido aún margen para elevar tipos. Recientemente, Draghi ha señalado que “la reducida rentabilidad bancaria no es una consecuencia inevitable de los tipos de interés oficiales reducidos” aunque ha admitido que puede tener efectos colaterales dañinos para la banca. Por eso, gran parte del debate actual en el entorno bancario se centra en discernir hasta qué punto esa facilidad de depósito podría aumentar su remuneración para propiciar una mayor rentabilidad bancaria. Se estima que los bancos de la zona del euro están pagando 7.500 millones de euros en concepto de intereses de la facilidad de depósito. Las entidades financieras estadounidenses no solo no pagan sino que son remuneradas. Se estima que en 2019 podrán obtener unos ingresos de 40.000 millones de dólares por ello.
Los bancos no niegan que los tipos no son todo y cavan zanjas para la guerra de la digitalización, cada vez con menos complejos. Pero la guerra común sigue siendo la rentabilidad cuando el motor que tira de la misma tiene poca gasolina (tipos de interés bajos) y mucha presión para reducir sus emisiones (regulación al alza).
Santiago Carbó es Catedrático de Economía de CUNEF y Director de Estudios Financieros de Funcas