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A fondo
Tribuna
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Salvaguardando el Estado del bienestar

Urge revertir la situación de la I+D en España para poder afrontar los retos sociales del futuro

Pixabay
CINCO DÍAS

España ha desarrollado uno de los Estados del bienestar más avanzados del mundo, en el marco de una democracia sólida y con elevadas dosis de justicia social. En la actualidad, sin embargo, surgen dudas crecientes sobre su sostenibilidad. La intensificación de la competencia internacional, la pérdida del peso industrial de nuestro país, el elevado nivel de endeudamiento de la economía española y la negativa evolución de los fondos de reserva de la Seguridad Social son evidencias inquietantes de la fragilidad de sus fundamentos. España afronta importantes retos relacionados con el cambio en los equilibrios geopolíticos, la competitividad internacional y la evolución de la pirámide demográfica. Para afrontarlos, cabe establecer con prioridad una agenda de productividad y reindustrialización.

En el tablero internacional, China se convierte en la gran potencia emergente industrial, tecnológica y científica del planeta, con una agresiva agenda de innovación. Asia ejecuta hoy el 44’2% de la inversión en I+D mundial (el 22% en China). EEUU ejecuta el 25%, y Europa, el 20%. China, que ya supera a la UE en inversión relativa en I+D (I+D/PIB) avanza en el control de tecnologías clave de futuro, como la inteligencia artificial, y se encamina a desbancar a EEUU como nación con mayor esfuerzo bruto en I+D en muy pocos años.

Pero, además, las viejas alianzas se han roto. No cabe esperar que EEUU nos provea de la tecnología estratégica necesaria para la prosperidad y bienestar europeos en las próximas décadas. Si Europa quiere seguir siendo un player relevante en el tablero internacional, debe redoblar con urgencia sus esfuerzos en I+D. Para seguir siendo un continente próspero, democrático, digno y ejemplar en el mantenimiento de auténticas sociedades del bienestar, debe controlar campos estratégicos de la tecnología como los semiconductores, la microelectrónica, la inteligencia artificial, la supercomputación, los nuevos materiales o la genómica de última generación. La competición global, el liderazgo internacional y la prosperidad, se dirimen en el campo del desarrollo tecnológico. Las políticas de I+D, orientadas a superar el fallo de mercado (la inversión subóptima del libre mercado en esas tecnologías) deben reorientarse, dotarse de mayores presupuestos, y ser más efectivas en la conversión del conocimiento en valor social y económico.

Las instituciones europeas han instado a los países miembros a reindustrializare, y a llegar al 3% de inversión en I+D/PIB en 2020. Algunos países, especialmente en el entorno germano y escandinavo, han iniciado sólidas sendas de desarrollo tecnológico y de creación de nuevos modelos industriales digitalizados y competitivos (Industria 4.0). Alemania salió de la crisis de 2008 con un esfuerzo en I+D un 20% superior al de hace 10 años. Pero España queda atrás en esta carrera tecnológica. Según el Instituto Nacional de Estadística, la economía española invirtió 14.052 millones en I+D en 2017, el 1,2% del PIB. La intensidad tecnológica de la economía (I+D/PIB) se incrementó sólo en una centésima en el último año (del 1,19 al 1,2%). Una cifra ridícula, que solo expresa la preocupante parálisis de la innovación española. Cabe destacar que los países tecnológicamente más sofisticados del mundo se sitúan en cotas del 4,3% (Corea del Sur), el 4,2% (Israel), o el 3,4% (Japón). Alemania invierte el 2,9% y EEUU el 2,7%. La media de la UE es del 2%, claramente insuficiente. Y Europa insta a llegar al 3% con urgencia.

España está muy lejos de cumplir esos objetivos. Desde 2010 descendemos en los indicadores de innovación. La brecha tecnológica para alcanzar los objetivos europeos es de 21.078 millones. La economía española debe ser capaz de estimular una inversión adicional en I+D de esa magnitud. Este esfuerzo se debe realizar tanto en el segmento público como en el privado (cuyo peso debe alcanzar, según los estándares internacionales, los 2/3 del esfuerzo total en I+D). Este reto sólo se puede alcanzar mediante pactos legislativos y sólidos incentivos empresariales a la investigación industrial.

En España, las políticas de innovación no han gozado de prioridad. Las partidas destinadas a innovación en 2017 en los Presupuestos Generales del Estado eran sólo del 55% de las partidas consignadas en 2009. Y, de ellas, se ejecutaba un 29,7%. Lamentablemente, la innovación ha estado excluida del debate económico, social y político en nuestro país. La I+D se ha asimilado a insuficientes presupuestos ejecutados, en general, en universidades y centros de investigación públicos, sin indicadores de resultados más allá de los puramente académicos. Se ha minimizado la necesidad de transferir los resultados de la investigación, y de situar a la empresa en el centro de las políticas, como agente productor de valor económico y social. Se ha adolecido de de visiones holísticas de estímulo de sistemas de innovación orientados a desarrollar una industria del conocimiento, y se han ignorado o infra dimensionado sistemáticamente las políticas y mecanismos de cooperación público-privada y de apoyo a la I+D empresarial.

Es urgente cambiar esta dinámica. El mundo se halla inmerso en una carrera tecnológica acelerada. La competitividad de los países dependerá de su capacidad de desarrollar e implementar nuevas tecnologías, base de los estados del bienestar futuros. Se nos presenta, además, una bomba demográfica: el grueso de la población española tendrá entre 55 y 70 años en 2033. Las prestaciones sociales que el Estado pueda proveer dependerán de las agendas de productividad, del conocimiento útil generado, y de las inversiones en I+D industrial de hoy.

Es preciso revertir con urgencia la situación de la I+D en España, con el fin de construir una auténtica industria del conocimiento, sostenible, digitalizada y competitiva, y, con ella, ser capaces de afrontar los grandes retos sociales que se avecinan y salvaguardar un estado del bienestar digno e inclusivo. Sólo con una estructura productiva globalmente competitiva e impregnada en tecnología podremos hacerlo.

 Grupo de reflexión de Ametic

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