La diplomacia científica, una oportunidad para España
El intercambio de conocimiento facilita la apertura de nuevos mercados y la venta de bienes y servicios
En pocos años la diplomacia científica se ha convertido en una materia actual tanto para muchos políticos, gestores públicos y profesionales ubicados en los departamentos de exteriores de los diferentes países, como para aquellos que trabajan en las instituciones relacionadas con la ciencia, la innovación o la tecnología.
Su objetivo principal es mejorar las relaciones internacionales y los intereses entre dos o más países y la imagen de los mismos en el exterior a través del intercambio de capacidades científicas y tecnológicas.
No cabe duda de que la diplomacia científica puede ser una herramienta útil para los Estados incluyéndose en la agenda de política exterior, con gran capacidad para generar poder blando, al igual que ocurre con la cultura o el deporte.
La diplomacia científica es el recurso de política exterior más global, en donde diferentes actores tienen cabida y participan activamente. Por ejemplo, miles de investigadores, profesores o científicos se encuentran trabajando o colaborando fuera de sus países y todos ellos pueden ser partícipes de esta estrategia.
Pero el uso de la ciencia como recurso en las relaciones internacionales lleva años entre nosotros. Uno los casos más sonados se produjo en la década de los cincuenta del siglo pasado cuando el expresidente Eisenhower puso en marcha, en plena Guerra Fría, el Tratado Antártico, demostrando el papel de la ciencia como herramienta de diplomacia para construir los intereses comunes, de los aliados y adversarios, en beneficio de toda la humanidad. Entre los firmantes se encontraba Rusia. No cabe duda de que las actividades científicas y las comunicaciones intelectuales pueden solucionar diálogos rotos entre países.
España no se ha quedado atrás y, desde el año 2012 busca levantar o mantener puentes entre países, comunidades y sociedades a través de la cooperación científica. La iniciativa es fruto del trabajo conjunto entre en Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (a través de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología –Fecyt–) y el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación. Aunque otros actores también trabajan activamente. Sin embargo, fue en 2015 cuando la diplomacia científica comenzó a cobrar relevancia y visibilidad. Desde entonces no han parado de ponerse en marcha diversas acciones, destacando:
1. La creación de la figura de coordinador científico en las Embajadas de España en Londres, Washington y Berlín.
2. La puesta en marcha de al menos 15 asociaciones y sociedades, creadas por la sociedad civil, de investigadores españoles en diversos países, con el objetivo de visibilizar la labor de los científicos españoles y fomentar la colaboración científica con países estratégicos. En el año 2018 surge la Red de Asociaciones de Científicos Españoles en el Exterior (Raicex) que busca aglutinar bajo un marco común a las asociaciones.
3. Fecyt publica la colección Science in Spain. Es una recopilación de folletos y publicaciones que recoge previsiones y convocatorias de empleo de decenas de instituciones científicas españolas.
4. En 2016 se publica el Informe sobre diplomacia científica, tecnológica y de innovación.
5. Embajadores para la ciencia es un programa pionero de intercambio entre científicos y diplomáticos. La primera edición (2016) se desarrolló en la Embajada de España en Londres. El éxito de esta innovadora iniciativa se plasmó en la publicación del documento Tools for an EU science diplomacy, publicado en enero de 2017. La segunda edición (2017) del evento se desarrolló igualmente en Londres con el mismo éxito que la primera edición.
6. Curso de Diplomacia Científica para gestores públicos de América Latina, realizado en 2017, Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
7. En diciembre del año 2018 se celebró el congreso La diplomacia científica europea más allá de 2020, en donde el ministro Pedro Duque anunció, para el presente año 2019, la puesta en marcha de un plan relacionado con la diplomacia científica.
A día de hoy, las acciones de España en el ámbito local (Europa) se podrían clasificar de dinámicas y activas, pero son moderadas en el ámbito global. Para que las prácticas se materialicen y surjan nuevos proyectos es necesario actualizar ciertas políticas, por ejemplo:
8. Necesitamos una política nacional de apoyo a la investigación. No cabe duda que para poner en marcha una adecuada acción en el exterior se debería consolidar una red interior, con amplias miras y expectativas hacia desafíos globales. En la misma línea, para atraer y retener en España a destacados profesores e investigadores extranjeros deben flexibilizarse los procedimientos de contratación. Actualmente somos el país con uno de los porcentajes de docentes extranjeros más bajo de Europa. Esto debe cambiar, tenemos que ser atractivos.
9. Es innegable que la internacionalización de las universidades y centros de investigación, a través de intercambio y movilidad internacional de personal docente e investigador y de estudiantes y la puesta en marcha de redes interuniversitarias de producción de conocimiento, genera vínculos internacionales continuos.
10. La heterogeneidad de la diplomacia científica debe ir de la mano de las actividades culturales (como es el caso de Francia) con el Instituto Cervantes, junto con las agencias de cooperación que España mantiene en el exterior y con el Icex para promover la internacionalización de las empresas, esencialmente. La diplomacia del conocimiento no dista de las acciones lingüísticas, de la promoción de la lengua y la cultura, de la cooperación tecnológica y científica con países en vías de desarrollo y del interés de abrir nuevos mercados y posicionar bienes y servicios en el exterior.
Esta reflexión ofrece el largo recorrido que España tiene en este campo, debiendo aprovechar las buenas relaciones internacionales actuales y las grandes capacidades científicas y tecnológicas que posee para poner en marcha proyectos que se reflejen en avances para la sociedad.
Juan José Prieto Gutiérrez es Facultad de Ciencias de la Documentación de la UCM