Descubriendo los faroles del Brexit
El divorcio será caro para todos, pero para los británicos saldrá carísimo
En 2016 se produjeron tres acontecimientos inesperados, en los que lo que parecía ser verdad resultó que no lo era y que nos han modificado la visión del poder, el periodismo y las relaciones periodismo poder, a saber: el resultado del referéndum de salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE); la victoria de Donald Trump en las elecciones de EE.UU; y el resultado del primer referéndum para el proceso de paz en Colombia. Se ha argüido que dichos resultados se anclaron en la confluencia del desarrollo de las tecnologías (redes sociales) y el de las modernas estrategias políticas de comunicación por establecer lo verdadero y lo falso. Es por ello que últimamente han ganado una inusitada notoriedad conceptos como: post-verdad, noticias falsas –fake news–, y desinformación (la primera y la segunda fueron designadas como palabra del año por el Diccionario Oxford en los años 2016 y 2017, respectivamente), en tanto en cuanto han quedado probadas diferentes campañas de intoxicación informativa, para incidir en diversos procesos electorales en países democráticos.
Incidíamos hace unas semanas en esta misma tribuna en que las negociaciones del Brexit, para un acuerdo de salida del Reino Unido de la UE, se habían convertido en una larga partida de póker. Un buen jugador debe tratar de engañar a su oponente acerca de las cartas que guarda bajo la manga, sean mejores o peores, para ganar finalmente la partida. En el caso del Brexit, la situación es aún más compleja, puesto que la partida no se juega solo en la mesa de negociación sino a través de los medios de comunicación internacionales. Además, cada una de las partes representa intereses del todo heterogéneos, que tratan de incidir en el resultado final. Un verdadero juego de poder, presiones, desinformaciones, noticias falsas y faroles.
“En martes ni te cases ni te embarques”, dice el refranero español. Martes y 13 fue precisamente la fecha en la que hace justo una semana, los negociadores británicos y europeos alcanzaron un principio de acuerdo para poner fin a un matrimonio de 45 años, no siempre bien avenido. Pudiera parecer que todo está hecho, que habemus acuerdo, que la partida de póker del Brexit hubiera finalizado. Nada más lejos de la realidad. Como mucho, podemos haber pasado de su nudo gordiano a la fase de desenlace. ¿Qué hay de nuevo y en qué punto estamos? ¿Cómo se afronta la que podría ser la fase final del proceso de desconexión? ¿Podrá finalmente implementarse el acuerdo para el Brexit alcanzado la noche del martes 13 de noviembre?
Como reconoció la propia primera ministra, antes de conseguir que su propio partido ratificase el texto acordado y a pesar de la dimisión de tres de sus ministros, lo que debemos afrontar serán “días difíciles”. Días de juegos de poder, desinformación y más faroles. No todo está cerrado. Es más, solo tenemos un prolijo texto de 585 páginas sobre el que continuar negociando.
No en vano, por mucho que haya sido pactado por negociadores plenipotenciarios, debe ser refrendado por ambos bandos. Tanto por el Parlamento británico como por el Consejo Europeo, que se reunirá de manera extraordinaria el próximo domingo, con el único punto del día de la ratificación del acuerdo.
A primera vista, todo parece más atado por la parte europea. Salvo imprevistos y muestras de descontento excesivas por parte de alguno de los actuales gobiernos más populistas y alejados de las tesis de Bruselas (Hungría, Polonia, República Checa o/e Italia), todo parece encaminado a la ratificación de un buen acuerdo para la UE. Mucho más abierta está la situación en el Reino Unido, dónde parece más complicado que un Gobierno débil y en minoría ratifique fácilmente el acuerdo en el Parlamento británico. A partir de ahí, todos las posibilidades están abiertas. Caída del Gobierno, convocatoria de nuevas elecciones, e incluso la convocatoria de un segundo referéndum, dado que desde 2016, una gran mayoría de las encuestas apuntan al arrepentimiento por lo votado aquel 23 de junio.
Cuando May accedió a suceder a Cameron y pilotar el Brexit, tenía poco que ganar y mucho que perder. Por ello, la mayor parte de las promesas u ensoñaciones de los partidarios del Brexit, parecen ahora lejos de poder cumplirse. El divorcio saldrá caro para ambas partes, pero en el caso británico será carísimo. Los negociadores europeos están contentos. En caso de ratificarse, el acuerdo impone a Londres el pago de las facturas pendientes, evita una frontera dura en Irlanda, garantiza los derechos de su ciudadanía, otorga a España veto sobre Gibraltar, preserva el mercado interior y asegura todas las obligaciones pero no los derechos políticos británicos durante un periodo transitorio, previsto hasta el 2021
Lo último y lo nuevo ha sido el acuerdo sobre una frontera blanda con Irlanda a través del compromiso de que el Reino Unido permanezca en su conjunto en la Unión Aduanera (además de una serie de provisiones específicas para Irlanda del Norte), en principio hasta 2021, en una especie de prórroga de la partida, hasta el pacto definitivo. No obstante y en el caso de que ambas partes ratifiquen el texto del 13 de noviembre, el Brexit comenzará el 30 de marzo de 2019, en una especie de salida en diferido. Durante el periodo de transición, RU seguirá contribuyendo económicamente al presupuesto europeo, aplicará las normas comunitarias y deberá respetar la libre circulación de personas, entre otras consecuencias. Es decir, deberán acatar la legislación europea, pero ya no tendrán voz ni voto para modificarla. Sin duda, no parece la tierra prometida.
En caso de ratificación del acuerdo, por el que las partes se comprometen a separarse pero a diferir las consecuencias de la separación y la negociación de algunos aspectos cruciales de la misma (al menos hasta 2021); se contará con dos años más para alcanzar un pacto comercial que deje solucionado definitivamente el problema de la frontera irlandesa y que nos permita comprender el alcance definitivo del Brexit. Es decir, en la práctica, el acuerdo supone ganar tiempo, pero está lejos de cerrar el problema, por mucho que entre en vigor. ¡Continúen con la partida, más cartas, por favor!
Jorge Tuñón es Profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y Colaborador de la OBS Business School