Para qué sirve todo eso del ‘sandbox’
Estos campos de pruebas tienen un papel destacado en el mundo fintech y la regulación financiera
En los últimos tiempos proliferan los artículos y comentarios sobre lo que significa el sandbox y el papel que puede tener para España y la industria de servicios financieros la introducción de este marco de actuación, ya que nos convierte en uno de los pocos países de la Unión Europea con una propuesta en firme para tener un sandbox regulatorio.
Antes que nada, valoramos que el Gobierno actual haya decidido continuar con la iniciativa del borrador del anteproyecto de ley para la transformación digital del sistema financiero, iniciada por el ejecutivo anterior. ¿Y qué se entiende por sandbox? Literalmente, la palabra quiere decir: caja de arena. Este término hace referencia a un arenero, es decir, un pequeño recinto donde los niños pueden jugar y experimentar en un entorno controlado. Como pasa con muchas expresiones, dicho término ha ido adquiriendo nuevos significados; así pues, en el mundo de los desarrolladores, un sandbox es un entorno de pruebas cerrado, diseñado para experimentar de forma segura. Posteriormente, este concepto de “campo de pruebas” se ha trasladado al ámbito de la economía digital en forma de los sandboxes regulatorios, lo que quiere decir, campo de pruebas para nuevos modelos de negocio que aún no están protegidos por una regulación vigente y supervisados por las instituciones regulatorias.
La idea del sandbox en el mundo fintech es acompasar la innovación y los nuevos modelos de negocio al necesario cumplimiento de las estrictas regulaciones financieras; por así decirlo, es hacer compatible la necesaria protección de los consumidores sin que las complejas y actuales normas estrangulen la aparición de modelos de negocio emergentes, permitiendo así que en un entorno controlado y regulado puedan testarse y comercializarse nuevas maneras de hacer los servicios financieros, sin tener que esperar a los tediosos tiempos de los actuales procedimientos para conseguir la regulación. Como ha pasado en otras industrias, la revolución digital está posibilitando que un tsunami gigantesco amenace con cambiar, radicalmente, la industria de los servicios financieros con la aparición de nuevas maneras de hacer las cosas en aquellos aspectos.
Asimismo, los bancos han ofrecido históricamente servicios caros, ineficientes, opacos y muy complicados de entender (para que parezca difícil lo fácil) creando modelos de negocio que tratan de ser, precisamente, lo contrario: eficaces, simples, baratos y transparentes.
De este modo, el gran problema de la banca tradicional no es solo rediseñar y adaptar su oferta de servicios al nuevo entorno digital, sino también, cambiar su ADN, lo que exige mucho más que anuncios y frases huecas.
Lo expuesto anteriormente supone una oportunidad de oro para situar a España a la vanguardia de la disrupción. Un país no puede permitirse perder el tren de la innovación financiera, como ya ocurrió en la industria de gestión de activos cuando se impidieron las cuentas ómnibus por, entre otras causas, la implicación de agentes institucionales. Esto provocó una deslocalización de la gestión de activos en otras jurisdicciones, como, por ejemplo, Luxemburgo e Irlanda.
Por otra parte, las cuestiones que pueden iniciar el desarrollo del sandbox, como el brexit, el talento humano, los apoyos institucionales y las facilidades para crear nuevos modelos de negocio, tienen que ser vientos de cola que posicionen a España como un referente tanto nacional como internacional.
Además, este campo de pruebas no solo puede servir para probar nuevos modelos de negocio por parte de nuevos protagonistas, sino que también puede facilitar el establecimiento de entornos de colaboración entre los bancos tradicionales y las empresas fintech, posibilitando que los grandes beneficiados de esta revolución digital sean los usuarios de los servicios financieros.
Martín Huete es Co-fundador y Co-CEO de Finizens