Corfú, refugio de mitos, leyendas y personajes ilustres
La segunda en tamaño de las jónicas está poblada de olivos Es una de las islas más cargadas de historia del Mediterráneo
Envuelta en un halo de leyenda, Corfú es la isla donde Ulises, después de haber luchado en la guerra de Troya y antes de regresar a Ítaca, encontró asilo y hospitalidad tras su naufragio. No es poco honor para cualquier lugar haber sido el escenario de un hecho tan relevante de la literatura universal.
A tiro de piedra de Albania y dominada por el Pantocrátor, su monte más alto, que divide la isla en tres zonas, la segunda en tamaño de las jónicas está poblada de olivos y bellísimas bahías en el norte, colinas frondosas y pintorescos pueblos en el centro y fértiles llanuras en el sur.
No responde al prototipo de isla griega. A diferencia de la aridez característica de la mayoría, Corfú es una isla verde, sus paisajes están cubiertos de vegetación. Pero, como en el resto, en verano se alcanzan altas temperaturas que empujan a disfrutar de sus playas, y también se aprecia el omnipresente y machacón cantar de las cigarras, creando ese ambiente tan típicamente griego, tan mediterráneo.
La más frondosa de las jónicas es una de las islas más cargadas de historia del Mediterráneo, como se puede apreciar en su capital, que tiene el mismo nombre que la isla, Corfú. Sus edificios engloban una asombrosa mezcla de estilos arquitectónicos: desde fortalezas bizantinas hasta elegantes edificios neoclásicos de la época del protectorado británico, pasando por galerías de estilo parisino, iglesias ortodoxas o las calles del casco antiguo veneciano y su pavimento de mármol pulido durante siglos.
La zona vieja de Corfú se encuentra encajada entre la antigua fortaleza de origen bizantino y la nueva construida por los venecianos para defender sus intereses comerciales frente al Imperio otomano.
La Spianada (explanada) es una gran plaza rodeada de algunas de las construcciones más emblemáticas de la ciudad: la fortaleza veneciana o el Liston, un edificio de arcadas diseñadas por el arquitecto francés Ferdinand de Lesseps y que imitan la Rue de Rivoli parisina. En la gran explanada verde que hay al lado se puede ver jugar al críquet, una herencia de la dominación británica.
Sumergirse en el laberinto de callejuelas, especialmente en el barrio de Kampielo, es una delicia. En sus estrechas calles se amontonan tiendas de souvenirs, bares, tabernas, restaurantes y muchos turistas, sobre todo en verano… Pero la ciudad cautiva desde el primer momento.
Cerca de la capital, a unos cuatro kilómetros en dirección sur, se encuentra una de las más bellas postales de Corfú: el monasterio de Panagia Vlacherna, un templo pintado de blanco brillante situado en un islote, Pontikonisi, unido a tierra por un malecón.
La isla sorprende por la espectacularidad de sus playas y sus costas; para recorrerla se necesitan varios días. En la costa norte, Sidári es uno de los principales núcleos turísticos. Aunque algo masificado, no hay que dejar de visitar el Canal d’Amour, un estrecho brazo de mar rodeado de caprichosas formaciones rocosas de tono marrón que contrasta con el azul intenso del mar.
El monte Pantocrátor (el Todopoderoso) es otra visita obligada. Se eleva 906 metros y está a solo cinco kilómetros de las playas de Nisaki y Mparmpati. En días despejados, desde la cima se vislumbran Albania e, incluso, Italia.
Ulises no fue el único visitante ilustre que arribó a la isla. En 1571, durante su viaje a Lepanto, donde participó en la famosa batalla, Miguel de Cervantes hizo escala en Corfú, conocida entonces como la isla inexpugnable. También se prendó de este lugar, donde pasaba largas temporadas, la emperatriz austriaca Sissí. Hoy, el palacio de Aquileón, su residencia veraniega, a nueve kilómetros al sur de la capital, es un lugar muy visitado.
Corfú es también conocida gracias a los hermanos Durrell: Lawrence, que situó en la isla uno de los libros (La celda de Próspero) de la trilogía dedicada a su gran pasión: el Mediterráneo, y Gerald, que describió su idílica infancia en los años treinta del siglo pasado en Mi familia y otros animales.
Desembarco de Ulises
Paleokastritsa es, sin duda, una de las perlas, no solo de Corfú, sino de toda Grecia. Este es uno de los lugares de la isla que pugnan por ser el punto donde desembarcó Ulises.
Son tres calas que se extienden alrededor de un promontorio boscoso, que a su vez se dividen en varias playas de un intenso color verde esmeralda. En el cerro se levanta Moni Theotokos, que data del siglo XVII, sobre los restos de un monasterio anterior del siglo XII.