Los universitarios avistan la FP
Crece el número de estudiantes que abandonan los campus para apuntarse a ciclos formativos
En los ocho meses que lleva estudiando Telecomunicaciones en una escuela de Formación Profesional (FP), Carlos Rodríguez Cecilia, de 19 años, ha aprendido a transmitir señales de telefonía y a conectar redes locales. También a manejar instrumentos como el polímetro y el osciloscopio. Hace un año, sin embargo, todavía estaba recibiendo clases de derecho constitucional y matemáticas financieras en un campus de Vicálvaro, al sureste de Madrid.
“Era todo muy teórico y el sistema no me motivaba mucho al estudio. Por eso decidí buscar otras opciones”, recuerda. Aconsejado por sus padres, cambió leyes e integrales por antenas y enrutadores, la teoría por la práctica, la universidad por la FP. “No me arrepiento. Estoy muy contento. Si lo hubiera hecho antes, me habría ahorrado ese año perdido”, afirma.
El área de FP del colegio Salesianos Atocha, donde Rodríguez cursa el primer año del grado superior en Telecomunicaciones, ha observado un aumento en el número de matriculados procedentes de la universidad, jóvenes que comenzada la carrera descubren que no era lo suyo o que terminados los estudios no encuentran trabajo por la falta de competencias de carácter práctico. “Es un disparate”, exclama Mariano Garrido, director de FP del centro. “Lo normal sería que primero adquieran las habilidades técnicas y después, con esa base, vayan a la universidad”, sentencia.
País de extremos
La asociación FP Empresa estima que, en los últimos cinco años, entre el 10% y 15% de los matriculados en centros integrados de FP son chicos que han abandonado los campus o que habiendo terminado la carrera deciden hacer módulos de especialización para mejorar su empleabilidad. “Es una tendencia que se acentuó durante la crisis”, indica Joan Sarrion, vicepresidente de la asociación. Independientemente de los motivos, España necesita que cada vez más jóvenes elijan una ocupación técnica como medio de vida, a fin de resolver las contradicciones de su mercado laboral.
Rodríguez explica que la FP no fue su primera opción porque apenas recibió información sobre la oferta de ciclos cuando finalizaba el bachillerato. “En el instituto nos dieron una sola charla. Todas las demás fueron sobre carreras universitarias”, recuerda el estudiante, quien ha sufrido también los prejuicios que asocian este tipo de formación con una salida para jóvenes con bajas calificaciones. “La gente piensa que si he dejado la universidad por la FP es porque no valgo para una carrera, pero no es así. Son vías distintas. Aquí te enseñan un oficio”, defiende su elección.
El índice de colocación de estos graduados es altísimo, sobre todo entre los de especialidades industriales e informática
Aunque el número de matriculados en ciclos de FP ha aumentado de manera casi constante en los últimos 10 años (810.621 alumnos en el curso 2017-2018, según el Ministerio de Educación), todavía es una minoría comparada con los 1,2 millones de matriculados en grados universitarios (datos oficiales del curso 2016-2017, los últimos disponibles). Esta brecha ha provocado que, en términos laborales, España sea un país de extremos: abundan tanto los candidatos más preparados como los menos formados. Pero faltan los de cualificación intermedia, que entre las empresas disfrutan de mucha demanda. El 33% de las ofertas de empleo publicadas en 2016 requerían que los candidatos cuenten, como mínimo, con un título de FP, según Adecco.
Y es la razón también de otra paradoja: a pesar de que algo más de un tercio de los jóvenes en edad de trabajar se encuentra en paro, las compañías tienen dificultades para cubrir puestos de perfil técnico. Esta es una particularidad de España que viene de largo. Hace ya 10 años, la Fundación La Caixa publicó un estudio según el cual, mientras en Europa casi la mitad de la población acreditaba niveles de educación intermedios, aquí no alcanzaba esa condición ni la cuarta parte. Por contraste, en el nivel superior, España aventajaba a la media europea con el 35% frente al 28%.
Módulo de capacitación
“Grandes sectores, como la industria del molde, por ejemplo, se han ido a otros países porque aquí no encuentran gente preparada”, advierte Isidro Conde, jefe de estudios de la FP de Salesianos Atocha. Prueba de ello también es la frecuencia con la que arquitectos recién graduados se ven obligados a hacer un módulo de edificación porque en las entrevistas de trabajo les piden dominio de software como el Revit, en los que la universidad no los ha capacitado, pero que son básicos para cualquier constructora.
Para José Ramón Pin, profesor de IESE, la raíz de este problema se encuentra en las dudas que la FP suscita en uno de los mayores prescriptores de la educación de los jóvenes: sus padres. “Muchas familias desconfían de que la FP vaya a permitir a sus hijos tener una carrera profesional aceptable porque antiguamente no era muy buena, pero eso ha cambiado totalmente. Hoy, la FP permite a los jóvenes emanciparse mucho antes que la universidad”, resalta.
Garrido, de Salesianos Atocha, confirma que el índice de colocación de sus graduados es altísimo, sobre todo entre los de especialidades industriales como fabricación mecánica, instalación y mantenimiento o informática. El 80% de los egresados de estas carreras puede conseguir empleo a los dos o tres meses de concluir los estudios. “Casi siempre empiezan con contratos temporales, pero enseguida pasan a indefinidos”, asegura.
Los jóvenes reclaman que la orientación que les dan en el instituto incluya más información sobre estas opciones técnicas
José Ramón Pin añade que el temor de los padres a que sus hijos no puedan proseguir estudios superiores también es infundado, ya que “hoy en día existen sistemas de convalidación y pasillos que permiten a los graduados de FP acceder a grados universitarios e incluso doctorados”, resalta.
Además, a los muchachos que al salir del instituto todavía no tienen clara su vocación les da la oportunidad de ir probando teclas hasta dar con la adecuada. Es el caso de Sara Pérez Díez, de 17 años, quien empezó haciendo un grado básico de Electricidad y ahora cursa un grado medio de Telecomunicaciones. “Nunca me planteé ir a la universidad. Prefiero la FP porque te ayuda a descubrir lo que de verdad te gusta”, dice.
Más autonomía para los centros
Las fundaciones Atresmedia y Mapfre han publicado un informe en el que identifican los retos a los que se enfrenta la FP en España. Entre ellos, José Ramón Pin, profesor de IESE que ha dirigido el estudio, destaca la importancia de aumentar la autonomía de los centros a la hora de adecuar sus contenidos académicos a las necesidades de sus clientes, las industrias. “Las empresas están en continua evolución. Eso exige contar con nuevas habilidades. Pero los centros, que son los responsables de dotar a los jóvenes de esas destrezas, están bajo el control de unas Administraciones que no les permiten tomar decisiones con la misma rapidez”, advierte.
El informe también recomienda uniformizar los criterios normativos de las comunidades autónomas para que las compañías nacionales no se vean obligadas a lidiar con 27 sistemas de contratación diferentes si participan en programas de FP dual, modalidad en la que el estudiante alterna las clases teóricas con las prácticas laborales.
Sin embargo, Jorge Arévalo, viceconsejero de FP del Gobierno vasco, no comparte esta idea. En su opinión, si bien España debe contar con un marco de referencia común, cada comunidad debe de ser libre de dar respuesta a las necesidades de su tejido productivo. “El 25% del PIB vasco es industrial, pero en Canarias o Andalucía, el sector más importante es el turismo”, argumenta.