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Edificios sanos que cuidan la salud y el rendimiento de los empleados

La calidad de los materiales influye en la productividad Algunas pinturas son buenas para la salud y otras son tremendamente dañinas

Uno de los proyectos desarrollados por el estudio PMMT.
Uno de los proyectos desarrollados por el estudio PMMT.
Pablo Sempere

Derribar paredes, impulsar nuevas formas de trabajo, incluir en las oficinas mobiliario de descanso y herramientas de ocio... En los últimos años se han visto medidas de todo tipo y condición para intentar impulsar la productividad en la empresa. Sin embargo, hay una de ellas que suele pasar desapercibida a la hora de llevar a cabo estos cambios, y que a largo plazo es crucial: la calidad de los materiales con los que se construyen los edificios.

Hace ya más de 20 años, la OMS empezó a hablar del síndrome del edificio enfermo (Sick Building Syndrome). Un conjunto de enfermedades y problemas de salud derivados de los materiales utilizados en la edificación de viviendas y oficinas. A raíz de ello, desde una spin-off del estudio de arquitectura PMMT “comenzamos a investigar para ver si como profesionales éramos responsables de la enfermedad de los edificios en los que luego iban a trabajar y vivir personas”, explica Rita Barata, directora del proyecto. El resultado ha sido Friendly Materials, una herramienta que, por explicarlo fácilmente, desglosa y clasifica por peligrosidad los materiales utilizados en la construcción, como maderas, ladrillos, cerámicas, metales o pinturas.

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Cabe recordar, señala Barata, que hoy en día aproximadamente la mitad de la población mundial vive en ciudades, y que los urbanitas pasan el 90% del tiempo en espacios cerrados. Así, la respuesta a la pregunta que se hicieron desde PMMT es, en gran parte, afirmativa: los responsables de la salud de los edificios son quienes los construyen. “El síndrome del edificio enfermo es totalmente evitable”, asegura.

En esta problemática entran varios factores en juego, como la arquitectura y el diseño, los componentes o los campos electromagnéticos. Y en cada categoría hay multitud de posibilidades. Por ejemplo, “los materiales pueden ser inertes, que ni aportan ni restan; nocivos, porque lanzan sustancias dañinas; o beneficiosos, porque ayudan entre otras cosas a descontaminar”. Por ello, lo que el arquitecto debe tener en cuenta en cada proyecto en el que trabaja es que con productos que aparentemente no son muy diferentes puede haber consecuencias totalmente dispares.

Hay materiales dentro de la misma categoría con consecuencias totalmente dispares

Es decir, dentro de una familia de materiales hay diferencias abrumadoras. “En las categorías de PVC y de caucho hay productos saludables y otros que son muy perjudiciales. Lo mismo ocurre con las pinturas, donde más extremos hay. Las hay buenísimas, como las fotocalíticas, y hay otras que son auténticas sopas químicas”, alega Barata. Hay muchos más ejemplos. “Las bombillas, en su mayoría, son inertes. Pero hay otras, como las ionizadoras, que transforman los iones positivos, que son los perjudiciales, en negativos, los buenos para la salud”. Las maderas, por su parte, al ser naturales, suelen ser positivas o inertes, pero hay otras que para responder a un posible incendio se impregnan con materiales químicos peligrosos.

Con todo esto, prosigue la arquitecta de PMMT, ocurre como con el tabaco. “Por un cigarro un día no pasa nada. Pero a largo plazo sí hay consecuencias”. El efecto en la salud no es ni directo, ni inmediato, ni matemático, pero sí se multiplican unas probabilidades evitables. Como cuenta Javier Álvarez, director de producto de acústica en Sto, reducir estos riesgos es fácil y barato “si se hace desde el principio, desde el comienzo de las obras. Es cierto que conlleva menos gasto servirse de materiales nocivos, porque son algo más baratos, pero a la larga es mucho más rentable hacer esa inversión desde la planificación de las obras”. Porque, prosigue, no solo es la salud de los empleados lo que está en juego. También lo está el rendimiento y la productividad, que es lo que más preocupa a las compañías.

La concentración y la hiperactividad son problemas derivados muy comunes

“No solo hablamos de problemas neurotóxicos, cancerígenos, de alergias y respiratorios, que deberían ser los más importantes”, alega Barata. Los materiales insalubres también causan impactos negativos en la concentración y en lo relativo a la hiperactividad. “La inversión en la parte acústica, una de las más importantes, puede evitar problemas relacionados con la alteración del sueño, con el sistema nervioso y con la salud mental”, ilustra Álvarez. Y es que, según estudios de Sto, está demostrado que un empleado sufre 34 minutos al día de pérdida de eficacia y rendimiento por culpa de los ruidos cotidianos de la oficina, que pueden resolverse con unos materiales y una arquitectura adecuados.

Aunque lento, este es un temor que cada vez llega a más organizaciones. “Hace unos años era totalmente desconocido. Hoy, hemos logrado que las empresas empiecen a preocuparse. El nivel de contaminación en espacios interiores puede llegar a niveles hasta cinco veces superiores que en el exterior. Cuando explicas esto, la respuesta suele ser positiva”, cuenta Barata. “Los propietarios e inversores, que al final son quienes tienen la decisión final, cada vez son más conscientes”, añade Álvarez.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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