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Los sitios más calientes del planeta

Buen tiempo, calor (a veces excesivo) y cero lluvia

Son desiertos, valles, islas o enclaves aparentemente privilegiados donde la lluvia es una excepción, el sol brilla siempre y las altas temperaturas son la norma todo el año. De entrada, apetece, pero no cante victoria porque, a veces, el calor y un termómetro extremo no conforman el mejor escenario para unas vacaciones, si no se toman unas mínimas precauciones para no correr riesgos innecesarios. 

Son algunos de los lugares más cálidos del planeta en los que relajarse a la orilla del mar (Fuerteventura), vivir aventuras casi mortales (valle de la Muerte), emular a los grandes exploradores del siglo XIX (Botsuana) o viajar al pasado más remoto de la historia (Luxor) o a lugares casi artificiales (Qatar).

Destinos que siempre le sorprenderán; a algunos querrá volver y en otros quizá tenga la tentación de poner pies en polvorosa por lo perturbador de sus paisajes. ¡En todos ellos encontrará buen tiempo!

Botsuana, un país para fotografiar

Elefantes en Botsuana.
Elefantes en Botsuana.Getty Images

En el sur de África, esta nación es una de las más cálidas y con menos precipitaciones del mundo. Las largas sequías y la desertificación son el pan de cada día de un país al que los safaris fotográficos y de caza le han hecho famoso.

En mayo acaba la temporada de lluvias y comienza el invierno austral, la mejor época para ir y contemplar su espléndida naturaleza y fauna salvaje, ya que los animales permanecen cerca del agua y las temperaturas son suaves por el día (unos 25 °C) y refresca por la noche. Julio y agosto son los meses más secos y enero y febrero, los más húmedos.

Botsuana está dominado de norte a oeste por el desierto del Kalahari. Los parques nacionales de Chobe o el Makgadikgadi y Nxai son visitas obligadas, así como el delta del Okavango, un río que no desemboca en el mar sino en el Kalahari, creando uno de los ecosistemas más fascinantes del planeta.

Fuerteventura, la isla de la primavera

Fuerteventura.
Fuerteventura.Getty Images

Su proximidad a la costa africana, a solo 100 kilómetros de Marruecos, la protege y convierte en un destino ideal para viajar en cualquier época del año, con una tempera­tura media de 24 °C en verano y en torno a los 18 °C en invierno.

Es la segunda isla más grande de Canarias, Reserva de la Biosfera y presume de 300 días de sol por año y un nivel de precipitación excepcionalmente bajo, debido en parte a que en la isla las montañas son muy bajas –aunque tiene una sagrada, Tindaya, llena de mágicas leyendas– y no pueden detener las nubes, que la sobrevuelan sin provocar lluvias.

Fuerteventura tiene más de 150 kilómetros de playas de arena blanca, dunas doradas y aguas turquesas, donde descubrir inmensos paisajes naturales, algunos de origen volcánico; es un paraíso para los amantes de la naturaleza, el buceo y otros deportes náuticos (pesca, surf, kitesurf), el senderismo, el ciclismo de montaña o el golf.

Valle de la Muerte: temperatura extrema

Valle de la Muerte.
Valle de la Muerte.

Su paisaje árido y desértico nos anticipa horizontes de otro mundo y que allí debe hacer mucho calor; no en vano, el llamado valle de la Muerte, en el desierto de Mojave, en el sureste de California (Estados Unidos), tiene el récord de mayor temperatura registrada del planeta –cuando el 10 de julio de 1913 se alcanzaron los 56,7 °C en la localidad de Furnace Creek, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM)–.

La profundidad y la forma del valle, una larga y estrecha cuenca a 86 metros por debajo del nivel del mar, rodeada de empinadas sierras montañosas, son algunas de las razones que hacen que en esta franja de tierra se alcancen temperaturas extremas. Muy cerca de la ciudad de Las Vegas, atravesar este parque natural, de enigmático paisaje y una de las etapas de la mítica Ruta 66, es una aventura que se debe planificar al milímetro e ir bien provisto de agua y gasolina.

Luxor, a la vera del desierto

Luxor.
Luxor.Getty Images

Levantada sobre la vieja Tebas, a 700 kilómetros al sur de El Cairo, esta localidad es una visita obligada en cualquier ruta por Egipto. Fue la capital del antiguo Egipto durante 1.500 años y los árabes la denominaron como la ciudad de los palacios de las mil puertas. En ella se erigieron los grandes templos egipcios de Luxor y Karnak, unidos por la famosa e imponente avenida de las esfinges y de las más célebres necrópolis de la ribera occidental del Nilo, conocidas como el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas, donde fueron enterrados faraones y nobles.

La ubicación de Luxor en el propio valle del Nilo, a 200 kilómetros de Asuán, casi a las puertas del desierto, hace que el clima sea cálido y seco, con una temperatura media anual de unos 34 °C aunque el termómetro puede superar fácilmente los 40 °C en verano y se dan muy escasas precipitaciones a lo largo del año.

Qatar, lujo asiático en el Golfo

Qatar.
Qatar.Getty Images

En apenas cincuenta años este pequeño territorio del golfo Pérsico se ha convertido en una de las economías más dinámicas de la región y un destino de lujo. Donde antes había desierto y dunas, hoy se alzan imponentes y modernísimos rascacielos que dibujan el skyline del emirato y albergan refinados macrocentros comerciales donde pasar el tiempo y hacer vida social, entre compra y compra.

Fuera no verá pasear a nadie, ni hay apenas aceras –ni las altas temperaturas, sobre todo en verano, lo permiten–; por el contrario, verá desfilar, uno tras otro, los imponentes coches deportivos en los que se mueven los cataríes para exhibir su poderío y evitar la canícula. El calor es tórrido de mayo a octubre. En verano, el clima es cálido y húmedo y las temperaturas pueden alcanzar los 44 °C. Las lluvias son muy poco frecuentes en invierno. La mejor época para ir es entre noviembre y mayo.

Melilla, la ciudad ecléctica

La Ciudad Vieja de Melilla.
La Ciudad Vieja de Melilla.

El clima tropical de Melilla favorece que los inviernos sean especialmente cálidos y escasamente lluviosos. La temperatura en los meses más fríos no baja de 25 °C y puede alcanzar hasta 31 grados. Su estratégica situación a orillas del Mediterráneo convirtió a Melilla en un poderoso enclave fenicio en el siglo VII a. de C; fue colonia romana y árabe y durante siglos se posicionó como un importante puerto comercial y como baluarte militar.

La ciudad vieja, amurallada, se comunicaba entre sí por cuatro puentes levadizos y contrasta con el resto de la urbe, que atesora un importante conjunto arquitectónico modernista. Si tras sus murallas y fosos se esconden las callejuelas de los barrios más antiguos, en torno al puerto y la avenida Juan Carlos I, el Ensanche muestra un modélico trazado urbano salpicado de laboriosas fachadas y balconadas modernistas que se alternan con comercios y bazares.

Sahara, un mar de dunas mágicas

Desierto de Sahara.
Desierto de Sahara.Getty Images

Es uno de los desiertos más bellos del mundo, con sus interminables dunas de suave arena anaranjada que trazan mágicos paisajes, como las de Erg Chebbi, cerca de Merzouga, en Marruecos. Dormir bajo las estrellas en una auténtica jaima (tienda árabe) y contemplar el amanecer o la puesta del sol, o recorrer el desierto en cuatro por cuatro, son experiencias que no le dejarán indiferente.

En cuanto al clima, se caracteriza por días soleados y noches frescas, con ocasionales y raras precipitaciones que, a veces, se convierten en fuertes aguaceros. Cerca de la costa son frecuentes las brumas y nieblas. La media de las temperaturas máximas roza 23 °C en el litoral y 30 °C hacia el interior, aunque se pueden alcanzar máximas diarias superiores a los 40 °C en verano. A tener en cuenta el contraste térmico entre el día (46 °C) y la noche (18 °C) en agosto –en invierno se pueden producir heladas–.

Écija, la sartén de España

Plaza de Écija, en la provincia de Sevilla.
Plaza de Écija, en la provincia de Sevilla.Getty Images

La ciudad sol, la de las torres, pero, sobre todo, a Écija, en el valle del Genil, en la provincia de Sevilla, se la conoce como la sartén de España por sus temperaturas abrasadoras en verano y su clima cálido en invierno. Fue fenicia y más tarde romana y árabe, conservando un gran patrimonio artístico y cultural, como la colección de mosaicos romanos.

Entre sus monumentos religiosos destacan las iglesias de Santa María, del siglo XVIII; la de San Gil, del siglo XV, de estilo gótico-mudéjar; la de la Concepción, del siglo XVII, y la de los Descalzos, barroca del siglo XVII.

De su arquitectura civil sobresalen sus bellos palacios, algunos de ellos declarados monumento nacional, como el de los marqueses de Benamejí, del siglo XVIII, o el de Peñaflor, famoso por su largo balcón y sus pinturas en la fachada. Las plazas, fuentes y miradores completan este conjunto de excepcional belleza.

Atacama, un observatorio natural

Desierto de Atacama, en Chile.
Desierto de Atacama, en Chile.Getty Images

Se ha ganado merecida fama de ser uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra, pero también es uno de los más impactantes. En el desierto de Atacama, al norte de Chile, se suceden áridas llanuras, montañas de más de 4.000 metros de altura, volcanes y géiseres, conformando una diversidad de paisajes única en el mundo que atrae a miles de viajeros.

Sus impresionantes noches estrelladas lo convierten en el mejor observatorio natural del firmamento en el mundo, gracias a la ausencia de contaminación lumínica y humedad.

Este desierto también es conocido por su sol eterno. En general, durante el año el astro rey luce claro y majestuoso, sol que solo se verá interrumpido ocasionalmente por una veintena de días que se nublan parcialmente y por otros más escasos aún en los que llega esporádicamente la lluvia –como curiosidad, ha habido años sin registro de precipitaciones–.

Tombuctú, el tesoro casi perdido

Tombuctú, en Malí.
Tombuctú, en Malí.Getty Images

La perla del desierto, como se conoce a esta ciudad de Malí, es un lugar mítico en el imaginario de exploradores y viajeros. Sus calles de arena, sus casas y mezquitas de adobe, sus mausoleos y bibliotecas aún recuerdan un pasado esplendoroso, hoy erosionado por el terrorismo yihadista.

Apenas hay turistas en Tombuctú. La ciudad de los 332 santos, Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en un destino para espíritus intrépidos. En Tombuctú, los veranos suelen ser bochornosos y los inviernos cortos, suaves y un tanto ventosos, y durante todo el año predomina el clima seco y parcialmente nublado.

La temperatura en esta franja del Sahel, cerca del Sahara, varía entre 14 °C y 42 °C, rara vez baja de los 10 °C o sube más de los 44 °C. La mejor época para visitar esta antigua ciudad es desde febrero hasta principios de abril y desde finales de octubre hasta principios de diciembre.

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