Playas vírgenes en España: prohibido domingueros
Paraísos cercanos y escondidos para ir pensando en el puente de mayo Olvídese del coche y descubra estos arenales protegidos
El frío y la lluvia no hacen más que alimentar nuestros sueños playeros. Y será por playas en España (más de 3.000). Con el puente de mayo en el punto de mira, escapamos de la muchedumbre y el alboroto para ir en busca de las playas vírgenes más espectaculares y recónditas de nuestra geografía. Aquí le desvelamos algunas, pero no se lo cuente a nadie: es nuestro secreto.
Cala Estreta (Girona)
La Costa Brava está salpicada por numerosas calas de postal, aunque casi siempre atestadas de domingueros. Sin embargo, las más bonitas se esconden entre sus cabos, sus espolones de granito y sus bosques de pinos.
Estos rincones costeros se esconden en parques naturales y reservas de la biosfera. Solo se puede llegar a pie o en barco
Cerca de Palamós nos olvidaremos del coche en la playa de Es Castell para tomar el camino de ronda rumbo norte. Tras un extenso pinar, que protege el litoral de la tramontana, aparece Cala Estreta, nuestra preferida.
Esta pequeña playa es, efectivamente, estrecha, con forma de doble media luna dividida por la roca Roja, cien metros de arena dorada y aguas claras. Solo disfrutarán de ella aquellos que no teman caminar 30 minutos ni bucear en un acuario de arrecifes.
Playa de El Castillo (Cádiz)
Cuando el levante da un respiro, los extensos arenales de Cádiz se coronan como las reinas del sur. Entre las marismas de Sancti Petri y las olas del Atlántico se desenvuelve una franja de arena blanca desde la playa de Camposoto hasta la Punta del Boquerón. Estos casi dos kilómetros de dunas conforman la playa de El Castillo, un recodo virgen al que solo se puede llegar caminando, cruzando en kayak el caño de Sancti Petri o nadando, ya si se pone.
La playa fue bautizada en honor al castillo que se erige en el islote rocoso al extremo de la Península. La actual fortificación se construyó en el siglo XVI sobre las ruinas de un templo griego (siglo XII a. C.) y después romano. Aún hoy muestra su esplendor con la bajamar, recordando a un bastión de Piratas del Caribe.
Bajo el Risco (Lanzarote)
Lo reconocemos: sentimos debilidad por cualquier playa cuyo acceso solo es posible en barco o descendiendo por un precipicio. Con esa idea acudimos al norte de Lanzarote en busca de la playa Bajo el Risco: 500 metros de arena dorada bajo el macizo de Famara y frente a la isla de La Graciosa.
Como aún no tenemos barco, bajamos por el zigzagueante camino de los Gracioseros desde el mirador de Yé, con espectaculares vistas del archipiélago Chinijo.
Unos 40 minutos tardamos en alcanzar este escondite de arena y roca volcánica, de color ocre y rojizo bañado por el azul claro del río, estrecho que lo separa de La Graciosa. La ruta es sencilla, pero requiere llegar con ganas y buen calzado. El premio: la playa más solitaria de Lanzarote.
Barayo (Asturias)
La naturaleza salvaje del norte es el mejor escenario para deleitarse con parajes vírgenes. En el occidente de Asturias, el río Barayo hace de frontera natural entre los concejos de Navia y Valdés y en su desembocadura conforma un impresionante estuario entre acantilados.
Desde el aparcamiento de Sabugo caminamos por el sendero (15 minutos) que desciende hasta la playa de Barayo, epicentro de la reserva natural homónima. Contemplamos los retorcidos meandros rodeados de juncales y cañaverales entre un bosque de alisos y sauces hasta culminar su periplo en este vasto arenal con sistemas dunares en recuperación y gran oleaje. Este es el lugar para atreverse con el surf, o el nudismo, según vea.
Cala Pilar (Menorca)
El litoral de Menorca está repleto de playas vírgenes donde en la mayoría de los casos no hay ni sitio donde poner la toalla. Sin embargo, al norte, entre Ciudadela y Ferreries, una cala de irreductible entorno natural resiste todavía (y ojalá siempre) al invasor. Galos aparte, hablamos de Cala Pilar.
De vuelta a las caminatas, recorreremos los dos kilómetros que separan la playa del aparcamiento por un precioso bosque de pino blanco y encina entre montículos arcillosos color azafrán que ocultan la cala. Una pasarela de madera nos conduce hasta este tímido rincón de dunas y fondo marino protegido.